27.11.09

Esta noche revive el Ratón Macías



¿Lo conoce?

Le llamaron El Ratón.

El Ratón Macías.

Y desde pequeño fue un niño adorable; travieso y peleonero. Al morir, a los 74 años, el pasado 23 de marzo, se convirtió en leyenda.

Esta noche, cuando la Lotería Nacional realice su Sorteo Superior número 2219, que tiene un premio mayor de 15 millones de pesos, el ídolo más grande de todos los tiempos, en el boxeo mexicano, Raúl ‘Ratón’ Macias, volverá a vivir.

Un billete de la lotería le hará el milagro.

El Sorteo estará presidido por el Director General de Lotenal, Benjamín González Roaro, estarán presentes: José Sulaimán, Presidente del Consejo Mundial del Boxeo; Yolanda Calderón de Macias, Esposa de “Don Raúl ‘El Ratón’ Macias, entre otros.

* * *

Si no lo conoce, dibujemos un poco de su grandeza.

El Ratón en tres actos.

Primero:

Los problemas de salud llegaron hace siete años. El cáncer invadió su cuerpo; a últimos meses, las radiaciones obligaron a dos operaciones de intestino, la última, aceleró la noticia: murió Raúl Ratón Macías.

Uno de los más grandes ídolos del boxeo mexicano, dejó de respirar el lunes 23 de marzo de 2009, en el Hospital 20 de Noviembre, a la edad de 74 años.

Macías, ex campeón mundial de peso gallo, internado estuvo bajo observación luego de ser operado dos veces del intestino grueso.

Fue alrededor de las ocho de la noche.

Y como en aquellas peleas de antaño, las veladoras permanecían encendidas en muchos hogares mexicanos. Orando por su triunfo.

Esta vez venció el cáncer.

Su cuerpo fue velado en la colonia Roma. Le acompañaron su gente y los mariachis.

Segundo acto:

Martes 24 de marzo. Mediodía. Atrio del santuario de Guadalupe.

En La Villa está por empezar una misa de cuerpo presente al más grande ídolo de todos los tiempos en el boxeo nacional.

Van llegando los familiares, los peleadores de antaño, los promotores...

Reporteros inundan con el flash de sus cámaras cada rostro compungido.

Hay tristeza. Se nota. Surcan lágrimas las mejillas de Natalia Gómez, una secretaria que se regaló unos minutos pero ya se marcha limpiándose el maquillaje.

“Tenía 74 años de edad; fue paro respiratorio, estaba desde hacía una semana en el Hospital 20 de Noviembre”, musita.

Está aquí doña Enriqueta. Ya no tiene dientes. Ella creció en la misma calle del Ratón, Granaditas, en el mero barrio bravo de Tepito.

“La calle era nuestra. Éramos así de pequeñitos, como ése niño –y una mano blanca llena de arrugas indica hacia uno de seis años--. Raúl era muy travieso: le decía a mi hermano, cuando salíamos de la escuela: ´eh, amigo, al rato te espero para que juguemos un rato´.

“¡Noooo!, le prohibía yo. Ése chamaco es bien peleonero. Dice vamos a jugar, pero eso significa tiro.

“Ya más grande, narra esta dama de gratos recuerdos, bajo un sol que abrasa y penetra el corazón cuando un nutrido grupo arremete con las porras, se volvió un buen bailador. Danzonero". Sonrié la mujer.

Ya llega el féretro con el cuerpo de Raúl. La carroza fúnebre arriba al patio de la Basílica y de inmediato es rodeada por fieles y aficionados que siguen el trayecto del ataúd hasta el centro de la iglesia.

Monseñor Diego Monroy oficiará la liturgia.

Bendiciones, porras.

Vivas y aleluyas.

Llamado a misa: ya te espera la virgen de Guadalupe.

–¿Así que ya te vas, Ratoncito?

Tercer acto:

Muchos lo recuerdan por esta frase: “todo se lo debo a mi manager y a la virgencita de Guadalupe”.

Pero tuvo el Ratón otras igual de famosas. Una de ellas, por ejemplo, cuando creó su negocio, una cantina, y sus palabras le pedían a los cuates:

“Cuídame la barra, ¡que me dan baje con las botellas!”…

Nadie lo olvida: paralizó el país en cada una de sus peleas.

Arturo Macías, hijo del legendario boxeador, habla con la prensa.

“Fue en dos semanas; murió tranquilo”.

Su mayor trofeo: la Plaza de Toros México, con más de 50 mil aficionados que lo vieron en su victoria ante el estadounidense Nate Brooks, el 26 de septiembre de 1954.

Qué ironía: precisamente el 23 de marzo, día de su muerte, cumplía 52 años de casado con Yolanda Calderón. A ella, hace algunas noches, le susurró:

–Mi amor. El día en que yo me muera, México se va a paralizar. Como en aquellas peleas; como cuando nos casamos…

Raúl Macías tuvo una destacada carrera amateur que culminó con su participación en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952.

