21.2.08

La generación XXL




Para casi un 30 por ciento de los nuevos mexicanos, la primera lucha es interna. Con severos problemas de peso, cada día entran en guerra contra sí mismos. Igual para seguir con un régimen de dieta, que para ponerse los calcetines, amarrarse en la calle una agujeta suelta o para pedir trabajo, hacer amigos y, acaso lo más difícil, tener pareja sentimental. Históricamente han sido el blanco de todo el sarcasmo, de todas las burlas. Ningún sector es tan vilipendiado. Pero no sólo eso: la obesidad mórbida les causa problemas a los pulmones y vías respiratorias, asma, cálculos biliares e hígado graso, diabetes tipo 2, pubertad precoz, quistes ováricos... Los "gordos" son pacientes frecuentes en todo tipo de consultorios médicos. Ganan kilos semana a semana, incontrolablemente, pero además son discriminados. No, esta nueva generación extra extra grande, no la pasa nada bien


Por Pedro Díaz G.
pedrodiazg@eme-equis.com.mx
*(Texto sin edición sin las historias de Ana Mayra y Axel)


I. Quisiera que te murieras ahorita, y así, muerto, te escupo.

Cuando Margarita Boites cursaba primer año en la secundaria número 44, en el oriente del DF, había un chavo de tercero que la perseguía implacablemente.
Le tenía mucho miedo. Mentira. Miedo no, era terror. Ya no recuerda ni su nombre, pero no olvida su cara ni su voz:
“Pinche gorda”, “hay que ir al baño más seguido”, “bolsa de pedos”…
Era tal su angustia que todos los días pensaba cómo hacer para no pasar por ahí y topárselo.
Él nunca se había atrevido a agredirla físicamente. Ni falta hacía. Pero sí la amedrentaba todo el tiempo.
En una ocasión, la ofensa se desbordó: caminaba Margarita por el patio cuando su compañero le aventó un raspado a la falda así, gigante, rojo. Parecía sangre. Se fue al baño a llorar y lloró mucho. Lavaba su falda y lloraba. Lavaba su falda. Lloraba.
Como no entró a clases, sus compañeras la buscaron y al enterarse acusaron al agresor.
La trabajadora social, indignada, llamó a ambos.
Y Margarita se atrevió a decirle al muchacho en su cara todo lo que sentía. “Siento un miedo enorme por ti, pero siento más mucho odio, te lo juro, mucho. Quisiera que te murieras ahorita. Y así, muerto, te escupo”.
La trabajadora social amenazaba al adolescente:
–Te voy a suspender.
–No, por favor, perdóname –suplicaba él a Margarita.
Pero no.
–Nunca te voy a perdonar. Ojalá te murieras.

Tenía 13 años Margarita. Pesaba 110 kilos.
“He sufrido muchas cosas que ni mi familia sabe. Muchas. Fue algo muy fuerte y muy cabrón. ¿Te imaginas, una niña de trece años maldiciendo llena de miedo, ira y rencor? ¿Por qué? ¿Por gorda?”

II. El día en que me gritó la báscula

Carlos es enorme. Con una estatura de casi 1.90 metros, su sobrepeso lo hacía verse realmente gigantesco. Existen fotografías de él, por ejemplo, en su graduación, con más de 150 kilos metidos en una gran toga. Y lo mismo cuenta de las dificultades por encontrar la postura adecuada, sobre la cama, para ponerse los calcetines, que de esa fecha en noviembre pasado, cuando decidió por fin bajar de peso. Carlos:
--Un día al despertar me miré al espejo. Qué terrible: mi reflexión en ese momento era el saber que si seguía yo con ese peso, me iba a morir joven, que a los treinta años ya iba a tener problemas de las articulaciones y todo lo demás. Es tan difícil tomar la decisión de bajar de peso... porque es un proceso muy largo y muy cansado. Pero bien yo sabía que tenía que llegar el punto de tomar una decisión. Y llegó cuando la báscula me grito: 176 kilos.
El día llegó después de varios tropiezos al pedir trabajo. Si no estudiante modelo, si uno que acabó con vastos conocimientos su carrera de Químico. Con seguridad académica llegaba Carlos a solicitar empleo, pero tras cada entrevista salía con esa desazón del que lo ha perdido todo.
--Tampoco fue de pronto, tuvo que pasar mucho tiempo de estarlo pensando. Cómo iba a ser, y estar consciente de lo que vendría. Una decisión así no se puede tomar de un día para otro.

Carlos Torres siempre ha tenido problemas de peso, desde que se acuerda. Cuando era muy niño, "ya era un niño robustito".

--...No gordo, siento que cuando aumenté fue a partir de los 16 años. Ya cuando subí y asumí la responsabilidad de mi cuerpo.

Háblanos de tu infancia, le pedimos, y entre un plato de fruta y cuatro yemas con queso, parte del nuevo régimen que le ha levado de los 176 a los 124 kilos, en diez meses, se adentra en sus vivencias. Y concede hurguémosle.

