20.8.08

“Así, se los juro, lo soñé...”


Este es un puro ejercicio de protagonismo. En los últimos días he tratado de empaparme de las emociones olímpicas. Que si Tatiana Ortiz y Paola Espinosa ganaron el bronce; que si Guillermo Pérez dejó de ser un desconocido la tarde que el Rey Midas lo convirtió en oro, que si ganaremos más medallas. No importa. Una medalla olímpica es un pedazo de metal que te cambia la vida. Pero no sólo actúa en quien la porta. Le pertenece a todo aquel que la comparta con sus héroes. Yo tuve la fortuna de estar en la alberca esa noche australiana. Por eso tengo dos medallas a las que quiero con excepcional emoción: la de Fernando Platas y la de Soraya, en Sydney. Las quiero porque generaron textos que de verdad me gustan.
Los dejo aquí. Para que usted, lector, trate de entender un poco lo que viven estos personajes, atletas de metal, quienes con patriótico esfuerzo, reclaman habitar en un pedazo del Olimpo.


Por un momento fue de oro. Parecía... Pero, experto ya, el chino Ni Xiong tenía una deuda doce años vieja, consigo mismo. La saldó: arrebató por apenas 30 décimas de punto la medalla áurea al mexicano Fernando Platas, en el trampolín de tres metros. Dimitri Saotin, el mejor clavadista del mundo, en el último salto perdió el primer lugar: bronce. Xiong refrendó su título obtenido en Atlanta; miró al cielo. Agradeció y echó a llorar, como muchos, tantos más...


Pedro Díaz G. /Enviado


Sydney.— Amanece nublado y pronto llueve en cascadas de intermitencia que no cesa. No escampa la tarde entera en la ciudad. Las nubes amenazan perpetuarse y la ducha arrecia aún más cuando esta oscuridad cubre el Parque Olímpico y Fernando Platas camina estremecido hacia el autobús que le conduce a casa: Villa de Atletas.

Pende en su cuello una medalla. Es de plata.

Tirita el subcampeón de Sydney.

--...Me duelen las piernas –confiesa, y su gesto se pinta de un sufrimiento poco usual--; y la cabeza... siento que retumba.

Camina aprisa, Fernando-medalla-de-plata.

Larga, húmeda, de enormes cuervos australianos que graznan todo el día, ha sido su jornada. Desayuno muy temprano, camión al Centro Acuático, semifinales. Suma puntos, para la final nocturna.

--¿Saben? –pregunta a una tercia de reporteros que se han colado hasta zonas prohibidas en las entrañas de la fosa de clavados--, lo que ahora pienso es que esta medalla es de todos: de Juan, el que lava cada cuando la alberca en el CDOM; de Jashia, que no deja de quererme; de mis padres, de México. De ustedes...

Qué dolor el de Fernando. Qué alegría.

Nunca antes, confiesa, ha sentido algo similar.

--Después de una competencia algo así percibía: temblor, flaqueza, un dolor agudo que se mete hasta los huesos. Pero nunca como hoy. Nunca tan fuerte.

Deja atrás el bello complejo que resguarda las albercas, donde antes fango hubo y hoy escenarios olímpicos existen; atrás las escenas pocas veces aprehensibles. Atrás las emociones que casi le dan una capa de dorado a su trabajo en el trampolín. Atrás esos días de brega por encontrar la perfección, que, lo sabe, aún no logra. Atrás ese vasto y variado acopio de imágenes, retratos que muestran su infinito voracismo. Años que, lejos de una medalla olímpica, se convirtieron por momentos en un periodo opaco, penitenciario, de aislamiento que frustra y que desgasta. De ensimismamiento sin igual.

Pero hoy no hay cabida para todos esos sentimientos.

Camina aprisa hacia la Villa Olímpica, Fernando.

