14.3.07
La fuga de Lankenau
Pedro Díaz G./ Enviado*
Monterrey, 25 de octubre.- Jorge Lankenau Rocha estuvo en casa desde el 29 de agosto hasta las dos de la ma¤ana de este s bado. Cristina Lankenau, su m s allegada sobrina, lo vio por £ltima vez a esa hora. Se retir¢, y, m s tarde, por las noticias se enterar¡a de que su t¡o, acusado de defraudaci¢n y con un segundo arraigo domiciliario --otorgado apenas el jueves anterior y con vencimiento para el 23 de noviembre--, hab¡a desaparecido. La PGR, en el intento por ejecutar una orden de aprehensi¢n, llegar¡a cuatro horas y media m s tarde y, despu‚s de penetrar con violencia, no lo encontr¢.
Cuatro versiones:
Se fug¢. No est en su domicilio --dice, ante el acoso de los medios y con el nerviosismo reflejado en el rostro, el delegado de la PGR en el estado, V¡ctor Manuel Torres, en conferencia de prensa pasado el mediod¡a.
Lo secuestraron. "Que nos lo regresen, pues estamos realmente mortificados por ‚l. Es imposible que haya salido --palabras de Zenaida Rocha de Lankenau, su madre, quien a las puertas de la residencia niega toda posibilidad, adem s, de que se hayan encontrado armas en el interior--: Mi hijo no las utilizaba desde hace muchos a¤os; en una ocasi¢n mat¢ un venado y la sensaci¢n le fue tan desagradable que jur¢ no volver a hacerlo jam s".
Que a£n est en casa.
Y ah¡, dos opciones. Una, descartada: tras la b£squeda, exhaustiva, de cuatro adiestrados canes --una pareja doberman y otra pastor alem n que por casi tres horas deambularon por la casa-- la noticia de que ning£n recoveco ha quedado sin hurgar, y nada. No encontraron nada.
Dos: que podr¡a estar muerto en el interior de la lujosa residencia en avenida Pedregal 613, esquina con Diamante, en la colonia Pedregal del Valle, municipio de San Pedro Garza Garc¡a. S¢lo un rumor.
Que est en casa de su hermano; s¢lo una barda divide las propiedades. Pero ante la imposibilidad de penetrar pues no se cuenta con orden de cateo, esto permanece en total incertidumbre.
¨Qu‚ sucedi¢ en esas cuatro horas y media?
Una respuesta a dos voces:
--No lo sabemos --confiesan su abogado, Alberto Zinzer y su sobrina Cristina, quienes junto con un asesor legal y otra de las sobrinas del ingeniero, Ver¢nica Lankenau, vigilan lo que dentro de casa sucede. Una docena de autoridades policiacas les acompa¤an. Elementos de tres corporaciones: PGR, PJ y Seguridad p£blica del estado.
Ocho personas, entre servidumbre y abogados, incluyendo a Jorge Lankenau junior, fueron sometidos y permanecieron algunos minutos acostados sobre el piso del garage, boca abajo y con las manos en la nuca. Saldr¡an m s tarde, por una puerta trasera, con las manos ocult ndose el rostro. Ser¡an trasladados hacia la PGR para rendir declaraci¢n, en calidad de presentados, puesto que en el interior, inform¢ la PGR, se encontraron entre ocho y nueve armas, entre ellas un R-15 y otras calibre .22 y calibre .12.
--No est n detenidos --manifest¢ Torres-- pero se presentan para deslindar responsabilidades, cuando el acopio de armas es inminente.
Una cosa es cierta: Lankenau se ha esfumado.
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Todo inici¢ con el crep£sculo. A las seis y media, la puerta principal, de hierro forjado en tonos verdes, se abri¢ abruptamente para el ingreso de los polic¡as. Dentro, los miembros de seguridad de Lankenau apuntaron con las armas intentando detener el acceso, pero despu‚s de un di logo, prefirieron deponerlas.
Ricardo Alan¡s, reportero gr fico del Diario de Monterrey, uno de los periodistas de guardia que desde hace casi dos meses vigilaba tambi‚n la casa del empresario, aprovech¢ el ingreso y penetr¢ tras los polic¡as. Tomar¡a las £nicas gr ficas. Cuando apresuraba la salida, ocho agentes le rodearon:
--!Danos el rollo! --le exigieron.
Ante la negativa, la voz r¡spida de los agentes:
--...O te lo quitamos. Escoge.
Accedi¢, pues pesaba sobre ‚l la amenaza de quedar detenido.
Unas horas despu‚s, en s banas blancas sacar¡an los agentes el paquete con las armas; varios videocasetes y lo que parec¡a un equipo de radiocomunicaci¢n.
Familiares acudieron de inmediato.
Fernando Lankenau, su hermano, dir¡a un mensaje, v¡a medios de comunicaci¢n, al gobernador panista, qui‚n recientemente entr¢ en funciones:
--Fernando. Yo te conozco y te tengo mucho aprecio, mucha confianza. S‚ que por primera vez tenemos en M‚xico la oportunidad de que las cosas cambien y caminen bien, pero te pido, te lo suplico en el nombre de mi madre y de toda la familia, que nos informes, que demuestres tu poder para que Jorge aparezca. El no ten¡a intenciones de huir. Y realmente nos preocupa.
Serpentea el camino en caprichosas curvas ascendentes y, en una peque¤a colina, aparece la casa de Lankenau.
Cuarenta metros de fachada y 80 de fondo, tres entradas al frente; una m s, que permanece con una vieja pick up como obst culo para la salida de alg£n autom¢vil, en la parte trasera. Al interior, cinco autom¢viles: dos Ne¢n, un Corvette, un Cavalier y un Volkswagen.