--Era muy cruel. Digamos que la etapa de la primaria fue horrible, había muchas burlas, recriminaciones. Te sentías muy sólo y no tenías amigos que te apapacharan. No. Yo no recuerdo ningún amigo de la primaria. De hecho recuerdo gente que me trataba bien de niño, pero no, no, ni caras, ni nombres. Estuve en la primaria Miguel Hidalgo, pero tampoco puedo decir que fue una infancia infeliz, el apoyo de mi familia siempre ha sido muy importante. Mi círculo familiar es muy bueno. Y eso equilibra.

--Pero la escuela...
--Sí, fue difícil cuando entré a la primaria. Porque uno está acostumbrado a cierto ambiente en tu casa, no hay burlas. Y en cuando llegas ahí, te lastiman. Y sí, es bastante duro, pero yo salí bien librado. Acabé, digamos. También fue porque entré muy chico, un año antes. La etapa de secundaria fue más fácil, la gente es un poquito más grande, ya existen más consideraciones para los demás; aunque hay de todo, también había muchas burlas. Y sí, por supuesto que te lastiman.


III. Los niños no están comiendo bien.

Esa combinación de dietas erróneas, aunada a la falta de ejercicio, ocasiona no sólo exceso de peso sino personajes mórbidamente obesos. Y esto no es un mero calificativo. Significa que su inusual tamaño les conducirá inevitablemente a una muerte prematura por enfermedades como diabetes tipo dos o enfermedades cardíacas.

Su cotidianidad son las charlas sobre los nuevos regimenes nutricionales, las bandas gástricas, o sujetar con grapas el estómago, cirugía que les representa la única opción para asegurarse un mejor futuro.

Pero no. Después de pagar decenas de miles de pesos ese futuro se vuelve angustiante realidad que conlleva, después de graves síntomas de desajustes, a una obesidad aún mayor que la inicial.

Hoy los niños presentan dolencias antes únicamente diagnosticadas a los adultos. Problemas pulmonares y en vías respiratorias, asma o alteraciones respiratorias durante el sueño; cálculos biliares e hígado graso, diabetes tipo dos, pubertad precoz, quistes ováricos y atrofia del órgano sexual masculino; insuficiencia renal por diabetes, trastornos en el metabolismo de las grasas, colesterol alto, hipertensión, tendencia a la trombosis e inflamación de los vasos sanguíneos; deformación en los pies, deformaciones de las piernas hacia dentro o hacia fuera, deterioro de la cabeza del fémur y riesgo de fracturas del antebrazo; trastornos neurológicos y psiquiátricos, como un ligero aumento de la presión intracraneal, dolores de cabeza y alteraciones de la visión y depresión... Pero hay algo mucho peor: la baja autoestima.

IV. Ni lo pienses, gordita chistosa...

Ya tiene novio Margarita. Se llama Leonel y juntos cursan filosofía. Por su propia condición, por su gordura, pues ya pesa 150 kilos, ella todo se lo perdona. Leonel la hace como quiere.
Él toma mucho, así que un día Margarita lo alcanza en la facultad, lo acompaña a beber y ya borracho Leonel la agrede: “Qué dijiste: a este güey ya me lo conchabé. No, gordita chistosa, ni lo pienses...”
A ella no le importa. Todo lo soporta por irse con él, como se lo había prometido: “Quédate a dormir conmigo”, le pidió Leonel.
Ella, fascinada: “Sí, órale. Sí, sí…”
Pero luego la insultó: “No, mejor me quedo con la otra chavita que me vino a ver”.
La burla le encendió la sangre. Margarita tenía una cuba en la mano y estalló:
“¡Qué te pasa! Eres un pobre pendejo, y yo más de pinche imbécil, por estar aquí oyéndote. Pinche mono. ¡Chinga tu madre cada vez que te lata el corazón. Cada vez que respires!”.

V. Clásico: rompí una banca.
En la primaria Carlos una vez interrumpió la clase con el estruendo de sus casi 60 kilos cayendo de súbito, ante las miradas y las risas burlonas de sus compañeros. Pareciera un lugar común. No lo es.
--Yo ya no quería regresar a la escuela. Porque si bien había mucha gente que se burlaba de mí, ese momento fue especialmente desastroso. Yo viví muchos, muchos, muchos años pensando y asegurando que la rompí por mi peso. Porque era una banca normal y yo era el anormal. Pero ya con el paso del tiempo, ya con más lógica piensas que esa banca estaba mal, de algo, que no la pude haber roto: si yo pesaba en ese entonces unos 50 kilos, ó 60, ¿por qué se sentaban adultos de 70 u 80 kilos sin problemas? Ya reflexionándolo siento que yo no la pude haber roto.
El dolor físico nunca pudo compararse con lo angustiante de los años por venir. A muchas de las anécdotas de Carlos les ha salido una coraza. Como un acto de defensa no logra recordar bien a bien los insultos, los malos ratos, las humillaciones. "Los tengo bloqueados", advierte.
Y cuenta:

--Ese día me pegué horrible, estaba yo en la orilla, era uno de esos mesabancos donde caben dos niños, y yo estaba en la orilla, se rompió y quedó una tabla como rasgada que me rasguño la espalda durísimo, pero lo que más me acuerdo no es del dolor sino de las burlas. Horribles. Iba en cuarto año. El maestro me defendió. Yo creo que por eso recuerdo hasta su nombre: Humberto Jaimes Jaimes. Era malo, académicamente, un normalista. Pero me defendió.

