En el Distrito Federal hay quien hace con su departamento lo que más le conviene. Y el uso de suelo pareciere flexible a todas las posibilidades. Oficinas para vender accesorios de bodas; cocinas económicas de las que parten hacia todos lados los más deliciosos guisos; despachos portátiles, pero también excentricidades de otro tipo: por ejemplo, en la colonia Condesa, en Ámsterdam 247, departamento 1002, existe una especie de “almacén de perros”, del que nadie sabe el número exacto de estos animales, según denuncian los vecinos. ¿Por qué la proliferación de canes?, ¿cuándo se irán?, ¿quién será capaz de acabar con este foco de infección en las alturas de un edificio de lujo? Una palabra parece explicarlo todo: zoonosis...
Por Pedro Díaz G.
Cuando Ana Gabriela Sánchez Abascal heredó de su madre el departamento 1002 los vecinos ni se imaginaron el espanto que les acechaba.
Viven en ese espacio de no más de 150 metros cuadrados con vista al Parque México, Ana Gabriela, su tía, la sirvienta y dos bebés.
Todo parecería normal. Pero el edificio no lo es. Huele a caca y otros desechos. El aroma se mete en la nariz, pero ya ha hecho suyos los muros y penetra todos los días por las ventanas; desde hace años se ha vuelto insoportable. Porque tras esa puerta a la que los vecinos rehúyen, habitan tantos perros, que apesta en metros cuadrados a la redonda.
Elsa, la vecina del 802, asegura que “una vez llegó a haber 60”. En este momento nadie sabe cuántos hay, pero el hedor delata al menos una docena.
El portero admite que por las noches Ana Gabriela llega en su camioneta blanca, acompañada de un hombre mayor, y que, cuando el vigilante se descuida, ellos suben apuradamente por el elevador de carga. Llevan bultos. Entran y salen. Pero...
--...Si me les acerco no se bajan de la camioneta. Hago como que me escondo y ni así se bajan; ya cuando ven que me regreso a mi lugar, y me siento, rápido se meten con algo envuelto en sábanas; yo supongo que son los perros... O gatos. O las cacas de los perros. Ya ni sabemos...
¿Y si nos han mentido? ¿y si al infierno no se baja, cuántos pisos hay que ascender para llegar a él?
En este edificio de pútridos aromas, al menos diez.
* * *
Planta Baja: 30 metros atrás del garaje está una sala de juntas. Es ahí la conversación con el reportero. Inocultable: apenas ingresar al edificio y el olor pica en la nariz, como puñetazo incontenible. Aunque se ha convocado a un buen número de inquilinos, esta noche de lunes sólo acuden cuatro.
Conchita, Elsa, Lolita y la vecina del piso uno.
No es la primera vez que se enfrentan con los medios de comunicación. Su caso es ya conocido por algunos diarios de circulación nacional. Según cuentan ellos mismos, han venido a verlos Televisión Azteca, Excélsior y El Universal. Se difundió ya en diversas ocasiones.
--Pero lo único que obtuvimos fue que Gabriela nos demandara; sí, a nosotros como vecinos y a periódicos como El Universal, por daño patrimonial. Por fortuna le ganamos la demanda...
Fue en 2005.
Pero dos años más tarde, la perrera del piso diez sigue ahí.
La fétida pesadilla no se va.
Una de las dueñas de los departamentos en este piso tiene planes de vender el suyo. Y por ello no le agrada del todo la idea de ventilarlo una vez más en los medios.
Pero... Planta baja: una cucaracha cruza impunemente la mesa de juntas y se sube con toda parsimonia a una revista eme-equis. El horror es general.
--¡Y así está todo el edificio! ¡Y las pulgas!...
A los escalofríos sigue el sobresalto, la comezón, el horrorizarse y en esas condiciones la reunión terminará súbitamente, ante una petición: eso no lo pongas. No lo de las cucarachas...
Alguna vez vinieron ya los de la Secretaría de Salud.
Nada. La purulencia sigue ahí.
* * *
A 95 kilómetros de la colonia Condesa, en el barrio de la Luz, Cañada de Cisneros, sin número, a las afueras de Tepotzotlán, el aullido de los perros anuncia que hemos llegado.
