28.5.07
El mito de JC: el ídolo de papel periódico
El otro perfil de Julio César Chávez. Desde sus anhelos infantiles hasta los múltiples juicios que ha debido enfrentar. Vinculado con amigos narcotráficantes, sin embargo, jamás se encontraron pruebas contundentes en su contra. Varias facetas escondidas, inéditas u olvidadas, del ex campeón que está de regreso, ahora en las pantallas
Por Pedro Díaz G.
pedrodiazg@eme-equis.com.mx
Estampa uno. La infancia. Mamá Isabel sólo le acariciaba la cabeza, mientras enjuagaba y volvía a enjabonar los bultos de ropa ajena, al escuchar al pequeño, que le decía: “amá, cuando yo sea campeón del mundo le voy a poner su casa y le voy a dar todo lo que usté quiera…”
Ya traía en las venas las ganas de pelear, ya veía aquel niño al boxeo como la única puerta que le conduciría a la gloria: el cuarto hijo de once del matrimonio Isabel González y Rodolfo Chávez Lizárraga nació el 12 de julio de 1962 en Ciudad Obregón, Sonora.
Fue bueno para el futbol. Pero cuando lo provocaban, lo encontraban. Para evitar ser expulsado no reclamaba durante el partido, pero en alguna ocasión al finalizar a un niño le quebró la quijada por lo que le bautizaron como Míster Nocaut. Inquieto como todos, le gustó el deporte, sobre todo el beis y el volibol, donde inclusive era de los primeros seleccionados, por sus aptitudes. Pero sería el boxeo el que lo marcaría. Por pasar todas las tardes en las calles, vagando, jugando todo el día, Julio César no fue el estudiante modelo. A los diez años comenzó a trabajar. Vendía periódicos. Y de cada peso que ganaba, la mitad era para su madre. Con el resto compraba sus libros y cubría algunas de sus necesidades.
Terminaría la preparatoria, sí, pero apenas, pues el pugilismo le atrapó y comenzó a entrenar a escondidas de su madre. “Confieso que al principio no me gustaba, pero se me fue metiendo porque veía a mi mamá sufrir con el gasto y al planchar la ropa ajena para ayudarle a mi papá. No nos estábamos muriendo de hambre, pero sí había muchas necesidades. Y como dos de mis hermanos, Roberto y Rafael se dedicaban al box, pues yo también le entré”, ha dicho cuando de hablar de sus primeros años se trata.
Su padre, quien trabajó en Ferrocarriles Nacionales, de Sonora fue trasladado a Mazatlán, y más tarde a Culiacán. Y hasta el gimnasio del profesor Ramón Félix llegaría el joven JC, sobre todo enmuinado por las golpizas que de vez en vez veía que otros púgiles le aplicaban a sus hermanos. Quería, por supuesto, vengarse, y por ello les prometió que sería boxeador, y de los buenos. Yo sí ganaré todas mis peleas, se ufanaba.
Y sí. Pero antes, a sus 11 años, debía enfrentar a Pilar, quien de 14, era una de las peleadoras más aguerridas del gimnasio. Era hermana de Juan Antonio López, boxeador afamado en Culiacán, y que, tras las repasadas que le daba la chica al pequeño Julio César, se convirtió en el primer manager del futuro campeón del mundo.
Pero el dinero no llega por carretadas a los gimnasios para los incipientes peleadores. Así que Julio César Chávez primero fue voceador, después ingresó a las filas de lavacoches, fue pintor de casas y vendedor de tortugas caguamas preparadas, en épocas de Semana Santa. Y es ahí donde conoció a quien sería su esposa, Amalia Carrasco.
Una vez dentro del boxeo, las cosas se fueron dando con cierta facilidad.