Llovía cuando despertó. No se despeja de nubes este cielo. No guarece de la lluvia, el clavadista. La disfruta. Su andar es firme y gruesas gotas le van cubriendo el gesto. Porta en el pecho su medalla. Sí. La que le faltaba.

--¿Sabes qué pienso –revela, casi al oído--, también, en este instante?

--No, Fernando. Dínos. ¿Qué pasa por tu mente?

--Que esto, todo esto, algún día, hace algún tiempo, lo soñé.

* * * * * * * *

Aquatic Center.

Sydney. 26 de septiembre, 2000.

Lleno total.

Desde mucho antes de las siete de la tarde se pueblan las tribunas. Es numeroso el contingente mexicano. Una bandera, dos, tres... Grita Jorge Rueda, entrenador, y uno de los jueces de espeso y blanco bigote le reclama. No le gusta que se celebre cada salto, así, tan estridente. Les conmina a callar. Nadie lo hace, por supuesto.

Porque desde que inicia la primera ronda de clavados, Fernando Platas se coloca en muy buen sitio. Ha elegido iniciar con un Tres y media vueltas al frente.

Y ya.

Su entrada al agua es impecable. Pero le sigue Dimitri Saotin y es campeón olímpico, en estos mismos Juegos. Y es el mejor, el que está por despedirse de las competencias.

Poco a poco se desprende el ruso.

Ni Xiong debe venir de atrás: después de su primera ronda, termina quinto. El rival a vencer, en esta parte inicial de la serie, es su propio compatriota Hailiang Xiao.

Se va sucediendo la serie, rápida, apenas pasada la hora y veinte. Cerrada. De antología.

Hasta que...

La fosa de clavados enmudece.

Penúltimo clavado:

Fernando ha sido el más consistente. Ochos y ochos y medios; nunca un siete (un siete punto cinco, del quinto juez, en su, también, quinto clavado: un Dos y media vueltas de holandés con medio giro). El lance le vale 79.5 puntos.

Saotin tira Una y media inversa con tres giros y medio: sietes, un ocho; y, al multiplicar las puntuaciones de los jueces (después de eliminar la más alta y la más baja) por el grado de dificultad: 77.52 puntos.

Ni Xiong, atreve un Dos y media al frente con dos giros: 3.4 uno grados de dificultad. Poca agua, entra en perfecta vertical; gruñe, se estruja la tribuna que ondea enormes banderas chinas. Califican los jueces: sietes y sietes cinco. Suficientes para 77.52 puntos.

Suficientes, sobre todo, para colarse al segundo sitio cuando sólo resta un salto.

Los latidos aceleran

Termina la ronda. Se lee a lo alto del tablero:

1.—Dimitri Saotin: 638.10 puntos

2.—Ni Xiong: 627.12

3.—Fernando Platas: 624.78

Entre ellos es la lucha. Hialiang Xiao nada puede hacer ya sino asirse a su cuarto sitio.

Y a partir de aquí: el salto seis, que todo lo decide.

Avanzan a ritmo de vértigo por el trampolín, entre porras indistintas, todos los competidores. La atención se enfoca en los últimos.

Platas cierra así: Dos y media vueltas al frente con dos giros. 3.4 grados de dificutad. Y sus puntuaciones, sobre ochos.

Jashia Luna, su novia, no quiere verlo en vivo. Se va escurriendo conforme avanza la serie de clavados y llega hasta allá, donde junto con un italiano prefieren seguirlo por televisión. No es ninguna sorpresa, lo que ha hecho, dice. “Si tu lo vieras: entrena tan duro cada día... A esto vino, por una medalla, a vencer a Saotin: gracias a su dedicación, a su esfuerzo”.

Y ya viene Dimitri al trampolín.

No tiene por qué arriesgar. Pero lo hace. Desde 24 horas antes ha entregado su lista de clavados y nada la puede modificar.

--Cuando vi que metió un 3.5 grados de dificultad, pensé: no lo va a hacer. Aquí le arrebatamos la medalla –confiesa el entrenador Jorge Rueda.

