2.6.07
Una medalla para Piero
En estos días circula por los kioskos de la capital la revista Caras.
En su portada aparecen los entrañables Tazzer, dueños de una de las historias sublimes que se dan con muy poca frecuencia en el deporte nacional.
Relatos que conmueven, que intrigan, que están llenos de detalles inolvidables, de rezos por Piero, por Gerardo y las dos Annas.
En 1999 tuve esa oportunidad de la cercanía, de la charla. Al final, Anna pidió al fotógrafo y a mí que sacaramos una imágen de Piero de la habitacion del hotel en donde se hospedaban, para publicarla. Para ello nos dio la llave electrónica y toda su confianza. Acudimos y la escena era desgarradora. Sobre el buró la fotografía de su hijo, y en una especie de altar, la caja en cenizas del campeón adolescente, del jinete eterno. Sobre la urna su caballo de peluche, abrazándole junto a las últimas moñas que obtuvo en su gira por Estados Unidos y Canadá.
La fotografía no ocultaba la cantidad de besos que su madre había depositado en esos últimos días en el cristal que protegía al rostro de Piero.
Qué historia.
Subo a este blog como un homenaje a la familia toda, a quien se estremece con las fabulas de este destino roto, aquella entrevista, realizada en la pista de Winnipeg.
Porque no lo olvidamos, porque su sonrisa permanece ahí, donde el corazón guarda sus tesoros. Porque su alegría nos ha sido contagiosa y porque sin él nuestras existencias tendrían sin duda otro sentido, va por Piero.
Aquí estamos, los cuatro (I)
Una medalla para Piero
"Aquí estamos, los cuatro..."
PEDRO DIAZ G./ I
WINNIPEG, 2 de agosto.- De Piero fue la idea. De su insistencia.
Quería, por sobre todas las cosas, estar en Winnipeg. Ver a su padre competir y hacerlo él mismo, juntos, en una gira internacional. Por ello fue que la familia entera, además de planear el viaje con el uniforme de la selección mexicana, compró chamarras porque partiría, "El equipo Tazzer", en pos de la medalla panamericana.
Iniciaría la gira de preparación rumbo a los Juegos el 14 de junio.
Primero, padre e hijo. Gerardo Tazzer salió de México con Piero y les alcanzarían más tarde, por contratiempos con el pasaporte, Anna Rita, su madre, y Anna, su hermana mayor: 16 años.
Montó Piero, todo orgullo, a Fregonero. Una caricia, siempre necesaria, antes de partir de la Agrupación Mexicana Ecuestre, en Lechería, en el largo recorrido hacia Winnipeg.
Primero fue Bromont, Texas.
Muy temprano despertaba el casi adolescente (el 13 de septiembre cumpliría los trece); lo primero era calzarse las botas, enfundarse en el traje de montar, y, envaselinado, esperar la hora de partir hacia el concurso hípico.
Gerardo Tazzer desciende de Liberty. Ha arribado su caballo apenas hoy y son pocos minutos los que emplea para unos cuantos recorridos.
Vence los obstáculos, menores aún, y dice, de pie ante el escenario que siempre le acompaña: una pista de salto, esta vez la del Red River Exhibition, suave, como en lento galope:
-Piero siguió una trayectoria muy parecida a la mía: desde chiquito me acompañaba a montar, le encantaban los caballos. Nos íbamos desde muy temprano, como lo hice yo años atrás con mi padre, don Virgilio Tazzer.
Teníamos, sin duda, una muy bonita relación. Era un niño extraordinario, bueno como ninguno: siempre con un buen gesto hacia los demás. Siempre pensaba en entregar algo de sí.
Se unen a la charla su esposa, Anna Rita González de Tazzer, y su hija Anna.
-...Venimos con el sueño de una medalla. Pero el estar aquí es, básicamente, por la ilusión de cumplir. Estamos en Winnipeg porque nuestro cometido como familia era venir los cuatro a Juegos Panamericanos. Entonces dijimos, vámonos, no importa en qué forma. Costó trabajo, dinero. Muchos planes.
Bromont le significó tres premios: un segundo sitio, un tercero y un sexto, en el Gran Premio de Niños.
Cada día mejor le acomodaban los obstáculos; a cada zancada de Fregonero, más le gustaba su caballo.
-Es -les decía a sus padres con orgullo- tan fregón como yo.
De ahí, a Quebec.