Es la Fundación Mexicana para evitar la Zoonosis, pero de lo único que se trata es de un terreno bardeado en algunas partes, con desvencijada malla ciclónica en otras; entre lodazales, se levantan apenas algunas jaulas en donde parte de los animales pasan los días. Unas decenas deambulan libremente de un sitio a otro entre ladridos y peleas de cuando en cuando.
Cinco personas limpian el lugar. Dan de comer a los perros, acumulan el excremento en el basurero. Guadalupe, una de las encargadas, abre la puerta. Le dejamos los datos, insistimos en la entrevista con la presidente de la Fundación.
--¿Y como cuántos perros hay aquí?
--Uuuuy... Unos dos mil.
--¿Y por qué si tienen espacio aquí, los perros viven en un departamento en la Condesa?
--No eso sí no lo sé.
* * *
Ámsterdam 247. Piso uno: es la hora de la comida. Un fétido olor baja por los cubos de ventilación, penetra en escaleras; se sumerge en las entrañas del elevador. Es apenas un hilillo que se mete sutil en la nariz, pero obliga a abrir las ventanas.
Son los embutidos y las vísceras que se cocinan en el 1002.
A la vecina protectora de los animales le regalan, vía la Fundación Mexicana para evitar la Zoonosis, que Ana Gabriela Sánchez Abascal dirige, comida, entre otros donativos.
Y ya no se sabe que huele peor.
Si los perros.
La caca.
El alimento.
O cuando por alguna razón, los animales se mojan.
¿Cuándo comenzó todo esto?
Dice Conchita, el gesto como una resignada mueca:
--Yo digo que hace cuando menos unos seis años. O más...
Pudo ser a partir de 1992, año en que se constituyó la fundación.
--Claro que hay quien comulga con las ideas de protección a los animales. Lo entendemos. Pero este exceso, que nos afecta a 26 familias no sólo en nuestro patrimonio sino en nuestra salud, ya desconoció los límites.
* * *
El segundo piso desprende una humedad inusual, cuando subes por las escaleras. El tufo comienza a ser intolerable.
--Ya ha venido salubridad. En una ocasión --dice Lolita--, pero nuestro interés ahora es llegar a los políticos. Que sean ellos los que decidan qué hacer con este edificio y con este problema. Los de la Secretaría de Salud sí vinieron, pero nunca a hacer una verdadera inspección, y cuando lo intentaron, la inspectora apenas entró al departamento y se salió corriendo porque se estaba asfixiando con la peste; no alcanzó ni a ver los hoyos que tiene ese departamento en el piso, pues ese día los taparon con tapetes.
Pero no procedieron. ¿Por qué?
--Argumentaron que porque había un juicio. Se trataba de ese juicio por daño patrimonial y daños y perjuicios y daño moral y no sé qué tanto, en el que estuvimos metidos por haber publicado el problema en los medios. Que hasta que se resolviera podrían hacer algo; que mientras estuviera en los juzgados no se iba a mover un dedo.
Ya es 2007.
Ya se realizó el juicio.
--Y se le ganó a esta persona de los perros. Pero la Secretaría de Salubridad sigue sin hacer nada... Y ella sigue conviviendo con sus animales, aquí.
* * *
Piso tres.
Se hospedan en colchones, muebles y almohadas. Lugares cálidos y húmedos. Las pulgas. Se alimentan con la sangre de mamíferos como perros, gatos, ratas o ardillas. Son vehículos de transmisión de algunas enfermedades; muerden a la gente para alimentarse también de su sangre.
--Nos preocupa lo que está sucediendo en ese departamento 1002 –advierte Elsa--. Ya se murió su mamá; murió yo creo que de la peste que hay allí adentro. Gabriela vive con una moribunda, su tía. Y la sirvienta tiene dos bebés. Ese departamento, con animales y personas a las que nadie atiende, está hecho un asco, verdaderamente. Un día de veras se van a ir muriendo todos.
¿Qué nuevo intento hacer ante este denso panorama?
--Ya hemos platicado por qué no vamos a la delegación a levantar un acta ante el Ministerio Público acusando que seguramente hay un muerto ahí, por el olor tan fétido. Y que vengan y tiren la puerta y descubran de una vez por todas cómo está por dentro ese departamento. Porque debe ser tremendo, aquello.