Allá va el ruso campeón del mundo. Arriesga porque, se ha visto: andaba mal en el inverso, que falló; sobre todo, no logra controlar esta noche los giros. Y defectuoso es, nuevo para él, en competencias internacionales. El castigo será una lluvia –igual a la que cae afuera, abundante, nutrida-- de seises y seises y medio. Se la jugó al cierre. Y a veces se pierde, como hoy: se queda corto, un poco en B, salpica mucha agua. 65.10 puntos, nada más. Pierde lo que ganado estaba. Y se va al tercer lugar. Bronce es, no hay más.

El oro, en este instante, para Fernando, el mexicano.

Cómo ondean las banderas, cómo gritan compatriotas.

Pero tiene una ventaja, ligera, Xiong: tres puntos. ¿La aprovecha?

Sí: ejecuta el mismo cierre que Fernando. Lo hace bien, aunque se le va un poquito al final; bien los giros, bien las vueltas; mal, acaso sólo un poco, la entrada, pero suficiente para sacar ochos y ochos y medios, necesarios. Suficientes. Y los jueces califican: 81.60.

Todo está escrirto:

Treinta décimas lo separan de Fernando: es doble campeón olímpico en trampolín.

El tablero final, que todos celebran:

1.—Ni Xiong, China.- 708.72

2.- Fernando Platas, México.- 708.42

3.- Dimitri Saotin, Federación Rusa: 703.20

Mira al cielo el clavadista chino. Echa a llorar, está feliz; muchos le imitan.

Sobre 700 puntos. Nunca antes, Fernando, nunca. Y tú, Ni Xion, ¿cuándo sobre un 700?.. Sí, aquella vez, con Louganis. Qué tristeza.

Y hoy, caray, cuánto alborozo.

* * * * * *

Nació en la Ciudad de Mexico el 16 de marzo de 1973. Es hijo de Fernando Platas Soria y María Virginia Álvarez. Sus hermanos, Enrique y Esperanza, quienes practicaron la natación competitiva, influyeron para que escogiera los clavados como su deporte. Aunque también tuvo que ver lo inquieto que era de niño. Sus padres lo llevaron a la Unidad Cuauhtémoc del Seguro Social cuando tenía 9 años, para que empezara con la práctica deportiva. Cursó sus estudios de primaria y secundaria en el Colegio La Salle. Estudió el bachillerato en la Universidad La Salle y en el Instituto de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Estado de Mexico, donde llegó hasta el séptimo semestre de la Licenciatura en Administración de Empresas.

Empezó a entrenar bajo las órdenes de Salvador Sobrino, quien lo preparó para que participara en sus primeras competencias en las categorías infantil y juvenil. Cuando Sobrino emigró a Australia, siguió entrenando con Gustavo Osorio y actualmente, su preparación enfocada a los Juegos Olímpicos la dirige, Jorge Rueda.

En 1988 tuvo la primera oportunidad de competir en una prueba selectiva, en la que ocupó el tercer lugar en la plataforma de los 10 metros, cuando tenía sólo 15 años. Un año después, en Leipzig, Alemania, hizo su debut internacional y obtuvo la medalla de bronce; recompensa. En 1990 regresó a la ciudad alemana para coronarse, tanto en el trampolín de 3 metros como en la plataforma de 10, así fue como inició su trayectoria. De forma modesta pero, en base a la persistencia y a su empeño, consiguió resultados en los Juegos Centroamericanos, Panamericanos, de Gran Premio, Mundiales y Universitarios.

* * * * * * * *

Llora frente a la televisión China, Ni Xiong, copiosamente.

Lloró frente a la televisión estadounidense Greg Louganis. También.

Es tiempo de revancha.

Tenías 14, años, Ni Xiong... Y esto sucedió:

26 de septiembre de 1988.

Centro Acuático Juegos Olímpicos, Seúl.