Envió un fax Piero a su madre aquella noche del 31 de mayo, antes de que partieran de México:
"Tráete tus botas, te voy a prestar al Fregonero: This is real paradise...."
Dice toda emoción Anna Rita Tazzer:
-Todas esas cositas, tontas antes, tienen un significado que hoy nadie puede imaginar...
Se celebraba en la ciudad el "Canada's day", había gente en las calles cantando, fuegos artificiales en el cielo...
En el torneo de la Exposición Equina de Quebec, el jueves, Piero consiguió una primera vuelta limpia. Pasó en tercer sitio a la ronda del desempate.
Fue en la segunda vuelta.
Lo narra Gerardo Tazzer:
"Venía el obstáculo uno. El caballo se enlazó hacia atrás, tropezó con la barra, cayó el niño y Fregonero, desgraciadamente, después de él: dio un giro hacia el frente, de rodillas, hizo una marometa y le cubrió. Piero no se pudo mover. Nada. Corrimos. Estaba completamente inconsciente: con la cabeza ya... con el cráneo roto. Seguía vivo pero poco hubo que hacer.
Estaba su mamá, mi hija, que llegaron el día anterior en la noche: lo vimos. Inmediatamente llegaron ahí las asistencias, pidieron una ambulancia, le llevamos a un hospital, especializado, pero a la hora nos lo informaron: se le había ido la vida.
Gallardo lucía Piero con su saco negro. Una semana antes logró el subcampeonato en el Clásico Infantil de Bremont.
-Y como un código de honor -agrega Gerardo Tazzer- dijimos, no importa: de una forma o de otra estamos los cuatro. Uno en cenizas y los otros todavía vivitos y coleando, pero estamos los cuatro.
-...Y el caballo -agrega Anna, hermana mayor-. Fregonero se quedó muy triste. No quería ni comer: cinco días sin hacer nada, sólo mirando, cabizbajo, a la pared.
Piero también está en Winnipeg. Les espera, cada noche, en esa pequeña caja laqueada donde permanecen sus cenizas, sobre la cómoda de la habitación, en el hotel: las moñas últimas que obtuvo, sus fotografías y un pequeño caballo de peluche, que aún le abraza.
Tiene el cristal de la fotografía los besos sobre Piero.
-Lo más duro es al amanecer: cuando llegas vas con toda la energía de la gente. Sientes el amor de quienes te rodean. Tenemos mucho por hacer, todavía: una hija maravillosa, que eso también te anima, y la gente que ha venido a acompañarnos. Todo esto te mantiene el día ocupado, distraído y muy acelerado: y la caballeriza, y la acreditación, y ya llegó el amigo y vámonos a comer. Te da una energía tal que llegas cansadísimo y te duermes.
Le damos un beso al niño, rezamos juntos un Padre Nuestro, que a él tanto le gustaba antes de dormir. Pero cuando amanece dices: chin, otro día. Y si es cierto: como que el espacio en el que duermes es un lapso que no sientes, que piensas inexistente. Los amaneceres son, sin duda, más difíciles.
Escuchan con atención los reporteros.
Es un ánimo extraordinario el que se lee en el gesto de los Tazzer.
Dice Anna Rita:
-En esos días, de vacío incontenible, de desazón, la primera llamada que recibí fue de un fotógrafo profesional. Yo no estaba en el hotel: pregunté y me dijeron que me estaban buscando: él entró clandestino al concurso: no tenía acreditación para tomar fotos, y sin embargo, lo hizo, las iba a vender por abajo del agua. Son, las verán ustedes, enfundado en su playera azul y con el brazo de su padre al hombro, las más lindas que tuve en mi vida. Observa su mirada y me vas a entender. El, estamos seguros, está bien. Y si por él se hizo la gira lo primordial es terminarla. ¿A qué regresar a México?, ¿a meterte debajo de la cama a llorar y a deprimirte.
No.
Lee una copia de lo publicado la familia Tazzer:
Escribió Ramón Márquez C.:
"No se ha ido Piero. Sólo se viste de eternidad".
-Qué lindo. Es lo más lindo que he leído en mi vida.
No se ha ido:
Lo explica Anna Rita, a su manera:
-Es duro, pero ¿sabes?: cuando, por ejemplo, ahorita paseamos por aquí y de pronto surge un arcoiris, lo ves y es fascinante, como lo era Piero; cuando se va te quedas como fascinado de haberlo visto: es muy duro y muy triste pero al mismo tiempo nos deja llenos de una alegría especial. La que Piero nos dio siempre.