VI. Una condición muy seria, llena de comorbilidades graves

Un estudio del doctor Carlos Valdés, del Instituto Nacional de Pediatría, advierte que es inmenso el número de obesos en México (al menos unos 37 a 40 millones, más de 60 millones en Estados Unidos y 1,700 a nivel mundial), que requiere disponer de medios y medicamentos más baratos; más seguros y con un alto índice de efectividad como son los utilizados para campañas contra el tabaquismo o el SIDA.

Habla de de la obesidad en adolescentes como un problema de salud pública que va en aumento en México. Y asegura que la obesidad mórbida en este grupo de edad ha creado esta generación extra-extra grande.

“En base a los nuevos conocimientos de fisiopatología y genética de la obesidad, los médicos y la sociedad deben dejar de estigmatizar a los obesos, que más que segregación o crítica necesitan ayuda. La obesidad mórbida es una condición muy seria, llena de comorbilidades graves, que acortan la esperanza y la calidad de vida. Los métodos de tratamiento tradicionalmente aceptados en consensos nacionales e internacionales en esta subpoblación, únicamente prescriben dieta, ejercicio y cambios en el estilo de vida, con resultados, modestos y temporales en forma universal.

“La administración de medicamentos en menores de edad, aunque con peso, talla, superficie corporal o IMC de adultos o mayores, no ha sido aceptada, probablemente por sus posibles efectos colaterales y de adicción. En estos casos graves debiera valorarse el costo riesgo-beneficio del uso de medicamentos, ya que el efecto generalmente es mayor en pérdida de peso y aumenta 5 a 10% adicionales con dieta y ejercicio.

“La obesidad en Estados Unidos es ahora la segunda causa más frecuente de muerte con 300,000 decesos por año, lo que equivale al 14% de todos los fallecimientos y tiene un costo estimado de 238 billones de dólares. En México también son alarmantes los índices de obesidad en adolescentes y adultos, especialmente en mujeres. La cirugía bariátrica hasta ahora, ha sido el único medio eficaz a mediano y a largo plazo para tratar la obesidad mórbida. Es hora de valorar muy seriamente realizarla con más frecuencia en adolescentes que estén terminando de crecer antes que aparezcan comorbilidades que afectan su esperanza y calidad de vida”.


VII. ¿Alguien sabe?
No me quiero embarazar pesando 130 kilos, como ahorita. Es más, no sé si podría embarazarme, no lo sé, nunca me he embarazado. ¿Alguien lo sabe? Sí siento a veces como que mi reloj de mujer para ser mamá se me está terminando. No sabes. Soy todo un estuche...


VIII. No te puedes ir peleando por la vida
Carlos sigue ese con su interminable repaso por la época escolar.

--Sin duda llegaste a odiar a varios.

--Ah, por supuesto. Lo bueno fue que me tocó un buen grupo, de amigos. De haberme tocado en algún otro, en cualquiera, las cosas hubiesen sido mucho más difíciles, en donde las burlas eran despiadadas. Cuando estás así de gordo no sólo te señalan, sino que te conviertes en un punto de referencia: "Del gordo para atrás", "junto al gordo", "el gordo de allá". Eso pasa. Ahí en la escuela empezaron los primeros rechazos dolorosos, porque te comienzan a gustar más las niñas, y claro que hay distinciones, por supuesto. A ti no quieren ni voltearte a ver. En la secundaria, por ejemplo, es una etapa en la que en vez de tu apellido te llaman "chaparro" por chaparro y "negro" por moreno. El alto, el de lentes, el feo… Es muy difícil cuando vas por la calle y pasa el camión de la basura y el camionero te grita…

--¿Qué te gritan?

--Uf… Ene cosas, bien ofensivas. O cuando vas en la calle y te apuntan con el dedo. Sí, es difícil, la gente que ni conoces es muy manchada.

--¿Te has llegado a pelear?

--Varias veces. En una, nos hicimos de palabras, porque me gritó algo, no me acuerdo qué. Era un chavo más chico de tamaño pero más grande de edad. Yo iba en primero de secundaria, y en la vida me había peleado. En la vida. No sabía pelear. Pero ya notaba la diferencia, yo era más alto, y mucho más pesado. Y respondí con un golpe que me intentó regresar, pero no. No pudo hacer mucho. Le dejé ir mi peso y bueno, pues cayó, no fue tampoco la gran pelea. Pero vencí. Y gané algo de respeto. Fue en la escuela, en la secundaria. Pero no te puedes ir peleando por la vida. Y eso lo entiendes hasta la primera vez que pierdes. Y en la calle, yo de 15 años, si pasa alguien de 20 ó 25 ó 30 y me grita algo, pues no. No me voy a enfrentar.