Ganó los Guantes de Oro, torneo amateur en Sinaloa; con trece combates invicto, viajó a México en 1979, para defender su título, pero encontró a Diego Ávila, un boxeador amateur quien sería, por muchos años, el único vencedor de Julio César. Luis Villanueva, el Kid Azteca, estuvo presente en aquella función. Se acercó a Chávez y le dijo, para confortarlo: “Julio, no te preocupes, tú ganaste. Esto es así. Cuídate porque tienes todo para ser campeón del mundo”.
Pero esa derrota nada significó para él, por lo menos en las estadísticas, pues debutó profesionalmente el 5 de febrero de 1980, y derrotó a Andrés Félix, en Culiacán: nocaut en seis asaltos.
Y algo sucedió en Julio César que casi lo arrebata de los cuadriláteros: sentía un cansancio tal al acabar los combates, que muy interiormente decidía abandonar el ring, pero cuando debía externarlo, no lo lograba, pues era mayor que el cansancio y todos los miedos, su palabra empeñada: yo no voy a perder ninguno de mis combates…
Así fue. Con 43 peleas sin derrota se presentó la noche del 13 de septiembre de 1984 como un desconocido para la mayoría de las mexicanos. Y en Los Angeles noqueó al favorito Mario “Azabache” Martínez para ganar su primer título mundial, el superpluma del CMB.
Qué pelea. Si no la más espectacular, sí la que le abría las puertas al mundo de los dólares: acostumbrado a obtener un promedio de 3 mil 500 por combate, por el del título mundial percibió 30 mil de los billetes verdes.
El dinero llegaría ahora sí, en paquetes de Pago por Evento: en su siguiente pelea, ante Rubén Castillo, su primer retador, en abril de 1985, ganó Julio César 100 mil dólares.
Incipiente deportista, Julio era, sin embargo, un profesional como amiguero… Desde niño.
Estampa dos. La doce cuerdas. Fueron 24 años sobre el ring. Y sus números: cinco títulos mundiales en tres diferentes divisiones, 107 peleas, con 102 triunfos, 2 empates y tres derrotas.
Poco antes de su pelea de 1992 ante el Macho Camacho, Julio César se definió a sí mismo: “Realmente todo lo que sé lo traigo de nacimiento, porque los managers que he tenido no me han enseñado nada... O, mejor dicho, no me han enseñado gran cosa, honradamente. Claro, me han dado muy buenos consejos, pero realmente lo que soy lo he aprendido en mis peleas contra los más experimentados. Me defino como alguien que sabe golpear sin que lo golpeen, que tiene sentido de la distancia. Sé acoplarme a cualquier estilo de pelea y cuando quiero boxear, boxeo, y cuando me quiero fajar, me fajo”.
El nombre de JC se imprime cada día en centenares de periódicos. De él mucho se dice. Pero pocos como Francisco Ortiz, periodista, experto en boxeo que vivió no sólo de cerca, sino hasta en los juzgados su intensa relación con Chávez, habla del ídolo que se desmoronaba por dentro.
Dice:
“Julio ha sido uno de los mejores, pero también el más manipulable de los grandes guerreros mexicanos del ring. Boxísticamente un fenómeno, pero a la vez un producto mediático que supieron aprovechar los mercaderes José Sulaimán y Don King.
“Fue inspiración para millones de compatriotas que cruzaron la frontera norte y que en sus hazañas encontraron la venganza contra la discriminación, los malos tratos, el odio racial de los anglosajones o el desprecio de los afroamericanos. Ahí, en el ring, Julio pulverizaba rivales de todos colores: principalmente negros y blancos, pero también amarillos, rojos y hasta anaranjados. Y eso hizo del púgil de Sonora adoptado por Sinaloa, un ídolo, pero no en México, sino en el Sur de Estados Unidos y en los dos estados que lo parieron, natural y boxísticamente.
“Pero el ìdolo se desmorona. Detras de esa actitud de guerrero implacable estaba una personalidad vulnerable. Y había que cruzar esa frontera, atravesar esa guardia para darse cuenta de que Julio César Chávez era un hombre común, con carácter moldeable, permeado por los problemas, los vicios como el alcohol y quien sabe qué otros; por su adicción a las mujeres y la adulacion de muchos medios y de sus rémoras con piel de amigos y familiares.