Y Gerardo Tazzer:
-En palabras textuales, era el chavito más buena onda que te puedas imaginar.
Están aquí, los cuatro.
Vienen por una medalla.
Para Piero. Porque de él fue la idea; de él tanta insistencia.
posted by Pedro Díaz G. | 4:53 PM | 0 comments
Volver a montar (II)
"Estamos aquí, los cuatro..."
Lo más duro: volver a montar...
PEDRO DIAZ G. /II
WINNIPEG, 3 de agosto.- Pasean tomados de la mano Gerardo, Anna Rita y Anna Tazzer por los senderos del Red River Exhibition arropados por las palabras siempre de aliento de quienes a su paso se les cruzan a toda hora desde aquel primero de junio cuando dijeron adiós a Piero, quien montaba a Fregonero.
Lo único que han sentido desde entonces es el apoyo moral siempre tan necesario de quienes ayudan a mitigar las penas.
Han viajado amigos a buscarles con la intención de aminorar angustias y lo logran. Llamadas vía telefónica. Abrazos a la distancia. Palabras de consuelo.
Va por Piero.
-...Porque él sería el hombre más feliz del universo -dice su padre- por estar en este ambiente que tanto le gustaba: las banderas. Ustedes tomando fotografías. Todo lo que se vive dentro de la familia ecuestre que es grande y se ha vuelto ya internacional. Las medallas...
Tuvo Gerardo Tazzer su momento olímpico y lo quiere repetir.
El bronce en los Juegos de Moscú no sólo ha sido suficiente para que las autoridades le hayan entregado en 1980 el Premio Nacional del Deporte que comparte con el equipo ecuestre sino que ha logrado colocarse entre lo más destacado mundialmente dentro de las competencias de salto.
Lo sabía Piero y acaso por ello su impulso fue emularlo.
Acaso por ello también se dibujó en su rostro una amplia sonrisa al volver de Europa el verano pasado y ver al bello cuarto de milla que le esperaba en casa y del que no dudó llamaríase Fregonero. Le había conocido en un concurso en Guadalajara.
-Se lo regalé cuando cumplió los once -comenta Gerardo Tazzer mientras camina después de montar a Liberty- y de inmediato comenzó a cabalgarlo.
Lo tuvo una semana a prueba. Y fue tal su entusiasmo que pronto niño y caballo eran ya uno sólo.
Quiso Piero que el pasado abril fuese su primera comunión. Día 30. En descampado se reunieron los amigos.
-A su lado, libre, precioso -dice su madre- trenzada la crin blanca, le observaba su caballo.
Para mí el deporte ecuestre es la vida entera; no me veo lejos de la equitación, no me imagino. Desde chico me ha gustado y de a poco se ha ido convirtiendo en parte de mi vida.
Por eso no, no es sólo un deporte: es mi manera cotidiana de vivir.
Apasionante, de entrega, de estar ahí todos los días. Porque a diario se trabaja en conjunción con los caballos.
Provengo de una familia de rancho: mi padre, don Virgilio, era ganadero; en los ranchos, que los hubo varios, yo montaba charro, en un principio, y fue él quien empezó a montar en albardón. Porque sillas hay muchas: la charra, texana, albardón, portuguesa... Y a mí me gustaba mucho verlo a él.
Acompañarlo.
Así fue como empezó esta historia: desde el primer día que monté albardón, hasta ahora, no lo he dejado.
Nací el 12 de diciembre de 1951 en el rancho San Francisco, allá en Tepozotlán y luego, yo creo, ya no recuerdo, cuando tenía cinco, seis años, nos cambiamos. Fuimos a vivir a México. Mi padre, primero ganadero, después se dedicó a bienes raíces.
Junto con mi madre, Rosaura Valencia, un día me sorprendieron: me obsequiaron cuando cumplí diez años dos caballos: La canica y el Nazas.
Me metí de lleno a este maravilloso mundo.
Ahora pienso que realmente de todos los caballos que he tenido, ninguno se convierte en favorito. No porque el deporte es muy difícil; a veces se van: mueren o se venden. Y así no puedes tener preferencia especial por alguno.
Todos son parte del deporte y todos son realmente no sólo consentidos, sino muy consentidos.
Pero no siempre fue así: en una ocasión, sentí el dolor del desapego: la primera muerte de una yegua muy buena que montaba solamente yo, Arjala, me costó mucho dolor.