Final en plataforma de 10 metros deparada para la élite. Jesús Mena tiene el bronce. Pero el oro se decide de esta forma:

Un hombre toda exquisitez llamado Greg Louganis –narró Ramón Márquez C.—y el chino Ni Xiong, también depurado artista en eso de tirarse al agua.

Enorme duelo que se define en el décimo clavado. Xiong puntea la calificación. Va por el oro. Ha ido hacia arriba. Ni Louganis parece capaz de detenerlo.

Xiong ejecuta tres y medio giros con una y media vuelta atrás.

Los aplausos ya se desgranan en las tribunas. Espléndido desarrollo y conclusión: 637.47 puntos el total.

¿Quién supera eso?

¿Quién supera a este quinceañero Ni Xiong?

--A estas alturas yo me conformaría con que un punto de diferencia le dé la victoria a Louganis –había dicho horas antes de la prueba Ron Obrien, uno de los directores de clavados de Estados Unidos--. Y es que Greg no está entrando bien al agua...

Así habpia sido. Pero entonces Louganis, con toda su experiencia y el orgullo de campeón –en trampolín--, fue a conformar su talento. Ya no más frágiles sonrisas. Era la hora de la verdad... Y con un tres y medio holandés le puso firma a la medalla de oro. Entrada al agua con excelencia y un total de 638.61 puntos para el oro. Louganis, otra vez, como en Los Angeles, doble campeón olímpico.

--Estoy feliz, muy feliz –diría Louganis.

Sin duda. Lo está.

El clavado de la muerte, le decían al que ejecutó Louganis aquel día en que Jesús Mena, con 594.39 puntos, debajo del estadounidense y de Ni Xiong, se quedaba con el bronce.

Dos muertos llevaba en esa temporada, esta terrible ejecución. Louganis lo dominó hasta que logró hacer de él un salto primoroso: y venció a Ni Xiong por apenas poco más de un punto.

Lloró aquella noche el chino. Lo hace hoy.

Porque, ah, qué historias tiene el deporte: la revancha ya llegó, oportuna. Radiante. Floresciente: inició mal Ni Xiong la serie final en el Acuatic Center de Sydney. Fue recuperando poco a poco. Se coló al tercer puesto después de cinco saltos, de seis. Arrebató --como aquella vez se lo hicieron a él-- la segunda posición que tuvo todo el tiempo el mexicano. Y al final... por 30 décimas, ganó.

Copiosamente llora, de felicidad, Ni Xiong. Lloró Louganis. Lo hacen ahora cientos, miles.

* * * * * *

El monólogo, ahora, es de Jorge Rueda, que habla a casa al terminar la competencia y encuentra a la familia despierta: lo-vi-mos, lo-vi-mos se entrecorta la voz de su mujer, envuelta en ese llanto que estremece.

Le faltaba técnica a Fernando. Aún le falta: altura, ejecución, entrada. Eso se ha ido corrigiendo: la forma de abrir, la forma de cubrir; cubría muy rápido. Se le iba la cintura. Ese fue el cambio: tres años lleva ya conmigo y no pensé que lograra corregirle. Le falta, pero sí corrigió bastante. ¿Qué hacer? No debes descomponer el ejercicio, y empezar con clavados sencillos, sencillos... Como cuando una nota musical no te sale y empiezas: mi, mi, mi, mi. O en la escritura, con los niños, que comienzan a hacer bolitas en el cuaderno. Es decir: te vas a lo básico. Y desde ahí partes. Ya después regresas al nivel.

No se entendió con Gustavo Osorio. Empezó a tabajar desde niño con Salvador Sobrino, que lo llevó a Barcelona, lugar 17. Luego estuvo con Gustavo Osorio, tres años. Y bajó sus puntuaciones. Ya no llegaba a 600. Y fue él quien decidió por sí mismo entrenar conmigo. Todos le decía que no, pero él confió en mi. Y de 590 puntos ahorita hizo 708; subió más de cien puntos. Esta, sin duda, ha sido su mejor puntuación. Yo esperaba sobre los 670, 680, nunca 708. La verdad, nunca.