IX. De quién es la culpa.
Los analistas se han dedicado a investigar en los últimos tiempos, cuáles son los factores para el surgimiento de esta nueva generación y entre ellos se encuentra la gran cantidad de comerciales de comida chatarra emitidos en la televisión durante las horas de dibujos animados, el bajo número de horas dedicadas diariamente al ejercicio físico moderado recomendado para los niños: 60 minutos; e inclusive se ha descubierto cosas tan inverosímiles como que últimamente se ha multiplicado el riesgo de que los hombres que observan más de 21 horas semanales la televisión, están en mayor riesgo de contraer diabetes. Pero la obesidad mórbida no es problema local. Millones de pequeños en el mundo sucumben a la tentación de una buena tarde abriendo las puertas del refrigerador. Obligada por los números, alertó la Organización Mundial de la Salud: estamos ante la plaga del siglo XXI, una amenaza que afecta por igual a países ricos o pobres.

X. El enemigo tres veces al día.

Yo creo que fui de las primeras de esa generación extra extra grande de la que hablas. Yo siempre fui gorda. Y ahorita en esta época volteo y veo pura gente gorda. Yo antes causaba mucha sensación, porque era una niña muy muy gorda. Pero era la única. En la secundaria era la más gorda, tengo mi foto de segundo de secundaria y yo era la única gorda. Si acaso una que otra gordilla, pasadita. Pero ahora volteo y la que no está como yo está más. Fui a ver al ginecólogo, por que me dio mucho miedo después de que se murió una amiga a la que le decíamos la gorda. Y aparte porque de gordo te dan muchas culpas. Por que mira, un alcohólico, es una persona que, si dice no tomo, no toma. Sí le da el síndrome de abstinencia, sí le dan ganas de chupar, pero se aguanta. Un doctor me decía: es un vicio. Y otro cuate no, no es un vicio. Es un exceso. Y otro más, y en eso yo estoy súper de acuerdo: con el alcohol tú cierras tu cantina y no la vuelves a abrir en seis meses, porque sabes que te hace daño. Pero la comida es algo con lo que tienes que lidiar, diario, tres veces al día. Por lo menos. Y eso sí está muy cabrón.

XI. No existe el gordito feliz.

Mucho menos, cuando se trata de asistir a entrevistas de trabajo, pulcramente vestidos pero con decenas de kilos de peso destrozando cualquier buena presentación.

--No, terrible, hay muchísima discriminación. Esa fue una de las cosas claves por las que decidí ponerme a dieta, porque iba a las entrevistas y no me llamaban, y no me llamaban. Hubo una muy clara, para una empresa farmacéutica, como representante médico. A mí no me interesa esa área de la química, pero como no tenía nada, yo iba a todas. Hacía todas las entrevistas. Esa empresa está en el World Trade Center. Me acicalé bien, fui de trajecito y todo. A llegar me dieron la solicitud, salió la entrevistadora y no me recibió, de plano. Nada más me vio, y fuum, me barrió de arriba para abajo, y me dijo "no, no te puedo hacer la entrevista". Le pregunté, por qué no. "Es que en el anuncio decía buena presentación", respondió. Y yo: "pero vengo de traje". "No", me dijo, "no te puedo atender". Era más que obvia la razón: el sobrepeso. Igual en otro lado. Y en otro y en otro.

Una vez fui a hacer otra entrevista donde tampoco me aceptaron. Reunía todos los requisitos. Todo iba bien, pero al final el entrevistador me empezó a preguntar cosas como: "Dígame, y de su vida qué cosas quisiera mejorar". E inconscientemente, o más bien muy consiente uno trata de evitar el tema del peso. Uno piensa, no pues el idioma, tal vez. Mejorar el inglés. O sea, uno le da la vuelta. Y yo sabía que era con respecto a la gordura. Hasta que fue directo y me preguntó: "Qué piensas hacer con tu peso". Y sí me dijo, "es algo difícil, realmente. Mira, aquí no te podemos contratar". Y me advirtió: "creo que muy pocos lugares lo harían". Pues sí.

--Cómo saliste ese día de ahí.

--Mal.

--¿Deprimido?

--Preocupado, muy preocupado. Y sí, inmensamente triste, tan triste como nunca jamás. Ese día, como ningún otro, llegué a la conclusión de que no existe el gordito feliz. es una farsa.

XII. Los grupos vulnerables.

Hay una predisposición para desarrollar esta enfermedad. Para obtener ese exceso de peso ante el
medio ambiente, los grupos con más proclividad son:

• Adolescentes con trastornos en la alimentación (bulimia, comedores compulsivos).
• Genéticamente susceptibles para la obesidad en edades pediátricas.
• Hijos de ambos padres obesos, diabéticos o con los dos problemas.
• Discapacitados físicos, mentales o de formas mixtas con alimentación «normal» (bajo gasto calórico).

• Normales con alimentación anormal.
• Normales con cambios en el estilo de vida.
• Descendientes de familiares con síndrome de resistencia a la insulina.
• Niños de bajo peso para la edad gestacional o prematuros.