Pero después comprendí que así es la equitación y que los caballos se van: murió de cólico, como de cólico mueren el 80% de los caballos. Y en aquel tiempo más, pues no había las operaciones que se hacen ahora, no había los medios. Y la comida que se les daba ayer no era tan buena.
Tuve que superar aquella muerte. Y fue mi padre quien habló conmigo: así son los caballos, me dijo, pero la vida sigue.
Fui entendiendo que hay que vivir con eso.
Igualmente con los caballos que uno tiene no debes apegarte tanto, porque en un momento determinado se tendrán que vender. En México no existen patrocinios y entonces, desgraciadamente, en cuanto hay una buena oferta no podemos salvarlos.
De mi padre vinieron las palabras reparadoras. Yo estaba prácticamente todo el día, salvo el tiempo de la escuela, al lado de él. Platicábamos mucho y él me lo hizo entender.
No recuerdo con exactitud sus palabras, pero sí lo que sucedió: desapareció la angustia, la preocupación, toda esa tristeza de vivir la pérdida de un caballo. Pero así son: unos van y otros llegan; y si se va uno muy bueno pues vendrá otro mejor y hay que trabajar con ellos.
Yo me levantaba a las cinco y media de la mañana, para irme a montar primero, y después llegar a la escuela. Mi padre me llevaba, mientras él conducía, ya casi a las siete, me cambiaba el traje de montar por el uniforme de la escuela, el Instituto Cumbres; porque entonces ya vivíamos en Las Lomas.
Llegamos a la ciudad, casi no me acuerdo, a los cuatro o cinco años. Don Virgilio, mi papá, montaba también, y a nivel deportivo: no a nivel internacional, pero sí hizo algunas competencias ecuestres.
Eran otros tiempos.
A Anna Rita la conocí a través de una amiga, Lourdes Ariza, que también montaba. Fue, donde más, en un concurso. Y me la presentó, comenzamos a salir, y empezó también a montar. Le gustó la equitación, qué bueno, porque de otra manera no nos hubiésemos casado. Comenzó a practicar e hizo una muy buena carrera deportiva. Lo recuerdo muy bien: desde el primer día empezó a montar.
Y es que no fue fácil. Yo tenía interés en ella, pero aunque traté de que aceptase mi invitación, durante un buen tiempo, nunca quiso salir conmigo.
Conseguí esta cita y desde ahí pa'l real. Tenía yo 23 años. Afortunadamente le gustó. Porque el mundo de los caballos es de una entrega total: es salirte de todo lo demás, no tienes tiempo para otras cosas; el trabajo que tienes que hacer, los estudios, y la montada. Párale de contar.
Yo hice economía, ciencias de la comunicación social y tres años de administración. Y después tuve que decidir: montar o estudiar. Eso fue a los 21 años, cuando gané mi primer concurso, en 1961, en el club Hípico Viveros de la Loma, allá por Satélite.
Por eso creo que la trayectoria de Piero y la mía son similares.
Y yo lo notaba: desde que comenzó a montar a Fregonero cada vez estaba más contento. Le fue muy bien: empezó a ganar, a concursar: se convirtieron para él, otra vez, igual que para mí, en toda la felicidad: los caballos...
Después de Quebec, sí te lo voy a decir: fue muy difícil. La imagen que aún tengo del accidente, pues lo vimos todos, nadie nos lo contó, no se me quita. Y claro que enfrentar el momento posterior, cuando debes volver a subir a un caballo, es lo más duro. Haber montado otra vez, concursado, fue muy duro. Lo he estado superando, poco a poco. No te voy a mentir: te dan ganas, por supuesto, de decir no vuelvo a montar.
Pero eso pasa y pensando que Piero está muy bien y que ahora está donde mejor puede estar; sobre todo recordándolo con alegría, creo que esto es lo que él hubiese querido: que sigamos adelante: le estamos echando muchas ganas.
Son las Annas, como hermanas. Madre e hija auxilian en cada detalle al jinete de sus ensoñaciones, Gerardo Tazzer, y los abrazos que le prodigan encuentran eco en su sonrisa.
Capta el reportero gráfico el momento en que acomoda las botas.
-Pero mete la panza, gordito -le dice ella.
Todos ríen.
Ahí, muy cerca de las caballerizas y con el tiempo encima porque hay que seguir entrenando, dice Anna Rita Tazzer:
-Algo que me da una tranquilidad muy especial: el día de su primera comunión él quería hacerlo en el club hípico, que tenemos ahí, en un lugar muy sencillito, su casa, y pidió que estuviera presente su caballo. Que fue con el que murió. El Fregonero estaba suelto, trenzado de blanco, precioso, ahí, mirándose mutuamente. Habría que haberlos visto.
