1.8.11

¿Cómo te lo cuento, pequeña?


Que en Sydney los niños, como tú, disfrutan de espectáculos guiñol en plena George Street, enredados en la frescura de sus risas; que hay muchos mellizos en carreolas dobles; que hoy tienen pintadas las mejillas apoyando a los deportistas de su país; que gritan en el metro y los reprenden sus padres; que tienen el rostro lleno de felicidad; que hay ranas, ciencia, cultura, payasos, diversión

Pedro Díaz G./ Enviado

Sydney.-- La noticia me llegó por mail.
Preguntaste por mí. Cómo le irá a Peter, dijiste.
¿Cómo te lo explico, pequeña?
Que los niños tienen el rostro a los seis años, como tú, pleno de una sonrisa que dulcifica, pero que son muy gritones, chillones, berrinchudos. Que en el metro, el otro día, vi una escena que me horrorizó: viajaba una familia, árabe, tal, vez --porque debes saber que conviven en esta ciudad de tres millones de habitantes más de 140 personas de nacionalidades tan distintas-- conformada por dos hermanos, sus esposas, y cada quien sus hijos. Gritaban, pataleaban llenos de fastidio, los chiquillos, y se movían. Hasta que fastidiaron a un papá. Y tremendo cachetadón le plantaron al pequeño más inquieto. Y no sólo su padre, sino que, también, el que supuse era su tío. Pero te cuento que a las afueras de la Catedral de San Andrés, a la que se llega por la estación Town Hall, todos los días y a todas horas se presentan espectáculos infantiles: payasos, teatro guiñol, danza. Estarías, no lo dudo, muy feliz.
Y cuántos canguros y koalas.
Los centros comerciales --mamá yo quiero uno, ánda cómpramelo, sin duda pedirías-- tienen para ustedes, los chiquitos, cualquier cantidad de artefactos divertidos: ranas de pilas que croan y cantan. Pelotas de plástico transparente, de esas que rebotan a toda velocidad, llenas de chips y alambritos electrónicos: entre más duro la lances más ruidos extraños lograrás. Boomerangs con todos los grabados...
Que los parques se llenan por las tardes de brincos, de gritos. Sobresaltos. Que la seguridad, al menos, lo que se ve en las calles, no preocupa: no deben andar sus padres temerosos porque llegue el robachicos. Que les encanta leer, a los chiquillos y los libros infantiles te matarían de gusto, de pasión.
Cómo te lo cuento, André Sofí, que dormito en los camiones. Que te pienso y estremezco, que quisiera aquí estuvieras para que tu misma escogieras tus recuerdos.
Que Australia, lo que he podido indagar, es todo esto: se habla inglés --y si vieras cuánto reportero mexicano no lo hace, y cómo sufren-- que la población activa suma los 10,08 millones de personas; 19 millones es el total en el país... que los autos circulando por las calles son, más o menos, 11.74 millones, que todo el mundo anda con teléfonos celulares: al grado de que caminan juntos, los amigos, y nada se dicen: cada uno el "movil" en la oreja --qué impersonal se vuelven en estos tiempos las nuevas relaciones--, que los hogares con acceso a Internet son ya el 41 por ciento; que, no obstante, la otrora romántica costumbre epistolar no se ha perdido: 4.370 millones de postales salen escritas, por correo, desde Australia al mundo, al año; que la visitan, como yo --como quisiera tu también, alguna vez--: 4,3 millones de turistas. Que su punto más alto es el Monte Kosciuszko, en Nueva Gales del Sur: 2.228 metros sobre el nivel del mar. Mucho menos que el Popocatepetl nuestro; que el punto más bajo de este continente es el lecho seco del Lago Eyre, al Sur de Australia, menos 15 metros bajo el nivel del mar. Que el lugar más caluoro es Cloncurry, en Queensland, y alcanza en sus días de horror 53 grados centígrados. Y que el más frío es Charlotte Pass, a unas horas, pocas, de aquí: menos 23.
Que Australia ocupa un lugar único en la cultura, geografía y economía. Que posee recursos naturales inmensos, y es un continente de una belleza física innombrable. Que a Sydney se le califica como una ciudad cínica por su belleza. Que hay mano de obra calificada y culta, que se vive en armonía social y su estilo de vida sí, causa cierta envidia.
Que el 45 por ciento de la mano de obra australiana tiene título universitario o formación profesional. Que el 30 por ciento de los australianos que se titulan hacen un postgrado. Que hay profesionales de la ciencia y la tecnología. Que, por estar tan cerca de la zona oriental y su economía globalizada, más de 2.4 millones de australianos hablan en su entorno familiar un idioma distinto al inglés. Que quienes dominan son las lenguas asiáticas: superan los 800 mil. Que hay flora, fauna, aves. Pero casi no veo perros, como Bashra, por las calles.
¿Cómo te lo cuento, pequeña?, que el otro día vi una escena no común: afuera de un centro comercial, y cuando pretendía subirse a su automóvil, un hombre fue detenido. Después de que el pobre tuvo que ocultar su rostro a las cámaras de televisión, un policía recuperó lo que se había robado: un koala de peluche que regresó a su dueña, una pequeña, como tú.
Como te cuento que el primero de enero del 2001, Australia cumplirá 100 años, como país independinte y habrá gran celebración. Que el logotipo de su centenario simboliza la unidad de los pueblos australianos, con un trazo positivo y elevado de las líneas, indicando el avance hacia el futuro. Los colores representan su paisaje: el verde de los trópicos, el rojo y ocre del desierto, el azul de la costa.
Cómo te digo que habemos, nos han revelado la cifra, en total 25 mil comunicadores en estos Juegos. incluidos técnicos de televisión; que el Estadio Olímpico es un ejemplo extraordinario del diseño ecológico hecho realidad: su ventilación natural se consigue mediante la utilización de huecos de ascensor sobredimensionados, de huecos de escaleras y de escaleras mecánicas que conducen el aire fresco hacia el interior a la vez que permiten que salga el aire caliente. Sus dos motores de cogeneración de gas, de 500 kilowatios de potencia, reducen en un 40 por ciento la producción de gases causantes del efecto invernadero, en comparación con la electricidad convencional. Que en el Centro Acuático, ahí, donde Fernando Platas ganó su medalla, el aire acondicionado refresca tan sólo el ambiente que está alrededor de los espectadores, no el de la piscina, lo que significa que se necesita menos gasto de energía. Que en la sede del Parque Olímpico de Sydney (y los terrenos del Millenium Parklands que lo rodean), en Homebush Bay, se ha llevado a cabo el mayor programa de limpieza de la historia de Australia.
Qué sí, efectivamente hay ranas. Pero las tienen protegidas.Que, con una inversión de 137 millones de dólares, el que era un vertedero para las más de 9 millones de toneladas de residuos industriales, se ha convertido en un parque hermoso, que deberías conocer. Que el sitio ha vuelto a convertirse en humedades que albergan aves e invertebrados acuáticos. Que se han plantado decenas de miles de árboles australianos y millones de semillas de césped wallaby nativo, y cada vez hay más y más diversas especies.
¿Cómo te lo cuento, pequeña?, que me encantó que te acordases de mi porque yo no dejo de pensarte. Que te extraño. Uno de estos días, me dije, que tenga tiempo, que no me duerma en el camión, te escribo una cartita, y te la mando.


Septiembre, 2000