• Niños menores de tres meses que reciben comida inadecuada para su edad: sustitutos de leche con fórmulas hipercalóricas

XIII. La vida es una dieta
Toda mi vida he sufrido de sobrepeso --se confiesa Erika Astorga--; desde los 3 años de edad he estado bajo control de peso. Y sí, para mi era muy desagradable estar a dieta en mi infancia, porque no podía comer sandwiches, ni leche con chocolate, ni dulces ni galletas. De hecho mi lunch eran verduras y cosas no engordadoras, por lo que me acostumbré mejor a intercambiar mi lunch con mis compañeros.
Todo eso no lo entendí, hasta que crecí y me di cuenta que en educación física se reían de mi, mis compañeros, por no hacer los ejercicios y, por supuesto, me reprobaban.
A veces esos insultos no los tomaba en cuenta, pero llegó un momento en que me convertí en mi peor juez, y en un juez muy severo. Todo me criticaba por mi aspecto. Decidí seguir una dieta muy dura y lo único que conseguir, aparte de bajar peso, fue lastimar a mi cuerpo, con mucho ejercicio y con el sacrificio de no comer, lo cual me trajo como consecuencia unas úlceras terribles y unas migrañas que no había pastilla alguna que les sacara de mi cabeza.
Afortunadamente en mis empleos no sufrí discriminación por mi sobrepeso, pero sí en cuestión de que algún muchacho se fijará en mí. Eso sí que duele y es difícil, ya que los hombres siempre las prefieren delgadas y no se fijan en cómo son.
Toda mi vida ha sido una dieta. Hasta la fecha sigo luchando contra el sobrepeso. Pero lo peor es que ahora tengo un hijo y sufre de lo mismo. Yo me la paso entonces tratando de que su dieta no sea tan severa como la que yo llevaba y haga más ejercicio para no tener sobrepeso. Espero en verdad lograrlo. Por su bien.

XIV. Los doctores no me creen

Margarita desde siempre ha intentado lo imposible: bajar de peso. Va con un médico y con otro y con otro, con nutriólogos, con sicólogos, con bariatras. Todos le recetan hacer una dieta…

"Y es que lo ven muy sencillo. Todo es muy sencillito, mire: vamos a hacer esto, y vamos a hacer esto otro. Y yo, sí, está bien. Y en una semana bajo medio kilo; y en la próxima subo un kilo. Y yo digo: qué pasa. Y te empiezan a dar culpas. “Pues es que ya estás vieja. Ya está ruca, tu cuerpo ya se amacizó”.

Asistió alguna temporada con un médico de nombre David Picaso. Un personaje sensacional.

Ella le decía me siento muy mal, tengo unos dolores de cabeza enormes y él como se metía en su personalidad, la trataba muy bien, y le seguía recetando una dieta de hambre.

--Y no. Nunca me creyó. Yo dejé de ir con él porque nunca me creyó. Me decía: “Sí, ya sé, los gordos, sus mañas… Se inventan cosas…” Nunca me lo creyó. Y bueno, pues a visitar a otro.

Y las dietas. "Y ya salió una nueva receta para adelgazar. Y ya salió una nueva dieta. Y todo lo que habías hecho anteriormente, no sirve. Y ahorita lo inn, ahora sí que hasta de moda se habla, es tomar mucha agua, hasta dos litros al día. Y que además sea cero sales. Ya ni el agua es lo mismo: no tomes la de sales porque te sube la presión, te dicen… Y es algo bien difícil. Antes no se hablaba de tomar agua. Ha habido un cambio de sensibilidad. Tú ibas a una casa de visita, un domingo a comer, y jamás te decían si querías agua. No. Era hasta de mala educación. “Quieres un refresquito o una cerveza”… Era muy diferente. Y ahora: “¿No te tomas cuatro litros de agua diario? Uy, entonces no estás inn.

XV: Sinónimos de pecado capital.

Existe una gran carga de estigmatización y discriminación hacia los pacientes obesos y se considera que ellos mismos son responsables de su problema: se dice que son flojos, débiles de voluntad; incluso la glotonería se considera un pecado capital.

Se ha demostrado que las pérdidas modestas de peso entre 7 y 10% reducen significativamente la morbimortalidad. Sin embargo, estos logros rara vez satisfacen a las personas obesas, quienes desean tener un peso normal; los adolescentes, incluso desean tener un peso por debajo del normal para su talla y constitución.

De no atenderse con dietas, ejercicio y un cambio en el estilo de vida, los pacientes están condenados a sufrir situaciones como problemas de actitud y psicológicos.

Advierte en su estudio el doctor Valdés:

"Se debe explicar honestamente que para la obesidad mórbida, con los medios actuales no es posible alcanzar un peso "ideal" y menos el peso de los estereotipos de modelos y personajes famosos.
"Es casi inevitable que el adolescente no haya oído, sido aconsejado o leído escritos o publicidad audiovisual acerca de maneras maravillosas, instantáneas, sin riegos para bajar de peso sin ningún esfuerzo o riesgo. Periódicamente se vuelven a publicar las maravillas de las dietas como la de luna, la baja en carbohidratos, o alta en grasas, la vegetariana de jugos de vegetales, etcétera.
"Cuando sea posible se debe referir al paciente a un experto en nutrición clínica con experiencia en obesidad. Puede ser en centros o instituciones hospitalarias, pero es poco realista en la consulta privada. Además, en los últimos años han egresado de diversas escuelas de nutrición, licenciadas en nutrición con poca o ninguna experiencia médica que trabajan sin supervisión, no asociadas con médicos, que piensan que sólo con una buena orientación y una dieta el problema se podrá
resolver. El papel de la NOM en obesidad no señala nada respecto a esta función para tales especialistas."