Volver a montar... los tres lo hacen.
-Monté a Fregonero, que se quedó, después del accidente, casi una semana sin comer. Cuando lo digo piensan que estamos contando un cuento, pero de verdad: el caballo está más triste que yo que soy su mamá: créanmelo, estuvo metido en su caballeriza, nunca se dio la vuelta, sólo mirando a la pared. Todo el tiempo. El primer día que lo saqué, como si estuviera lastimado. No quería ni caminar: tenia el dolor por dentro. Yo lo sé. Ya se fue a México pero me acompañó el resto de la gira, así, literal: me acompaño: mi ilusión cada día era levantarme e ir a verlo; llorar juntos, un poco. Y hacerle entender, a él también, que la vida tiene que seguir.
posted by Pedro Díaz G. | 4:51 PM | 0 comments
Va por Piero (III y último)
"Estamos aquí, los cuatro..."
Va por Piero...
PEDRO DIAZ G./Enviado III y última
WINNIPEG, 4 de agosto.- "Guapo como él sólo -dice de Piero su madre Anna Rita y se explaya con la pasión reflejada en cada gesto y el asombro de su hija Anna, que la observa con ternura-... Y no, no es que yo me sienta mamá gallina o que lo idealice porque no está más, pero era un niño excepcional. Puedes preguntarle a todos cuantos le conocieron... Sólo hay algo que me duele, y mucho: si yo pudiera transmitirles en palabras el sueño que él tenía para ser como su papá; es doloroso... eso es lo que me cuesta más trabajo. Sé que Piero está bien. El no veía más lejos que llegar a ser como Gerardo. Y, eso, es un dolor que no se imaginan...
Tuvo problemas para comenzar a leer, el niño Tazzer. Se levantaba amodorrado, en ocasiones, confiesa su madre; "niño al fín". Pero ya en plena gira, recibió Anna Rita un comunicado de su escuela y de inmediato lo transmitió vía fax a su pequeño. Eran las calificaciones; inscrito en el colegio Americano, tuvo el desempeño más alto, en matemáticas, para niños de su edad.
-Le hicieron un estudio sicológico y salió con un IQ altísimo: en plan terreno es una pérdida como hijo y como niño. Era bueno para la equitación; y como muy sabio. Siempre alegre, siempre positivo. Nuestra tristeza, nuestro dolor, por ello, está acompañado de una fuerza muy especial.
Parecerá increíble entenderlo porque tenía doce años, pero en las decisiones de familia, las importantes: una gira a Canadá o a Europa, vender la casa o no venderla; comprar un coche o no hacerlo, en todo ese tipo de cosas, él participaba en forma activa.
-Y como hermano -agrega Anna- siempre fue un niño padrísimo.
Estuve a punto de quedarme paralítico.
Fue el año pasado, en un concurso en la Defensa, de selección para los Centroamericanos; durante el calentamiento reparó el caballo y caí; me rompí la séptima vértebra. Fui a dar al hospital y el doctor Francisco Montalvo me hizo una operación muy buena: permanecí internado. A las tres semanas ya estaba yo caminando perfectamente bien.
Piero hizo el viaje de su vida: se fue a Europa en esos días, el verano pasado, y regresó muy contento: estaba feliz y me decía que no había pasado muy bien en sus pruebas porque le habían dado un caballo que rehusaba un poco. Y lo que más contento le puso fue que regresando ya tenía yo, aquí, a "Fregonero".
Se fue solo, con amigos de México: Jorge Berganza, Ana Portilla, los niños García y Jorge Goñi. Todos fueron a concursar solos. Los llevó un amigo mío, jinete brasileño, Filipinho de Acevedo. Hicieron una gira muy bonita.
A su regreso yo me fui al Mundial a Roma, le fui a ayudar a Federico Fernández. Piero me hablaba por teléfono para decirme que ya había ganado con su caballo: estaba orgulloso de seguir montando.
Y qué bueno.
Porque cuando tenía ocho, o nueve años, se cayó del caballo.
Y el susto fue, para él, enorme: estaba muy chiquito.
Y no, no dejó de montar, pero sí perdió un poquito de entusiasmo.
Hasta que llegó "Fregonero".