Piso tres: las pulgas se han apoderado de todo. Los vecinos fumigan cada dos o tres meses pero ya los gastos no alcanzan. Colegiaturas, rentas, comidas, e insecticidas. Qué pestilencia. Esto es denigrante.
* * *
En el piso cuatro vive la señora Mancha. Así le dicen, de cariño. Ella es una más de las que se ha encargado de difundir la desazón en la que viven los vecinos de esta lujosa comunidad en las alturas, en pleno corazón del Distrito Federal.
La colonia Condesa siempre ha sido sinónimo de elegancia, de estilo. Su arquitectura, sus raíces históricas. La misma avenida Ámsterdam fue antes el Hipódromo donde corrían los caballos de las familias porfiristas. El lujo nunca abandonó a esta zona siempre afrancesada, ahora invadida de bares y restaurantes con vista a la calle.
Es zona habitacional. No aquí, donde comienzan a percibirse, más notoriamente, el ruido y los malos olores. Quienes habitan en este piso ya no cocinan en casa. Varios años llevan ya de tomar todos sus alimentos fuera.
--Te imaginas, cómo puedes confiar en tu alacena, en tu estufa; en tus cubiertos y en tus utensilios de cocina. Yo nada más de pensar en las infecciones que podríamos adquirir, mejor gasto y como fuera.
Sí. Ha habido epidemias de infecciones en la piel, oculares y estomacales; plagas. Y una cada vez peor convivencia entre vecinos.
--Esta es una situación que no soportamos más. Y nadie se mueve. Ni la delegación, ni Salubridad, ni nadie. Y esto tiene más de seis, o siete años. Una vez había 60 perros. Entre perros y gatos. Y entonces imagínate, popó, pipí, porque no asean para nada. Porque no se ve bajar con frecuencia bolsas de basura con el excremento.
--Estamos invadidos de cucarachas. Y nadie se mueve, Ni la Procuraduría Social, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, la delegación ni Salubridad, por mencionar algunas; todos están enterados de la situación y nadie la ha considerado un problema grave.
--Y es a nosotros, quienes habitamos este edificio, a quienes nos están causando daño patrimonial y daño a nuestra salud a todos.
* * *
A los del piso cinco, como a muchos en el edificio, lo primero que les afecta es el sistema del olfato. Han desarrollado conjuntivitis, dermatitis, e inclusive intoxicaciones provocadas por las enormes cantidades de insecticida que se utilizan para controlar plagas de cucarachas y moscas.
¿Qué sucede en el departamento 1002?
--Lo que pasa es que ella recibe donativos de mucha gente que ama a los animales y ama a los perros, y le dan dinero y de eso vive, pero no se pone a pensar que está bien que los proteja, pero en una casa sola, allá en el cerro. Pero no en un edificio. Ella de eso vive, por eso es que le cayó muy gordo el que saliera en los periódicos.
Daño irreversible, pues el edificio de a poco comienza a envejecer. Las paredes, techos y redes de distribución de agua y drenajes, sufren por los excesos. Aseguran las vecinas que los perros han hecho, de tanto rascar las paredes, sendos agujeros en el apartamento 1002; se violan, por supuesto, los primeros derechos de un edificio: los de la ley condominal; el uso de suelo; y se ataca directamente a la salud de toda una pequeña comunidad.
* * *
Sexto piso. No se escapa ningún pequeño resquicio a la sensación de vómito. Perros pestilentes, tiñosos. Es de asco el olor a perro mojado.
--Y no sabemos si hasta se le mueren ahí. O si los cocina –atreve Elsa.
Pequeño recuento: El 25 de mayo de 2004 los vecinos acudieron a la Procuraduría General de Justicia del DF. Ahí se presentó una denuncia por daños en propiedad ajena; el 2 de junio del 2004 se presentó y ratificó ante la Procuraduría Social del Distrito Federal, quien solicitó a las habitantes del departamento 1002 que retiraran a la mayoría de las mascotas (sin especificar número), otorgándoles un plazo hasta el 24 de septiembre, además de señalarles la obligación de iniciar trabajos de limpieza para evitar los malos olores y los focos de infección.
No atendieron. O a medias.
Lo saben la Dirección Territorial Roma Condesa y la Secretaría de Salubridad.