XVI. Las dietas son terribles

Carlos tuvo que aprender a ser más tenaz que nunca y logró finalmente contratarse en una farmacéutica mexicana en la colonia Portales.

--Yo tuve un intento de bajar de peso entre 2003 y 2004, pero iba con un nutriólogo, y bajé mucho, no tanto como ahorita, bajé unos 20 kilos. Pero después subí el doble. La dieta era pésima, yo vivía con hambre, era horrible. Me sentía muy muy mal.

Un día pensó que le aquejaba un dolor en el corazón. Su padre murió por un infarto, así que tenía antecedentes. Pensé: me está dando un infarto ahorita. Fuimos al doctor y me dijo no, lo que pasa es que tuviste un dolor muscular, consecuencia del cambio de temperatura y, claro, por tu peso. Los músculos se cansan de cargar tanto peso.

En esa clínica le recomendaron con una licenciada en nutrición. Le dijeron que era muy buena. Empezó a ir, pero no aguantó la dieta. Le mataba de hambre.

"Y es que realmente cuando hay problemas endocrinológicos, no sólo es el problema de peso, sino muchos otros problemas. Y yo estaba acostumbrado a comer muy mal, muchísimo. Y mucha grasa, muchos carbohidratos. Muchísimos. Yo vivía llenísimo. Ahorita ya lo puedo decir, pero así es. Cambiar a una dieta de restricción, de golpe, es terrible. Terrible. De hecho es bien común el atasque un día antes. La despedida. Como mañana entro en dieta, pues me voy a atascar. Y pues sí, pero entonces esta doctora me daba dos claras de huevo en la mañana y a las cuatro horas, cien gramos de queso.

"Sí bajaba, pero descompensadísimo. El dejar una dieta te impulsa a comer mucho, otra vez. Pero mucho. Y entonces volví a subir, yo estaba pesando 150, bajé a 135 y cuando empecé esta dieta llegué a pesar 176. Y cuando me pesaron yo no lo creía. Ah, porque aparte, yo estaba conciente de mi peso, es decir, sabía que pesaba mucho, pero no quería saber cuánto. Siempre les temí a las básculas".

XVII. Papá odia a los gordos.

Sufrió Margarita cierta velada discriminación familiar. Numerosa familia, tuvo la mala suerte de que su padre, lo confiesa, era doblemente racista. No soportaba a los morenos ni a los gordos. Y ella, desde niña, fue un motivo de vergüenza para él, e inclusive para sus hermanas.

--Mi hermana Rosario siempre me trató muy mal. Y bueno, hasta mi papá mismo me dijo alguna vez: "Pues qué pasa contigo. Yo creo que Chayo o la Chona comen mucho más que tú. No entiendo por qué estás tan gorda". Y siempre desde niña, sientes muchas culpas. Sientes que no te mereces el estar delgada, e incluso yo he intentado entablar relaciones así. Pero no te mereces nada porque así te lo han hecho creer. Y todo el mundo se ha preocupado por que bajes…

"Pero siempre las bromas giran en relación con los gordos. Yo me acuerdo mucho que cuando entré a la escuela de enfermería, yo no estaba tan gorda. Y decían. "Cásate con Margarita, ándale, es súper a todo dar. Nomás no le das de comer". Y sí, esas eran las bromas de mis compañeras. O me enseñaban un refrigerador, así, vacío. O cuates que te decían: "pues yo sí estaría contigo, pero"… Son cosas que sí marcan tu identidad.

La agresión venía, en ocasiones, del mismo seno familiar. Margarita.

--Fíjate que de mis hermanos los chicos yo sentía como mucho amor. De mi hermana Asunción, muy así, muy protectora de nosotros, también mucho amor… Pero hay una hermana que se llama Rosario. A ella le daba mucha pena que yo estuviera tan gorda. Ella me lleva 13 años. Y siempre me trató muy mal. De niña me trató muy mal, muy manchada, me pegaba. Mis papás nunca me pegaron y ella sí, a escondidas. Y tenía un novio dueño de una paletería. Ella me decía, acompáñame con José Luis, ándale, y te comes una paleta. Y el paletero le comentaba a mi hermana, "oye, por qué Margarita está tan gorda. ¿Qué no le ponen atención?" Y a Chayo eso le daba mucha pena. Y yo pensaba cómo ella, si yo tenía 10, ella tenía 23, y ya era una mujer, por qué no le decía: "Con mi hermanita no te metas, güey. O qué chingaos te importa esté como esté, tu yo somos novios, pero ella qué". Pero no. Al contrario. Ella me insultaba o me hacía llorar delante de la gente. Me amenazaba: “A ti no te compro ropa porque no te queda”. Y ahora sale con que sufría mucho por mi gordura. No creo que nunca tanto como yo.

