30.3.09

Adiós, Ratoncito...



Alguna ocasión un seguidor de Raúl Ratón Macías

le dijo que siempre le ponía veladoras cuando peleaba.

Raúl le reprochó en tono bromista:

"Y el día que no me prendiste, me tronaron la quijada”.


Pedro Díaz G.


Los problemas de salud llegaron hace siete años. El cáncer invadió su cuerpo; a últimos meses, las radiaciones obligaron a dos operaciones de intestino, la última, el sábado. Eso aceleró la noticia: murió Raúl Ratón Macías.

Uno de los más grandes ídolos del boxeo mexicano, dejó de respirar el lunes 23 en el Hospital 20 de Noviembre, a la edad de 74 años.

Macías, ex campeón mundial de peso gallo, internado estuvo bajo observación luego de ser operado dos veces del intestino grueso.

Fue alrededor de las ocho de la noche.

Y como en aquellas peleas de antaño, las veladoras permanecían encendidas en muchos hogares mexicanos. Orando por su triunfo.

Esta vez venció el cáncer.

Su cuerpo será velado en la colonia Roma. Le acompañarán su gente y los mariachis.


* * *


Martes 24 de marzo. Mediodía. Atrio del santuario de Guadalupe.

En La Villa está por empezar una misa de cuerpo presente al más grande ídolo de todos los tiempos en el boxeo nacional.

Van llegando los familiares, los peleadores de antaño, los promotores... Reporteros inundan con el flash de sus cámaras cada rostro compungido.

Hay tristeza.

Se nota. Surcan lágrimas las mejillas de Natalia Gómez, una secretaria que se regaló unos minutos pero ya se marcha limpiándose el maquillaje.

“Tenía 74 años de edad; fue paro respiratorio, estaba desde hacía una semana en el Hospital 20 de Noviembre”, musita.

Está aquí doña Enriqueta. Ya no tiene dientes. Ella creció en la misma calle del Ratón, Granaditas, en el mero barrio bravo de Tepito.

“La calle era nuestra. Éramos así de pequeñitos, como ése niño –y una mano blanca llena de arrugas indica hacia uno de seis años--. Raúl era muy travieso: le decía a mi hermano, cuando salíamos de la escuela: ´eh, amigo, al rato te espero para que juguemos un rato´.

“¡Noooo!, le prohibía yo. Ése chamaco es bien peleonero. Dice vamos a jugar, pero eso significa tiro.

“Ya más grande, narra esta dama de gratos recuerdos, bajo un sol que abrasa y penetra el corazón cuando un nutrido grupo arremete con las porras, se volvió un buen bailador. Danzonero". Sonrié la mujer.

Ya llega el féretro con el cuerpo de Raúl. La carroza fúnebre arriba al patio de la Basílica y de inmediato es rodeada por fieles y aficionados que siguen el trayecto del ataúd hasta el centro de la iglesia.

Monseñor Diego Monroy oficiará la liturgia.

Bendiciones, porras.

Vivas y aleluyas.

Llamado a misa: ya te espera la virgen de Guadalupe.

¿Así que ya te vas, Ratoncito?


* * *


Muchos lo recuerdan por esta frase: “todo se lo debo a mi manager y a la virgencita de Guadalupe”.

Pero tuvo el Ratón otras igual de famosas. Una de ellas, por ejemplo, cuando creó su negocio, una cantina, y sus palabras le pedían a los cuates: “Cuídame la barra, ¡que me dan baje con las botellas!”…

Nadie lo olvida: paralizó el país en cada una de sus peleas.

Arturo Macías, hijo del legendario boxeador, habla con la prensa.

“Fue en dos semanas; murió tranquilo”.

Su mayor trofeo: la Plaza de Toros México, con más de 50 mil aficionados que lo vieron en su victoria ante el estadounidense Nate Brooks, el 26 de septiembre de 1954.

Qué ironía: precisamente el 23 de marzo, día de su muerte, cumplía 52 años de casado con Yolanda Calderón. A ella, hace algunas noches, le susurró:

Mi amor. El día en que yo me muera, México se va a paralizar. Como en aquellas peleas; como cuando nos casamos…


* * *


Raúl Macías tuvo una destacada carrera amateur que culminó con su participación en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952.

Cuando ingresó al profesionalismo el primero de enero de 1953, con un nocaut efectivo ante Guillermo Sánchez, en Culiacán, Sinaloa, capturó la idolatría de la gente.