Te lo voy a decir: es muy bonito, indescriptible el verlos, sobre todo por la felicidad que los niños tienen en el momento en que están contentos... y luego siguió concursando y cada vez con más entusiasmo, mejor, y ahora sí que más picado día a día.
Fue una yegua que tenía, un poco grande, saltó una barrita y cayó un poco de cabeza, pero no fue nada grave. Luego eso se le olvidó por completo y estaba ahí el niño, siempre con sus caballos.
Tras montar a "Fregonero" no tuvo ya, nunca, sino el deseo de ganar.
Cuando yo me uní a Gerardo supe que mi vida iban a ser viajes, competencias. Le costó trabajo convencerme, es cierto. Pero fue porque yo también tenía mi vida un poco estructurada hacia otras cosas. A mí me gusta mucho cantar y tendía hacia ese ambiente.
Pero cuando Gerardo se me cruzó en el camino, me gustó más él y aquí estoy: dejé cosas que me gustaban también mucho. Y empecé a montar, a competir.
Y estoy encantada en esto.
Nuestro noviazgo fue, sin duda, muy romántico.
Hoy estamos aquí juntos los cuatro. Agradeciendo cada gesto.
Si algo tuve ganas de hacer fue hablar a la gente de EL UNIVERSAL, y darles las gracias. ¿Sabes?: en una pérdida así que alguien tenga la prontitud de decir una palabra amable, de tomarle la importancia al niño, como para nosotros la tiene, es muy lindo.
Y las palabras que alcancé a leer, en un momento tan difícil, no tienen idea de cómo me llegaron.
¿Cómo nos irá?, tú sabes que en esto nunca hay nada escrito. Pero estamos haciendo el esfuerzo de nuestras vidas; el caballo, "Liberty", está en buenas condiciones, el lugar está lindo y ahora sí que con una manita del cielo, igual y tenemos un poquito de suerte.
Le conocí en el mundo de los caballos, que pronto hice mío. Supe que me esperaban viajes, competencias. Así empezó y así quiero que acabe. Esto, en vez de truncarnos la carrera, nos la va a animar. Hasta que Dios nuestro señor lo quiera.
Te voy a decir que mi hijo lo que más deseaba era estar en Winnipeg: hacer la gira con nosotros, que estuviéramos toda la familia juntos, montando, y verme ganar los Panamericanos.
Decidimos que teníamos que seguir adelante. Lo que él hubiera querido es no vernos tristes, y, pues, aquí estamos.
No todos los días han sido buenos, los hay malos: sobre todo ratos malos.
Pero por fortuna mi esposa es una persona fuerte, muy inteligente, lo ha tomado muy bien. Y aquí seguimos.
No. Nunca he pensado en dejar la equitación: esto es mi vida.
Aquello de Moscú fue muy bonito y todo, pero ahora, con la calidad de caballos que hay, creo que podemos conseguir algo muy bueno: ahorita tengo una excelente yegua, "Chanel", y creo que podría ser con la que me retire internacionalmente: es, estoy seguro, la que me va a dar los más grandes triunfos de mi vida.
Misterioso caballero, éste, llamado "Destino".
Caprichoso en sus designios, traza senderos sin regla alguna y después los une. A su libre albedrío. Adopta cualquier forma para cumplir con su cometido. Así sucedió con la medalla de bronce que obtuvo, para México, el equipo de Salto en Moscú 1980: Alberto Valdés, Jesús Gómez Portugal, Gerardo Tazzer y Joaquín Pérez de las Heras.
Ya, don "Destino" lo ha hecho una vez más.
Pone a prueba nuevamente a su jinete.
Piero espera una medalla.
"Fregonero" ha vuelto a casa.
Se despide la familia Tazzer; casi es tiempo de iniciar la competencia. Una noche más, algunas oraciones; beso al niño y comenzará Gerardo Tazzer la prueba más exigente en toda su existencia. En la pista del Red River Exhibition.
-Esto es una cosa de la vida y yo creo que Dios quiso que así fuese. A nosotros nos queda, únicamente, continuar.
Anna Rita:
-Y por ahí, si van a México, les pido que vayan a ver a la Virgen de Guadalupe, y se echen una oración por mi niño y por mi marido. Piero ya está bien, lo sé, ahora al que hay que apoyar es a Gerardo. Nosotras -abraza a su hija con cariño- lo haremos con todo nuestro amor.
Monta a "Liberty" Gerardo Tazzer; trota el tordillo hacia la pista.
Va por Piero.
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