“Una delgada línea que cruzaron muchos y que aprovecharon Don King, Sulaimán y una parentela multitudinaria a la que le alquilaba pisos completos de habitaciones en el Caesars Palace de Las Vegas y daban a su nombre propinas de a 50 dólares, del bolsillo del campeón. Explotado incluso por muchos periodistas que le cobraban sus lisonjas y por promotores y seudorepresentantes metidos en el narcotráfico, que lo vieron como mina para lavar oro y desteñir pecados”.
Julio César fue por todo. Reveló a Alejandro Toledo en el libro Viaje Mágico y Misterioso:
“Vendiendo caguama conocí a mi esposa Amalia. Ella con una carreta y yo con otra. La vi, me gustó. Nos hicimos novios. Y al año me la robé, o nos robamos. Nos fuimos a Mazatlán. Al día siguiente del viaje me andaba buscando Ramón Félix, mi manager, para darme la noticia de que me había llegado la oportunidad para el campeonato del mundo, y tenía que ir a Las Vegas. No tuve luna de miel ni nada: me devolví a Culiacán, me fui a Nevada a firmar el contrato…
“--¿Tu mujer no protestó?
“--No, era la ilusión que yo tenía. De Las Vegas me fui a la ciudad de México a concentrarme. Fue mi pelea contra Mario “El Azabache” Martínez. Me coroné campeón del mundo, y ya pude estar con ella. Me trajo suerte. Ahí comenzaron mis defensas. Luego me casé, por la Iglesia y todo. Ella ya estaba embarazada de mi hijo Julio”.
Por el asombro de la gente y por los dólares que generaba que en cada hogar, bar o restaurante, se transmitiera su próxima pelea, una vez obtenido el título superpluma CMB en 1984: nocaut en ocho a Mario Martínez, fue por el de los ligeros en versión AMB al derrotar a Edwin Rosario, en 1987, por nocaut técnico en el undécimo asalto.
Sin duda el más dramático de sus combates fue ante Meldrick Taylor, en marzo de 1990. Chávez perdía claramente en la puntuación, pero una reacción a 30 segundos de culminar la pelea, le sirvió para derrotar por nocaut técnico, Richard Stelle detuvo el combate a dos segundos de sonar la campanilla final, que le hubiese dado un triunfo en las tarjetas al estadounidense.
Nunca como esa noche tanta euforia contenida: del amargo gesto de la derrota a los saltos de patriótica alegría.
Chávez era respetado por todos su rivales. En cien combates sólo tuvo dos derrotas: la primera, frente a Frankie Randall, en enero de 1994, por puntos, con el título de los superligeros en juego. Chávez derrotó a Randall en el octavo asalto de la revancha, disputada en mayo de ese mismo año. La segunda vez que perdió el mexicano fue en junio de 1996, frente al estadounidense Óscar de la Hoya, por nocaut técnico en el cuarto.
Chávez llenó el estadio Azteca frente a Greg Haugen (la noche del 20 de febrero de 1993 impuso el récord Guiness con 132 mil 247 espectadores: noqueó en dos asaltos al estadounidense Greg Haugen para retener el cinturón superligero del CMB), y su popularidad en los años ochenta y principios de los noventa sólo fue equiparable a la de Mike Tyson, otro de los peleadores bajo la tutela de Don King. Como tantos otros campeones, no supo cuando finalizar con su carrera, y por ello sumó derrotas como ante Óscar De la Hoya, y Willie Wise, entre otros.
Una de sus fechas más memorables fue la del 15 de septiembre de 1992, cuando en el Thomas and Mack Center de Las Vegas enfrentó y venció por amplia decisión al boricua Héctor Macho Camacho. Dos días después fue transportado en un camión descubierto con las sirenas abiertas de los motociclistas que lo escoltaron desde el aeropuerto de la ciudad de México hasta Los Pinos. Si un deportista fue amigo del presidente en el sexenio de Salinas de Gortari, ese fue el propio JC.