En alguna ocasión desayunaron ídolo y reportero en el Vips de Fray Servando, muy cerca de su casa de Balbuena. De buen diente, el Ratón Macías devoró sendos y deliciosos chilaquiles. Y platicó su vida. Una vez más. Como tantas veces ante los medios de comunicación:

“Yo era muy disciplinado. Y cuando volvía de mis peleas luego luego me iba a dormir, porque sabía que al otro día debía ir a agradecer a La Villa, a la virgen de Guadalupe, por haberme dado el valor y las fuerzas necesarias; le agradecía también por mi rival, porque no lo hubiese yo lastimado.

“Y vieras. Partía solito de mi casa, aún no amanecía. Cuatro, cinco de la mañana. Y allí iba yo, andando poco a poco, y saludando a la gente. Quiubas Ratón. Bien hecho, mi Ratón. Y ellos se me pegaban. Y ya cuando agarrábamos Calzada de Guadalupe, no éramos uno ni cien. ¡Éramos miles! Ah… Ese cariño de la gente es lo que me hace feliz”.

La última pelea de su carrera la sostuvo contra Ernesto Parra en febrero de 1959, en la Arena México, y después de imponerse por puntos en 10 rounds, tomó el micrófono para decir que se retiraba. Fue tan sorpresivo: ¿dejaba la la actividad que le dio gloria y reconocimiento? La afición se mostró escéptica ante lo intempestivo del anuncio.

“Le prometí a mi jefecita que me iba a retirar para que estuviera tranquila. Me retiré para evitarle sufrimientos, y a la semana que anuncié el adiós, dejó de existir”.

Su récord profesional: 41 victorias, 25 por la vía del nocaut, con sólo dos derrotas.

Y una espina de idolatría clavada en el corazón de cada mexicano.


* * *


México no sería este país sin Raúl Ratón Macías. O sin el futbolista Horacio Casarín, o sin los toreros Silverio Pérez, Lorenzo Garza, o sin los inmortales actores Pedro Infante y Jorge Negrete; sin los luchadores El Santo y Gori Guerrero.

Dignificó a los pobres de México, a los que menos tienen, a los desposeídos. Tuvo carisma y sencillez.

Raúl Macías Guevara ha sido reconocido como el máximo ídolo en un deporte que ha tenido a figuras como Ricardo “Pajarito” Moreno, José “Toluco” López, Rubén “Púas” Olivares, Julio César Chávez y muchos más.

Nadie como él: educado, sencillo, con un natural don de gente.

“Me consideran la máxima figura del boxeo, me reconocen y admiran, que es lo mas importante para el ser humano”.

Uno de sus máximos orgullos era su casa. Inocente siempre, narró que la suya es una réplica de la residencia del que fuera su representante, Luis Andrade, un próspero ganadero del Estado de Hidalgo, su patrón cuando mensajerito en las oficinas en la calle de Lafragua 13, frente a Sanborns de Reforma.

“Quiero una como la de usted; igualita – le pedí. ¡Y me la mandó construir!”


* * *


¿Qué le diría si lo tuviera enfrente?

¿Qué dirías al Ratoncito?

Responde doña Enriqueta:

“Que siempre fue un buen ejemplo. Que es lamentable su perdida, por que aparte de ser una gloria de nuestro boxeo, era una persona sencilla, preparada y humana. Que desgraciadamente cuando mueren estos ídolos tan escasos en la actualidad es cuando se les quiere hacer los reconocimientos y homenajes que en vida no se les ofrecieron; que descanse en paz Raúl Macías. Mi más sentido pésame a la familia del campeón”.

Debías estar aquí, Ratón Macías. Mirando y disfrutando de tu misa.

Verías cómo te quiere el pueblo, te darías cuenta de que no hay un asiento libre en toda la Basílica. Encontrarías a tanta gente que te conoció y a mucha más que hoy sólo viene a venerarte. A decirte allá nos vemos. A enjugar lágrimas emocionadas por el coro de la iglesia.

Escucharías todo lo que se dice de ti, esta tarde mientras los niños entonan cánticos celestiales y el padre que oficia tu misa, casi rompe en llanto.

Por ejemplo, a tus oídos llegaría esta historia, que tú bien conoces:

“Mi papá –dice un hombre ya mayor creció en una familia de verdad muy muy pero muy pobre. Al grado de que mi abuela tenía que cocinar con leña. Ellos vivían en las afueras de ciudad de México. Mi padre era un niño y como todo niño uno de sus ídolos era el Ratón Macias.

“Una vez hubo una campaña del gobierno de la ciudad en aquel entonces donde a la gente de bajos recursos se les regalaron estufitas de petróleo para que cocinar fuera un poco mas seguro y cómodo.

“Y para que la gente acudiera, quien repartía las estufitas era El Ratón, el ídolo del momento. Estaba en su apogeo. Y que las regalan todas y que mi abuela se queda sin nada.