* * *
Séptimo piso. A taparse la nariz. Uno de los que más ha sufrido esta crisis del edificio infestado de animales es el hijo de Conchita. Estudia y trabaja en Canadá y viene de vez en cuando a ver su madre. Pero cuando está en México apenas amanece, se baña y sale apuradamente del edificio.
Conchita:
--Es que el pobre no aguanta la pestilencia. No quiere ni desayunar aquí; le da asco. ¿Y de invitar a sus amigos a esta casa? Ni imaginarlo...
¿Qué han hecho los vecinos en todos estos años?
Primero acudieron a la delegación. Vivía entonces Aurora Abascal Sánchez, (dueña del departamento), Pilar Abascal Sánchez (su hermana) y Ana Gabriela Sánchez Abascal.
--Pero a pesar de que se les citó en diversas ocasiones, nunca fueron. Dieron excusas y nadie les dijo nada.
Después el caso con todo su entramado de heces fecales y gruñidos estentóreos fue a parar a las oficinas de la Procuraduría Social.
--Y a la delegación Cuauhtémoc. Pero nada, tampoco. Y el asunto sería no tanto decir que en este edificio hay cucarachas, sino preguntarse por qué Salubridad habiendo conocido el caso, con quejas de los vecinos, que hemos hecho todo lo humanamente posible, no mueven un dedo.
Los ladridos no dejan dormir, y en este piso ya es notoria la concentración de orines; bacterias y virus, en medio de esta pestilencia difícil de soportar, hacen un festín todos los días.
* * *
Piso ocho. Elsa habita el 802 el olor a caca es inevitable.
El contacto tan directo, apenas dos pisos, con los animales, causa náuseas. Lloran los ojos, como cuando picas cebolla. Ha sido necesario cambiar todos hábitos alimenticios, para prevenir riesgos.
Las zoonosis son infecciones e infestaciones que en la naturaleza comparten el hombre y otros animales, y su origen es bacteriano, parasitario, viral o por priones (proteínas malignas que pueden transmitir, por ejemplo, el mal de las vacas locas).
Además de las enfermedades intestinales, se tienen reportes de intoxicaciones alimentarias bacterianas, salmonelosis, tuberculosis, cisticercosis, triquinosis y brucelosis.
Científicamente está comprobado que somos lo que comemos.
En este piso hace varios años ya no se cocina.
* * *
Acaso el departamento más afectado es este, el 902. Leticia Reyes vive aquí, justo abajo de la perrera; ella y Lorena, la del 1001, son las más afectadas.
Pero ella...
En su calidad de administradora alguna vez tocó denunciar las anomalías, pues lo que se vive ahí es de verdad indigno:
“Esto nos ha traído enfermedades, peleas entre vecinos, ha minado la convivencia y genera problemas de salud, que hasta hoy, ninguna instancia gubernamental nos ha resuelto”, comentó Leticia Reyes.
Su departamento: el falso plafón del techo en varias partes, está roto, la humedad lo ha destrozado. Es más: la losa que sirve de techo y que da directamente a la perrera de arriba, está tan humedecida que la filtración de heces y orines es inevitable.
Agrega la empleada doméstica:
--...Y huele re feo. El miércoles lavé aquí y en esta tinita que dejo bien limpia, en unos días le caen pequeñas cucarachas y pulgas. Y orita no huele nada, a veces ni se aguanta la pestilencia. Unos días quién sabe por qué, aúllan mucho los gatos, los perros y quien sabe qué otros animales tendrá.
El daño en este piso se percibe a simple vista.
Por el baño escurría agua sucia y apestosa. Las mismas filtraciones se sufren en otros cuartos.
--No. Ni idea de cuántos perros haya. Esa señora hace experimentos de animales y eso, según yo, es un delito, pero por lo que tengo entendido está muy bien parada con los políticos. Yo a veces abro la puerta y entran rápido las moscotas. Yo ya ni quiero venir, porque estoy de entrada por salida, y ni pensar en dormir aquí, porque yo creo que no me acostumbraría a estos malos olores.
* * *
El piso diez. Infecto, repugnante, putrefacto.
Hay que contener el aliento. Ambos apartamentos, 1001 y 1002 escupen decibeles en otra guerra ambiental. eme-equis llama a la puerta de Ana Gabriela Sánchez. Lo que dentro de su apartamento existe debe ser, al menos, fascinante. ¿Qué puede causar tanta peste?, ¿cuántos animales viven ahí dentro y en qué condiciones?