La caída del César inició en 1996, tras perder ante Oscar de la Hoya, donde peleó cortado por un cabezazo de su hijo Omar.
La Secretaría de Hacienda lo acusó de evasión fiscal. Unas semanas antes de su pelea contra Joey Gamache, el 12 de octubre de 1996, el gobierno de México giró una orden de aprehensión en su contra.
La verdad se supo con el tiempo, el contador de JC solicitó indebidamente la devolución del IVA a Hacienda y cuando se detectó el ilícito, Julio fue acusado de evasión fiscal. Por una deuda de 100 mil dólares pagó alrededor de 7 millones de dólares.
Dice Francisco Ortiz: “Era un tanque de guerra en el cuadrilátero, siempre hacia delante aún en las peores circunstancias, como en sus dos derrotas ante Óscar de la Hoya y la primera de su carrera, frente a Franky Randall....Un gancho al hígado letal, dueño de feroces combinaciones que hacían estragos en los rivales; un punzante jab y un oper bien educado. Mirada fiera que intimidaba, espantaba, hacía temblar y esa voluntad de acero que lo llevaba al triunfo”.
Extraoficialmente se calcula que percibió alrededor de 80 millones de dólares a lo largo de su carrera. Fue dueño de un consorcio de negocios que incluía gasolineras, hoteles, inmobiliarias… “Pa`que los de casa, mi familia, no me anden pidiendo dinero, los tengo trabajando en mis negocios ---presumía--; no les doy el pescado, mejor les enseño a pescar…”
Estampa tres. Amiguero. Julio César iba de las victorias sobre el ring a las fiestas sin fínal, de los contratos millonarios, a las abultadas cuentas de hotel. Rodeado de mujeres, el dinero se iba tan veloz como las bebidas embriagantes. Todo tipo de líneas corrían a esas horas, de apuestas, de ropa y de cocaína.
Pues cayó sobre este Julio César, también llamado emperador del boxeo, la maldición del boxeo que agota los bolsillos mientras satisface sus ansias de glamour: las malas compañías.
Uno de sus primeros apoderados se llamó Ángel Gutiérrez. En abril de 1987 le consiguió un contrato para enfrentar a Tomás Da Cruz, en Nimes, Francia. Pesaban sobre él algunas acusaciones por delitos contra la salud, y moriría acribillado en Cancún, pero Gutiérrez proveía de dinero, mujeres y lujos al campeón, e inclusive fue el encargado de dar dinero a algunos periodistas. Los comunicadores se formaban frente al representante de JC para recibir algunos dólares. El 25 de mayo de 1993, Angel Gutiérrez fue ejecutado en un ajuste de cuentas entre narcotraficantes: paseo Kukulkhan, ráfagas.
El 21 de julio de 1996 el periódico El Financiero lo implicó con los Arellano Félix y Héctor Luis “El Güero” Palma. JC demandó al diario, a su director Rogelio Cárdenas, al subdirector Alejandro Ramos Esquivel y a la reportera Araceli Muñoz Valencia. Perdió la demanda, pero hasta el momento no se conoce de algún nexo de Julio César Chávez con el narcotráfico.
También estuvo en la mira de las investigaciones cuando uno de sus sparrings, Jesús Bebé Gallardo, fue asesinado el 9 de abril de 1996. Al parecer Gallardo estaba vinculado con el narco y tenía información de primera mano sobre el asesinato contra Colosio.