La casa de Lankenau: alberca, canchas de tenis, pol¡gono de tiro y cancha de futbolito. Una antena de radiocumunicaci¢n y no muy amplios jardines, ya que la construcci¢n ha sido dise¤ada en varios niveles.
La casa de Lankenau, su exterior: desde que el 29 de agosto, en un viaje a M‚xico, donde se entrevist¢ con el presidente de la Comisi¢n Nacional Bancaria y de Valores, y, al salir le detuvieron para escoltarlo a su arraigo, decenas de polic¡as la custodiaban. De las tres corporaciones.
No hab¡a manera de desaparecer.
El sistema de seguridad indicaba que los autom¢viles de agentes y patrullas se localizaran en varios puntos estrat‚gicos de toda la manzana. Rondines cada media hora y, lo m s importante: avistamientos cada cuatro horas, iniciando a las siete de la ma¤ana y con uno £ltimo a las once de la noche. El proceso: ingresaban los polic¡as a una primera secci¢n de la residencia, donde una malla transparente en el suelo, les permit¡a una p[erecta visi¢n de parte de la casa. Jorge Lankenau Rocha deb¡a asomarse y saludar. As¡ lo hizo durante casi dos meses, pero, cosa extra¤a, miembros de seguridad que han querido omitir sus nombres, informan que el £ltimo avistamiento fue a las 21.30 horas del viernes.
Reporteros, familiares, m s y m s polic¡a, se presentar¡an en las horas posteriores mientras las posibles salidas de la ciudad: aeropuerto, carreteras, estaciones de ferrocarril y autobuses redoblaban su seguridad.
Varios son los puntos sin explicaci¢n.
Ante la orden de aprehensi¢n dictada por la juez tercero en materia penal de la ciudad de M‚xico, Olga S nchez Contreras, podr¡a preguntarse qui‚n filtr¢ la noticia de la inminente captura, pero sobre todo, qui‚n ayud¢ le a salir.
--Si existiera corrupci¢n en este sentido, situaci¢n que ser¡a muy vergonzosa, se castigar . Investigaremos cada una de las l¡neas.
Entre el incesante movimiento, la figura de Tom s Boy apareci¢ por ah¡, como sol¡a hacerlo cuando su equipo de futbol se preparaba para jugar. Dise¤o de estrategias platicaba el entrenador con Lankenau, tambi‚n due¤o del equipo de futbol. No sab¡a Boy la situaci¢n, pronto desapareci¢.
Cristina Garza Iturria, ex esposa de Fernando Lankenau y madre de Cristina, la sobrina que todos los d¡as visitaba al ingeniero, aporta su versi¢n:
--Casi no visitaba ya a los Lankenau, pero mi hijo s¡. Por ella me he enterado de algunas cosas y por lo que conviv¡ con ‚l puedo asegurar que es inocente. Yo no creo que haya huido, m s bien tememos por su vida ya que era una persona de muchos valores y eso jam s lo hubiese pensado. Por ello me preocupa el hermetismo por parte de las autoridades y s¢lo esperamos que se encuentre bien. El ha contribuido mucho para el crecimiento del estado; pod¡a uno acercarse a ‚l para solicitarle consejos o donativos, pues es muy generoso con todo lo que significa altruismo y beneficencia. Es muy sensible ante el dolor humano.
La ex cu¤ada de Lankenau, prosigue:
"Incluso, lo hab¡a comentado con la familia, ten¡a planeado arreglar este asunto de la mejor manera pero no le dieron oportunidad; nunca tuvo intenci¢n de defraudar a la gente.
Hacia las dos de la tarde, ya sin perros adiestrados para detectar personas, extra¤os movimientos: del interior de la casa se escuchaban fuertes discusiones mientras polic¡as entraban y sal¡an. En un Impala celeste bajaron varios hombres y de la cajuela sacaron una fuente el‚ctrica para desoldar. Nadie inform¢ qu‚ se har¡a con ella. Adem s, algunos hombres ingresaron con bolsas de pl stico con trapos o s banas.
A las tres de la tarde y luego de la insistencia de do¤a Cristina Garza por ver a su hija y ante la imposibilidad de ingresar, sali¢ al lado del abogado.
Una foto de Lankenau, vestido sport y con una gorra de cacer¡a, arma en las manos: una escopeta, fue presentada ante la prensa por la PGR en su conferencia de prensa, como evidencia de que el se¤or manejaba armamento.
Dijo Zinzer, el abogado:
--Esa es una foto muy vieja de alguna vez que sali¢ de cacer¡a. Simplemente.
--¨Qu‚ hay dentro, c¢mo es la casa?
--Como cualquiera, normal. No he visto nada que lo inculpe.
Cristina Lankenau:
--Estuve con ‚l en la sala de televisi¢n, hasta las dos de la ma¤ana. Me desped¡ despu‚s de varias horas de pl tica y me dijo que estaba cansado, que se iba a dormir. Tom‚ mi auto y me dirig¡ a casa, a unas cuadras de aqu¡. Se fue a dormir. Mi primo Jorge se hab¡a retirado a su rec mara horas antes. S¢lo quedaron los miembros de su guardia de seguridad.
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¨Qu‚ sucedi¢ con Jorge Lankenau Rocha?
Cuatro son las versiones. Una la realidad: se ha esfumado.
--Ultimamente estaba muy nervioso --finaliza su ex cu¤ada Cristina Garza Iturria quien, despu‚s de abrazar a su hija, se despide dejando en estas soleadas calles una parte m s en esta historia. Agentes de la polic¡a federal se har¡an cargo del caso. Su casa contin£a bajo resguardo.
Texto realizado en junio de 1995.
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