* * * * *

A un lado de la zona de prensa, temblando de alegría logra Eduardo Rueda lo que parece un discurso automotivacional.

Qué prueba, se decidió al final... Y qué final. La verdad, ese último clavado de Saotin se lo he visto muy bueno, pero también tan malo como el de hoy, en varias ocasiones.

Qué te digo: que son clavadistas con tanta experiencia en este tipo de torneos: el chino es campeón de Atlanta; y Dimitri... es Dimitri. Esta ha sido una de las pruebas más emocinantes en las que yo haya estado. Una de las mejores en mucho tiempo, en Juegos Olímpicos.

Y de verdad le doy gracias a Dios por haberme permitido presenciarla en vivo, porque será una experiencia irrepetible: saber que tu amigo, tu compañero, el que ha luchado tanto y día con día ha trabajado con denuedo, tiene por fin su medalla, es algo que te da mucho, mucho gusto. Se lo merece, completamente.

Y mucho ayuda que el equipo de hoy se ha conjuntado; es muy unido.

Simplemente le diré, ahora que pueda abrazarlo en la Villa de atletas, que es lo que se merecía. Porque es mejor, no tengo duda. Y todo esto gracias a su tenacidad... Qué bueno que tengo la oportunidad de competir el jueves, a su lado.

Y este resultado, la verdad, me relaja. Porque hay mucha diferencia entre competir aquí y en otro lado. Sería muy mentiroso si te digo; no, nada tiene que ver. Claro que hay presión; te envuelve un poquito, te enreda los pensamientos tanta gente, el saber que el mundo entero te está mirando. Pero ya estamos aquí y lo único que nos queda es hacer lo mejor, en los sincronizados. Yo, no lo dudes, me pondré a la altura.

Porque ya una vez sufrimos un tropiezo. Pero Fernando es tan fuerte de la mente; tiene una capacidad increible para estar tranquilo cuando debe y concentrado en competencia... En enero sufrimos algo muy duro: en el selectivo para 10 metros sincronizados éramos favoritos para estar, aquí, peleando una medalla. Desafortunadamente en ese selectivo, en esta misma fosa, tuvimos un error, ambos, simultáneo, y quedamos en noveno: entraban sólo los primeros ocho. En el último clavado íbamos por plata o bronce y ¡fallamos!.. ¿Tú sabes lo que eso?

Nos miramos, qué duro momento.

Lo platicamos y decidimos superarnos; echarle todas las ganas a los sincronizados en tres metros. Pero eso es lo que tiene el deporte: llega el tiempo de revanchas. Ya llegará la nuestra, eso, ni lo pienso.

* * * * * *

Fernando Platas tuvo que recorrer este camino: cincuenta competidores, en la preliminar; clavados libres. De ahí se eliminabam hasta quedar 18; en la semifinal, con saltos obligatorios, otros seis salen, para quedar doce, pero esos saltos ya puntean para la prueba de la noche.

Es tiempo de revanchas.

Tiene la propia Jorge Rueda: “Presionamos al ruso, así estaba diseñado, y nos desquitamos después de veinte años de que nos ganaron la medalla de oro, allá en Moscú, con Carlos Girón. El ruso no aguantó la presión y eso de que se trata del mejor clavadista del mundo.

Y ya acaba el relato de esta jornada lluviosa, incontenible, en la que una bandera verde-blanco-roja, ondeó en la ceremonia.

Se va Fernando Platas, mojado, a cumplir con compromisos de Té vé. Lleva al pecho su medalla; apenas unos minutos, porque debe ir a entrenar.

Ya amanece. Se escuchan todavía, como al oído, sus palabras.

--...En mi fantasía había, es verdad, algunas variaciones, como que yo ganaba el oro; y casi-casi... Pero así, se los juro, lo soñé.

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