En Quehacer político se preguntan: “¿Quiénes protegieron a los Arellano? De acuerdo con narcotraficantes detenidos y testigos que declararon ante la PGR y el Poder Judicial Federal, los hermanos Arellano Félix tenían una red de protección que lo mismo abarcaba a políticos que policías de primer nivel. A la fecha, muchos ex funcionarios públicos son considerados del clan de “Los Intocables”, como los ex gobernadores, Jorge Carrillo Olea,; Xicoténcatl Leyva Mortera, Manuel Bartlett, entre otros, así como altos mandos de la PGR, incluido el ex subprocurador Javier Coello Trejo y los ex comandantes Enrique Guillermo Salazar Ramos, Guillermo González Calderoni, Rodolfo León Aragón, Adrián Carrera Fuentes, Víctor Manuel Patiño, además de deportistas de la talla de Julio César Chávez, y los prelados Girolamo Prigione, Juan Jesús Posadas Ocampo y Gerardo Montaño Rubio”.
Sin embargo, la PGR afirma que quien facilitó la expansión de los Arellano Félix en Tijuana fue su tío político, Jesús “El Chuy” Labra, quien tenía muchos contactos en el mundo empresarial, espectáculos y el deporte local. De ahí la amistad que tuvieron los Arellano con figuras como Julio César Chávez o el grupo Los Tucanes de Tijuana. Julio César se convirtió en socio de los hermanos Arellano Félix en una discoteca de Mazatlán y en funciones de boxeo.
En un recuento de hechos, sobre la cirujía de Ramón Arellano Félix, escribió el periodista Jesús Blancornelas:
“Aquel 14 de septiembre de 1995 fue la primera ocasión cuando Ramón Arellano Félix se dejó ver en público y transformado. Lo hizo a propósito. Al otro día se iría con todos los familiares, amigos y pistoleros a Las Vegas. Fue al box. Quería ver la pelea de su amigo Julio César Chávez. Le llamó la atención como a muchos aficionados. Era la número 100 del campeón y su cuate del alma. Las carteleras resaltaban por todos lados. Pelearía contra el africano David Kamou. JC estaba en sus mejores tiempos. El negrito le resultó de acero y no lo pudo tumbar, pero le ganó la decisión. Ramón Arellano fue uno de los miles aficionados que retacaron el gimnasio del hotel y casino The Mirage. Naturalmente, le puso muchos billetes en apuesta y aunque no se le multiplicaron sí un poquito. Ocupó una localidad de primera fila. También sus acompañantes. Debió visitar al campeón en los vestidores y luego la festejarían. Pero Ramón no se ancló en un hotel conocido. Llegó al Del Río. Prácticamente lo rentó completo para su familia y sus guardaespaldas. Todo mundo estuvo alegre”.
Inclusive, en una de las tantas versiones de la PGR sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio, figura la hipótesis de que José Córdoba Montoya mandó asesinar al entonces candidato a la Presidencia. Córdoba les habría dado la orden a los Arellano Félix, capos del narcotráfico. La versión trascendió luego de que se interceptó una llamada telefónica entre Córdoba y Julio César. Sin embargo, no se probó nada. Sólo existen evidencias de que Julio y Benjamín Arellano son compadres. El campeón tiene también una estrecha amistad con otros hermanos de Benjamín.
En su su columna Tolvanera del 25 de marzo de 2002 publicó Roberto Zamarripa: “En alguna de las gavetas de la Procuraduría General de la República, en algún lugar de sus archivos, duermen los expedientes del Caso Luis Donaldo Colosio. Al lado de otras tantas indagatorias sin respuesta. Decenas, centenas de hipótesis sobre el crimen en contra del priísta sonorense, siguen ahí como aquella que implica a José Córdoba, a los hermanos Arellano Félix y al boxeador Julio César Chávez”.
Y es que Chávez siempre fue muy amiguero.
Pero de pronto los juzgados se llenaron del nombre Julio César. Y el campeón se convertiría entonces en el enemigo de todos.
De su esposa y de los periodistas:
Recuerda Francisco Ortiz:
“Tras esa fachada con rostro hosco y miradas asesinas, se escondía un cúmulo de contradiccciones, inseguridades y temores: a Julio le fasifiaba lidiar con los reporteros, pero siempre estaban a su lado; le temía a las mujeres bellas pero se rodeaba de ellas; era inseguro para hablar en público, pero se atrevía a exclamar iracundo en las ruedas de prensa en Las Vegas; “¡Bull Sheet!”, cuando se le insinuaba su relación con los narcos de Sinaloa.