XVIII. Por un manejo especializado
Prescripciones médicas, operaciones bariátricas, dietas, ejercicio, nuevos hábitos. Todo debe influir en la cotidianidad de este gran sector de personas para las que su tormento se repite cada seis horas, al desayuno, la comida y la cena. Por ello el doctor Valdés vierte algunos consejos a seguir.
"Al adolescente no le gusta, no tiene tiempo o bien, sabe sus propias limitaciones para el ejercicio, entonces, se ha observado que prefieren actividades para las que no tienen dificultad. Al principio, caminar es la única opción viable. Explicarles que el ejercicio por sí solo no es suficiente para bajar de peso, pero ayuda a mejorar la circulación.
"Otros problemas son la bulimia nervosa, comedores compulsivos o el uso de sustancias que causan adicción. Estas situaciones requieren manejo especializado multidisciplinario. El adolescente es reticente a recibir tratamiento, especialmente si existen problemas de relación con la autoridad familiar.
"En cuanto al estado socioeconómico y familiar, la obesidad es mejor vista entre más bajo es el nivel socioeconómico; de hecho, este estrato de bajos ingresos sabe que la dieta, el hacer ejercicio y los medicamentos pueden estar fuera de su alcance. Se debe explicar que la comida barata no lo es tanto y que una gran parte de la de bajo precio está muy mal balanceada y contiene mucha grasa y muchas calorías. Comer mal es más caro que comer en forma saludable. Es absolutamente necesario pertenecer a un club o grupo especial de dieta.
"Es frecuente encontrar sabotaje intrafamiliar. Es necesario tener la participación y apoyo de la familia. Las dietas familiares altas en grasas y carbohidratos, se deben evitar. Y por supuesto, ver la posibilidad de una cirugía bariátrica. En el año 2000 la Sociedad Americana de cirugía bariátrica estimó que se realizaron alrededor de 40,000 procedimientos. Debido a que la frecuencia y la prevalencia de la obesidad mórbida ha aumentado continuamente en los últimos 20 años, el número de operaciones se duplicará o triplicará en tanto no se encuentre una solución al problema o problemas genéticos señalados o se tengan medicamentos eficaces, seguros y a un costo razonable".

XIX. El Vobo del doctor

A Carlos su entrevistador le ofreció una plaza de becario, en el área de control de análisis físico químico. Dependiendo de su trabajo, le contratarían o no. Y sí, se quedó. Estuvo seis meses ganando apenas. Sobreviviendo. Pero no fue todo. El día que tenía que entregar los documentos para oficializar su ingreso, le tocó pasar también con el médico.

"Y pésimo, el médico. Pésimo. Ya estaba todo, los papeles ya estaban. Lo único que requerían era la firma del médico. Y no me la quería dar. Él me dijo, súbete a la báscula. Pero su máquina sólo pesaba hasta 160, y entonces yo ya tenía unas dos tres semanas a dieta, y yo ya iba bastante animado, porque en la primera quincena de la dieta bajé siete kilos, pero en ese momento aún no pesaba 160, venía de los 176. Y yo sí sabía bien mi peso, y le dije "no, esa báscula no me va a alcanzar, estoy seguro. Estoy yendo al médico y estoy tratando de bajar de peso y ya estoy muy conciente de eso". Pero el lo condenó: "No, es que no lo vas a lograr. La gente como tú no lo logra. Tienes que ir con un sicólogo, si no, no. Y además, bajar tan rápido...así se te va a colgar la piel, vas a tener muchos problemas". Y yo le dije: "aunque baje lento de todos modos se me va a colgar la piel. Peso muchísimo". Y entonces él: "No, es que esto podría traer problemas para la empresa". Y yo entendía, les da miedo que te pase algo, un infarto, o algo así. Y que tengan que pagar ellos los gastos médicos, eso es lo que les da miedo. Y ahí fue cuando le dije, yo vengo por una plaza de químico, no de cargador. Y pues ya, me le puse muy duro. Concedió: "Está bien, te voy a dar el visto bueno, pero con mis reservas. Y eso puso en su evaluación, así, como "sí apto para el puesto" pero que él no se hacía responsable de lo que pudiera pasar en el futuro.

XX. Diagnóstico: infestada de tumores.

Yo conozco muchos doctores, bariatras --cuenta Margarita--. Después de asistir con David Picaso, quien siempre me vio como muy falta de un papá, de un hombre que me quisiera, entonces él como que adoptaba ese papel. Y te trabajaba y te trabajaba. ¡Pero me mandaba una dieta de hambre! En la mañana era frutita, a mediodía carne asada con verduras y en la noche otra vez frutita, sin ningún inhibidor del apetito. Ah, y te tenías que tomar tres litros de agua al día. Obviamente con el tiempo tu cuerpo está medio tocado. Entonces yo le decía: “Sabes qué David, estoy muy mal. Me mareo mucho. El agua me da mucha náusea. Yo antes me tomaba 10 litros de agua en un día y no me pasaba nada. Pero ahora tengo que cuidar mucho eso porque se me baja el potasio, así de rápido. Y parece que todo el día ando borracha. De veras. Hasta se me va la cabeza de lado.