“Cómo los vería de amolados que el señor Macías se bajó del camioncito en el que estaba repartiendo las cosas y se puso a platicar con mi abuela. Después se regresó y agarró una de las estufitas que quedaban para otros barrios y le dijo al que llevaba el control:

“…´No te preocupes, al rato yo mismo te la repongo´. Y se la regaló a mi abuelita y a esa santa mujer que era mi abuela se le iluminó la cara. Le dio miles de gracias. Pero cuál sería su sorpresa, que al llegar a casa dentro de la estufita el Ratón había metido un sobrecito con algunos billetes y una notita que decía que “nunca perdieran su fe en la virgen de Guadalupe”.

"Mi papá vio a mi abuela llorar por el gesto del Ratón y se regresó a donde había pasado todo, pero ya se había ido la caravana.

“Se quedó con ganas de darle las gracias al campeón. Muuchos años después, por ahí de 1990, estábamos desayunando en familia en el Sanborns de Montevideo, esquina Instituto Politécnico y a unas mesas de distancia estaba el Ratón; obvio, mi padre no dejó pasar la oportunidad, se levantó y fue hacia este hombre a darle las gracias por el gesto que tuvo con mi abuela.

"Sorprendentemente recordaba el suceso. Ahí se pusieron a platicar un buen rato. Yo la verdad no me acerqué, dejé que platicaran. No sé qué dirían, que a los dos como que les dio sentimiento y se les humedecieron los ojos.

| “Y pues la verdad yo me quedaré para siempre con ese recuerdo del que fue no sólo un gran boxeador, sino lo más importante: un gran hombre.

“Hasta luego Ratón, ahí te alcanzamos”.


* * *

Está aquí Víctor Cota, periodista de años. Amigo del Ratón.

“Ningún deportista en nuestro país ha tenido su carisma, su arrastre entre las multitudes para convertirse en ídolo nacional e internacional", dice.

Y recuerda la frase del promotor George Parnassus, quien hacía funciones en California, Estados Unidos:

“Macías es el peleador que todo mundo sueña, que deja gente fuera de las arenas, del Olympic, de El Forum”.

“Raúl Macías fue el boxeador más decente y honesto que conocí en mi vida”.


* * *


Son miles los aficionados que en la Basílica de Guadalupe desean decirte adiós.

Raúl Macías Guevara, están aquí tus familiares, los monarcas y ex monarcas mundiales, la gente del pueblo.

Aquí Humberto Chiquita González, Rubén Olivares, Pipino Cuevas, Carlos Zárate, Jesús Castillo y Alfonso Zamora.

Hay rezos y aplausos.

Son al menos 5 mil personas.

La misa estará a cargo del Vicario General y Episcopal de Guadalupe y Rector del Santuario, Monseñor Diego Monroy Ponce, quien pide a El Señor:

“Recuerda a tu hijo Raúl, a quien llamaste hoy de este mundo a tu presencia”.

“Cómo olvidar la frase del Ratón Macías: 'todo se lo debo a mi manager y a la Virgencita de Guadalupe'. Hoy la virgen recibe a su hijo”.

Adentro y a las puertas de la Basílica, los aficionados te dedican vítores.

“¡Ratón, Ratón, ra-ra-rá!”

“¡Viva México. ¡Viva el Ratón!”.

“¡Gracias, Ratón, allá nos vemos!”

Se aplauden las palabras de Monseñor Monroy.

“Aquí está el pueblo, tu admirador. Aquí está todo Tepito, mi Ratón”.


* * *


Es un momento muy íntimo, a pesar de la muchedumbre. Estar aquí, cerca del héroe de mediados de siglo. Escuchar las historias que hasta este atrio han llegado. Saludar y abrazar a los amigos.

Y llorar. Hacerlo porque te vas; porque estuviste.

Porque ante la petición de una última entrevista, respondiste a los comunicadores, en voz de tu hijo Arturo:

“Diles que muchas gracias, que ya hablé demasiado. Que me recuerden siempre como el buen campeón y el buen mexicano por el que tanto me esforcé”.

Y a tu familia, que solloza. Te sobreviven tu esposa amantísima, Yolanda Calderón, y tus hijos Arturo, Olga, y Guadalupe Yolanda. Vas al encuentro de tus otros hijos, Luis Raúl y Jorge.

Cierra sus puertas la carroza.

Inicia el viaje al crematorio.


* * *


Hay aquí un personaje que, diríamos, te vio nacer, Raúl:

Se llama Alberto Reyes y ahora porta el cabello encanecido con el plata de los años. Y cuando te entrevistó para el Esto, en marzo de 1955, te confesaste ante él. No lo olvida. Fue apenas unos días después de ganar el título gallo de la NBA.