El primero de junio de 1998 Rafael Chávez González, hermano de Julio César, insultó e intentó golpear a los reporteros y camarógrafos que cubrían el careo que el ex campeón sostiene por el delito de lesiones y amenazas de muerte en contra de su esposa e hija.
Es mismo 1998 se informa que elementos de la PJF dieron cumplimiento a la orden de aprehensión girada en contra del boxeador Julio César Chávez González por el delito de defraudación fiscal.
El 27 de noviembre de 2004 el periodista y conductor del programa de radio Línea Deportiva 1240, Felipe Orozco Reyes, fue agredido por el ex campeón mundial de boxeo, Julio César Chávez cuando trataba de entrevistarlo. Felipe Orozco interpuso una demanda en el Departamento de Averiguaciones Previas de la Subprocuraduría de Justicia del Estado en contra del boxeador.
En noviembrede 2006 la residencia de Chávez fue baleada. Horas después, el sobrino del pugilista, Alex Chávez Cabada, fue atacado a tiros cuando conducía una camioneta blindada.
Desconocidos dispararon contra el portón y la fachada de la residencia, ubicada en la calle Cerro de la Campana, número 362, esquina con cerro de las Siete Gotas.
Apenas como un ejemplo de las múltiples demandas que tuvo que atender, de junio de 1995 a noviembre de 1997, en la Procuraduría de Justicia del Estado de Sinaloa se abrieron once averiguaciones previas en las que Julio César aparecía involucrado, ya sea como indiciado o como demandante.
El caso JC llegó a los límites de la perversidad. Que deba pagar impuestos es un asunto que se soluciona con dinero, pero que en el conflicto familiar se manipule la inocencia y los sentimientos de sus hijos, lleva al matrimonio al combate más sucio que pueda librar una pareja.
Porque en el juzgado de paz donde ventilaron su divorcio, doña Amalia insistió en su temor de ser atacada por Julio César y lo acusó del secuestro de sus propios pequeños; la pelea lejos de un juego limpio se acerca a un verdadero combate callejero.
Tampoco escapó del brazo de la Secretaría de Hacienda, que le reclamó el pago de impuestos, pues Julio César no declaró un centavo en el sexenio de Carlos Salinas, por lo que varias de sus propiedades fueron puestas a remate.
No se olvida, tampoco, cuando a las afueras de un departamento que tenía en Tijuana apareció el cuerpo de la defensora de los Drechos Humanos, Norma Corona; aunque en ese tiempo ya había vendido esa propiedad. “Son cosas que se dicen, pero esa casa ya ni era mía en ese momento”, aclaró.
En 2004 Julio César Chávez charló con Ramón Márquez, quien escribió:
“Se habla con apertura de los malos momentos, pero Julio tiene mucho cuidado: no profundiza en sus palabras. Sobre todo cuando en el sube y baja de la conversación se toca el tema de su eventual amistad con gente relacionada con el narcotráfico… Se habla de que su ex manager Angel Gutiérrez fue acribillado, en pleno día, por una ráfaga de metralleta cuando caminaba por la costera de Cancún… Se habla de que, en apariencia, alguno de los hermanos Gallardo estaba en su esquina aquella noche imborrable cuando, en el estadio Azteca, Julio César impuso récord de entrada en una pelea titular: 136,024 aficionados lo vieron noquear al canadiense Greg Haugen.
“No rehuye el tema Julio César. Dice:
“--Pues sí, el boxeo me trajo nuevos amigos. Algunos de ellos eran narcotraficantes. Pero yo voy a andar preguntando a qué se dedican, quiénes son, aunque eso ya se sepa de alguna manera. Y mejor ni intentar eludirlos, porque con esa gente no se juega. Y, por otro lado, gracias a Dios no he tenido necesidad de meterme en esas cosas. Simplemente respeto el trabajo de cada quién, pero yo no nací para eso”.
