Un correo que simplemente, llegó.
Señor director:
Conocí a Fidel Samaniego hace más de 20 años y lo supe brillante, visionario e innovador; me reveló el México político desde un punto de vista distinto y claro.
Conocer a Samaniego fue lo mejor que me sucedió a finales de los 80. Nadie me lo presentó: lo conocí como la firma de las más cimbrantes notas de ocho columnas del periódico.
Vi cómo el filo de su agudeza le dio a El Universal un peso específico en momentos coyunturales en la historia del país, entre las portadas de los diarios nacionales.
Hoy lamento que el hombre que leí a ocho columnas durante años no tuvo ni una como epitafio en la primera plana del diario que usted dirige.
¿No es este diario un medio para que tengamos memoria?, ¿no le debe nada a Fidel Samaniego?, ¿no lo cree merecedor de una mención de portada en sus ejemplares de valor histórico?
A su ausencia repentina y definitiva se añade algo que considero mucho peor: el desdén postmortem de la que el periodista consideró su casa. Me conduelo lo doble.
Dulce Liz Moreno
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