No abre, nadie se asoma a pesar de la insistencia. La empleada doméstica del piso inferior advierte que la señora es muy difícil, discute con los vecinos y que es muy intransigente.
--Hasta ha de hacer experimentos con los pobres perros.
Zoonosis es la palabra que define al cúmulo de enfermedades transmitibles de animales a personas. Deriva del griego zoon (animal) y nosos (enfermedad). El campo interdisciplinario que emerge de la medicina de la conservación, que integra la veterinaria humana y ciencias ambientales, se refiere en gran parte a las zoonosis. Al caso de transmisión de personas a animales se denomina antropozoonosis.
La protagonista de esta historia, que no abre la puerta de su apartamento en la Condesa, dirige la Fundación Mexicana para evitar la Zoonosis transmitidas por animales domésticos al hombre IAP, cuyas instalaciones en Tepotzotlán son una gran y sucia perrera en la que malsobreviven dos mil perros.
Allá también el hedor es insoportable. Y los aullidos.
Cuando estos perros orquestan su fatídico canto, todo en las cañadas se estremece.
Alguna investigación debe tener en proceso la presidente de la Fundación, pero en nombre de evitar enfermedades, las ocasiona.
Piso diez: en el 1002 vive una mujer mayor. Gabriela, la sirvienta y dos bebés. No abre la puerta, no contesta el timbre; no se reporta ante la petición de entrevista.
Dice Lorena, su vecina del 1001:
--Ya me tiene harta. Me estoy volviendo loca. Ahorita debe haber unos diez o doce o quince perros, y gatos. Hay un momento del día en el que pone a cocer los desperdicios que le dan y ese olor espantoso... O se le murió el perro y pone a cocer al perro. Y ya tenemos años con este problema.
Es este un edificio de lujo. Sus habitantes han querido conservarlo.
Pero el amor exacerbado a los animales está minando no solo la enorme estructura de este edificio de apartamentos, sino el espíritu de sus habitantes.
* * *
Dos pisos más. Dos. En el decimoprimero hasta hace algunos meses servía de despacho de los periodistas corresponsales de la BBC, Peter Greste, Lara Rodríguez y Gabriela Ruiz. Pero el teléfono ya no contesta.
--Tiene tiempo que ya no vienen.
Y en el 12, a Javier Pérez la tensión familiar le llevó a pensar en la probabilidad de cambiar de casa, porque su esposa, harta, no dejaba de recriminarle sobre los posibles contagios de su bebita de apenas unos meses.
* * *
Las zoonosis son las enfermedades que se pueden contagiar de los animales al hombre.
Babesiasis: se transmite por garrapatas.
Ascaridiosis: se encuentra en el intestino, hígado y pulmón de perros y gatos. La transmisión es directa de animal a animal o de animal a hombre o a través del suelo, agua, verduras, u objetos donde existan huevos del parásito.
Fiebre botonosa: el perro y sus garrapatas constituyen la fuente principal e infección para el hombre, el hombre es un hospedador accidental, y el perro desempeña un papel muy importante al llevar las garrapatas infectadas al ambiente humano.
Dermatofitosis: perros y gatos pueden transmitirla al hombre, los animales actúan como reservorio de los dermatofitos zoófilos. En el hombre la dermatofitosis o tiña es una infección superficial de capa córnea de la piel o de los pelos y uñas.
Difilobotriasis: el parásito adulto vive en el intestino del hombre, el perro, el gato y varios animales salvajes, mide de 3 a 10 metros. El hombre se puede infestar al beber agua contaminada.
Dipilidiasis: es una enfermedad parasitaria producida por Dipilidium caninum, que se puede encontrar en el intestino del perro o el gato.
No. No se trata de una broma. La excentricidad, en esta ocasión, atenta contra la salud. Hace unos años, en Ámsterdam 247, colonia Condesa, los habitantes de un edificio de lujo no imaginaron el espanto que les acechaba.
Huele a cebolla y caca de perro; a perrera inmunda. A desechos.
Ya están enteradas las autoridades y nada han solucionado a esta comunidad.
La fétida pesadilla, esta pestilencia que denigra, continúa.
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