Cuando ingresó al profesionalismo el primero de enero de 1953, con un nocaut efectivo ante Guillermo Sánchez, en Culiacán, Sinaloa, capturó la idolatría de la gente.

La última pelea de su carrera la sostuvo contra Ernesto Parra en febrero de 1959, en la Arena México, y después de imponerse por puntos en 10 rounds, tomó el micrófono para decir que se retiraba. Fue tan sorpresivo: ¿dejaba la la actividad que le dio gloria y reconocimiento? La afición se mostró escéptica ante lo intempestivo del anuncio.

“Le prometí a mi jefecita que me iba a retirar para que estuviera tranquila. Me retiré para evitarle sufrimientos, y a la semana que anuncié el adiós, dejó de existir”.

Su récord profesional: 41 victorias, 25 por la vía del nocaut, con sólo dos derrotas.

Y una espina de idolatría clavada en el corazón de cada mexicano.

(Bonus scene):

México no sería este país sin Raúl Ratón Macías. O sin el futbolista Horacio Casarín, o sin los toreros Silverio Pérez, Lorenzo Garza, o sin los inmortales actores Pedro Infante y Jorge Negrete; sin los luchadores El Santo y Gori Guerrero.

Dignificó a los pobres de México, a los que menos tienen, a los desposeídos. Tuvo carisma y sencillez.

Raúl Macías Guevara ha sido reconocido como el máximo ídolo en un deporte que ha tenido a figuras como Ricardo “Pajarito” Moreno, José “Toluco” López, Rubén “Púas” Olivares, Julio César Chávez y muchos más.

Nadie como él: educado, sencillo, con un natural don de gente.

“Me consideran la máxima figura del boxeo, me reconocen y admiran, que es lo mas importante para el ser humano”.

Uno de sus máximos orgullos era su casa. Inocente siempre, narró que la suya es una réplica de la residencia del que fuera su representante, Luis Andrade, un próspero ganadero del Estado de Hidalgo, su patrón cuando mensajerito en las oficinas en la calle de Lafragua 13, frente a Sanborns de Reforma.

“Quiero una como la de usted; igualita – le pedí. ¡Y me la mandó construir!”

* * *

“Mi papá –contó un hombre ya mayor– creció en una familia de verdad muy muy pero muy pobre. Al grado de que mi abuela tenía que cocinar con leña. Ellos vivían en las afueras de ciudad de México. Mi padre era un niño y como todo niño uno de sus ídolos era el Ratón Macias.

“Una vez hubo una campaña del gobierno de la ciudad en aquel entonces donde a la gente de bajos recursos se les regalaron estufitas de petróleo para que cocinar fuera un poco mas seguro y cómodo.

“Y para que la gente acudiera, quien repartía las estufitas era El Ratón, el ídolo del momento. Estaba en su apogeo. Y que las regalan todas y que mi abuela se queda sin nada.

“Cómo los vería de amolados que el señor Macías se bajó del camioncito en el que estaba repartiendo las cosas y se puso a platicar con mi abuela. Después se regresó y agarró una de las estufitas que quedaban para otros barrios y le dijo al que llevaba el control:

“…´No te preocupes, al rato yo mismo te la repongo´. Y se la regaló a mi abuelita y a esa santa mujer que era mi abuela se le iluminó la cara. Le dio miles de gracias. Pero cuál sería su sorpresa, que al llegar a casa dentro de la estufita el Ratón había metido un sobrecito con algunos billetes y una notita que decía que “nunca perdieran su fe en la virgen de Guadalupe”.

"Mi papá vio a mi abuela llorar por el gesto del Ratón y se regresó a donde había pasado todo, pero ya se había ido la caravana.

“Se quedó con ganas de darle las gracias al campeón. Muuchos años después, por ahí de 1990, estábamos desayunando en familia en el Sanborns de Montevideo, esquina Instituto Politécnico y a unas mesas de distancia estaba el Ratón; obvio, mi padre no dejó pasar la oportunidad, se levantó y fue hacia este hombre a darle las gracias por el gesto que tuvo con mi abuela.

"Sorprendentemente recordaba el suceso. Ahí se pusieron a platicar un buen rato. Yo la verdad no me acerqué, dejé que platicaran. No sé qué dirían, que a los dos como que les dio sentimiento y se les humedecieron los ojos.

“Y pues la verdad yo me quedaré para siempre con ese recuerdo del que fue no sólo un gran boxeador, sino lo más importante: un gran hombre.

“Hasta luego Ratón, ahí te alcanzamos”.

* * *

Hoy por la noche revive el “Ratón”.

Un billete de la Lotería le hará el milagro.

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