Esta tarde de aromas a copal, Reyes rememora tus palabras:

“Cuando me marché, me dijo el Ratón, me fueron a despedir tan pocos, que nunca me imaginé tal recibimiento a mi regreso... En un principio no pude hablar de la emoción tan intensa que sentía y hasta se me rodaron las lágrimas.

“Nunca antes en mi vida había visto tanta gente reunida. Sentía un no sé qué al pensar que toda esa multitud estaba para recibirme. Con todo esto ¿quién no sube a exponer todo lo que tiene y si es posible deja la vida sobre un ring?

“La afición mexicana merece todos mis respetos y el máximo de mis esfuerzos. Ya le he traído una parte del título, ahora sólo me resta luchar por la otra parte para darle a mi México una corona mundial absoluta.

“Todo lo anterior nos lo decía el chamaco Macías al abordarlo en su trabajo. Si apenas había llegado la noche anterior y ya se había reportado a la oficina de su protector Luis Andrade, a continuar desarrollando sus labores de secretario, solícito, sencillo, no como triple monarca gallo e ídolo de México, sino como cualquier sufrido oficinista.

“No había dormido nada y la desvelada se acentuaba en la palidez de su rostro.

“Dijo: esa gente de mi barrio cuántas satisfacciones me ha brindado. El homenaje que me hicieron es para no olvidarse nunca. El gentío era más inmenso que el del puerto aéreo. Yo me sentía un poco asustado, no por mí, si no por todas esas señoras, niños y ancianas que andaban en la bola. Rogué por que no les fuera a pasar nada.

“A mí me querían llevar a otra parte temiendo que me fuera a lastimar la muchedumbre. Pero bonito la hubiera hecho pagarles tan tremenda plancha. Nunca me lo hubiera perdonado y me fui con ellos, a tratar de demostrarles mi agradecimiento. Llegué sin zapatos y sin calcetines a Tepito, pero eso qué importaba, ya estaba con los míos.

“Estuve recibiendo visitas hasta las cinco de la mañana, después me les escapé para irme a la Villa. Tenía que ir arrodillarme ante la Virgen guadalupana”.


* * *


Al rescate de las frases que te definen:

Raúl era una gran persona, seguirá siendo el ídolo más grande de México. Recuerdo sus peleas; cuando estaba enfermo varias veces platiqué con él: Pipino Cuevas.

El Ratón nació con carisma, siempre lo vi contento y nos daba consejos. Adoraba a la virgen de Guadalupe, que estoy seguro lo cuidará. La última vez que coincidimos fue en Veracruz: Humberto Chiquita González.

Su muerte es muy lamentable para la familia boxística. Era muy optimista, alegre, siempre con una broma sana por delante. Lo vi en diciembre; tuve el orgullo de simular pelear con él en una película que hicimos. Lo vamos a recordar con mucho afecto: Rafael Herrera.

Era un gran amigo que me daba consejos. Me decía que siempre tenemos que andar bien vestidos, ser educados, retirarnos del boxeo a tiempo. También me decía que cuidara a mis hijitas. Se nos fue, pero siempre lo recordaremos. Que la virgen lo cuide: José Antonio Aguirre.

En enero lo vi bailar en una reunión de gente de boxeo, fue la última vez que conviví con él y me comentó que estaría en la peregrinación de este sábado. Lo extrañaremos: Martín Bravo, presidente de la Asociación Mutualista de Boxeadores.


* * *


No se diluye el grupo. Persisten las porras. Esperan a que salgas de la Basílica para tomarte una última foto, Raúl, míralos: te adoran.

Yo, después de aquella charla con mi Ratoncito, en los años ochenta, para las páginas de unomásuno, me quedé con un legado tuyo.

Anhelaba, como todos los jóvenes de la época, portar un lindo arete, no sabía precisamente de qué lado, y dejarme crecer el cabello para peinármelo con colita.

El desayuno fue sensacional. Al terminar el último sorbo al café, comentaste, ya en sobremesa y con el único gesto de disgusto en la mañana entera:

¿Sabes qué es lo que más me choca de estos tiempos en los que vivimos?

No, campeón –respondí sin esperar lo que vendría.

Que los hombres se pongan un arete. Eso sí que no lo soporto.

No lo hice. Nunca. Y han pasado los años.

Hoy que te vas. Esta tarde de emociones, en la que sí, tenías razón, México se paralizó como sucedía cuando peleabas, deambulo con la certeza de que alguna vez platiqué con el ídolo más querido de la gente, y una sola palabra emerge de mis entrañas.

Y te la quiero gritar, para que lo escuches hasta ese féretro desde el que nos sonríes:

¡Gracias!

¡Muchas gracias, Ratón…!

Allá nos vemos.

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