Estampa cuatro. El bondadoso. “No lo quisiera decir yo, pero ya he hecho mucho por mi gente, la verdad. Hice peleas en Culiacán y se recaudaron miillones de pesos, pero yo no cobré nada, ni un cinco. En otras peleas las ganancias fueron para el DIF estatal, todo por fines benéficos. Ayudo mucho a los niños… Mis últimas peleas a diez rounds fueron por alguna causa de los pobres. Y es que realmente es la única manera como la puedo ayudar. Porque si me pongo a darle a todo el mundo lo que necesita, a dónde voy a parar. A mi casa siempre llegó mucha gente a pedir mi ayuda. Iban hasta 300 personas al día, a solicitarme dinero. Pos imagínate…”
Por algún tiempo la gente de Sinaloa veía en él la quimera para salir de sus problemas económicos. En los últimos años el ex campeón ha permancido lo más lejado posible de los titulares. Vive en Tijuana. De él, dice su madre: “Si alguien ha sabido ayudar a su familia y amigos, ése ha sido Julio César”.
Pero está de vuelta a los reflectores, por lo logros del junior y por Diego Luna. Y en puerta hay infinidad de planes, como un programa de televisión, y trabajar el dinero que resta en varias inversiones como la creación del “Julio César Chávez Sports Bar” en Phoenix, un sitio con aforo para 1 mil 200 personas y donde se celebrarán, por supuesto, peleas de box.
¿Qué era JC para sus aficionados?
Salvador Díaz de la Serna es uno de sus más acendrados fanáticos. No había pelea que no se supiera de memoria ni función en la que algo fuese más importante que observar los movimientos de Chávez sobre el ring.
“Es el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos. El más taquillero. El mejor libra por libra. Fue un gran campeon, pero siempre con la ayuda de un buen apoderado, un buen apoyo y un buen promotor. Las glorias no se construyen solas, pero Julio es un fuera de serie”.
Concluye esta semblanza Francisco Ortiz:
“En el fondo era tímido y noble, escondido en ese caparazón de ojos de odio y quijada simiesca. Me conquistó como boxeador cuando, aquella noche de marzo de 1990, derrotó en los últimos 10 segundos de una pelea que iba perdiendo, a Roger Mayweather, pero me decepcionó como aficionado cuando aceptó la pelea que lo convirtió en producto de la publicidad, ante un decadente “Mahco” Camacho”.
“Me decepcionó como persona cuando sus hermanos y guaruras me golpearon en el Estadio Azteca, al termino de su remedo de pelea ante Greg Haugen, molestos porque había publicado en El Universal que iba a ser un combate sin calidad ante un bulto, un circo montado por King, Sulaimán y Televisa que no se merecía el público mexicano. Y porque escribí que Julio y Sulaimán habían regalado miles de boletos para llenar artificialmente el coloso de Santa Útsula, para poder registrar esa función como récord en el libro Guiness.
La relaciòn Ortiz-Chávez llegó a los juzgados: esa noche los hermanos del púgil patearon a Ortiz y a otra reportera; el caso llegó a los juzgados. Los abogados de ambas partes emplearon meses en establecer acuerdos.
Francisco Ortiz:
“Pero me conquistó de nuevo como ser humano cuando, al ser masacrado por el ruso-australiano Konstantín Tszyu, esa noche de julio de 2000 en Phoenix, lloroso me ofreció disculpas y las reiteró cuatro años más tarde, cuando se retiró del boxeo ante el público del Distrito Federal, en la Plaza de Toros México.
“Chávez fue un ídolo de papel periódico, aderezado por la televisión de Pay Per View, con extraordinarias cualidades boxísticas, físicas y atléticas, pero que casi siempre se desmoronaba por dentro...”