XXI. Hasta los niños, se manchan.
Bajo de peso porque las ofensas eran de muchos tipos y de muchísima gente. Aún después de la dieta, haciendo ejercicio, continúan molestándolo en las calles. Comenta Carlos, hasta con cierta sonrisa de resignación.

--Salía en bicicleta y no falta el que va despacito en su coche y me grita igual!Puerco!, !marrano! Y sí es un hombre así ya grande, les puedes decir algo, pero el otro día iba yo en la bici y un niño como de doce años me gritó cosas. Hasta los niños se manchan. Y ahí qué haces, ni modo de tirarlo, porque él también venía en bicicleta, y casi se cae para poderme gritar. Pero lo hizo. Ni modo de pegarle a un niño.

XXII. Ya estoy harta

La verdad es que yo estoy harta. De que toda mi vida gire alrededor de lo mismo. Ahorita, para venir aquí, me desperté muy temprano, porque tomo agua todo el día. Voy al baño todo el día y toda la noche. Me levanté en la madrugada al baño, y ya no pude dormir. Y dije: bueno, voy a aprovechar para dejar la comida hecha. Verduras y eso, que son tan laboriosas.

Toda mi vida ha girado en torno al peso. Y fíjate que yo nunca me he sentido mal, físicamente. Apenas hace como de un año para acá, empiezo a sentir molestia en las rodillas, un poco de presión alta. Y bueno, no tengo ni el pie plano, ni nada de eso. Y entonces me dije: qué nunca voy a acabar una carrera, nunca voy a hacer nada, nunca… Ya estuvo. Ya no me voy a preocupar del peso, bueno ya… Pero en una semana subo cinco kilos...Ya no sé qué hacer, para dónde hacerme, a quién consultar. Ya estoy desesperada.

XXIII. Los gorderos sólo van por el varo
Un obeso crece falto de muchas cosas, falto de todo y con mucha carencia de autoestima, "te dices no me merezco nada. Sientes una gran culpa por algo que no hiciste", revela Carlos Hernández.

--¿Siempre le huiste a las básculas?

--Sí, siempre, siempre. Yo realmente nunca supe cuánto pesaba exactamente, yo sabía que muchísimo, pero cuando me subí y pesaba casi 180, noooo, pues es terrible. Eso fue en octubre del año pasado. Y ahorita peso 124. Estoy yendo con médico que se llama Alejandro García. Creo que es un buen médico. A final de cuentas también es un gordero, yo así les digo a todos los que tratan con gordos. Yo nunca fui a muchos, fui a uno que otro, pero todos pésimos. Llegas, te pesan y te dan tu medicina.
--Y te regañan, también.

--Muchos ni eso, porque es rápido, no. El varo, el varo. Y te dan anfetaminas, por supuesto. Hay pruebas muy fáciles para detectar si te están dando anfetaminas, y yo particularmente, por ser químico, tenía la posibilidad de hacer algunas pruebas. Claro que te dan anfetaminas, por supuesto. Y este médico da medicina homeopática, yo no creo, que se trabaja con energías, y todo eso. Yo no creo, pero yo me tomó sus chochos y a veces ni me acuerdo de tomarlos. Pero lo importante es la dieta. Y él da una dieta acorde a como vas avanzando. Sí me sentía mal al principio. Y eso me dijo él: me tenía que sentir mal, porque mi cuerpo estaba acostumbrado a recibir cantidades muy grandes de azúcar y de grasas, y al eliminarlas, pues el cuerpo responde.

--Y qué sentías, ¿mareos?...

--Mucho cansancio. Pero mucho mucho. La primera semana trabajando sentía que no la acababa, cuando llegaba la hora de la salida era horrible, llegaba aquí a la casa y a dormir. Era un cansancio inpresionante. Y se debía un poco a la chamba y otro poco a la dieta.

XXIV. Una cita con el brujo

Te lo juro que yo me he inyectado muchas cosas en el cerebro, me he inyectado seguridad para poder sobrevivir. Una vez en la facultad una amiga me dijo, oye, vamos con un brujo. Y yo, que no creo en eso, ni en las cartas, ni en el café, jamás he creído en algo así, fui. Pues claro, para adelgazar. Pues qué buen pedo, vamos, ¿no? Y el brujo, en realidad él se autonombraba brujo, era en realidad un güey a toda madre, ¿no? Y ya que nos empieza a ver los ojos. Y no, pues tú tienes esto y tú tienes lo otro. Y nos dijo, a ver, esto se va tratar de no alimentar más la enfermedad. Vamos a hacer un ayuno. Y sí, a mis amigas les mandaba ayunos de una semana, de diez días. Pero al mí sólo al verme me recetó, de broma, un año de ayuno, pero en serio: 26 días. Y al día 18 de no comer, cuando yo de verdad olía el aroma de los tacos a 20 cuadras de la casa, teníamos que bebernos nuestra orina. Yo, que no creía en eso, lo hice. Me la tomé. PUes cómo no: si el brujo me prometía una figura esbelta, delgada. Claro que valía la pena...

XXV. Una pirámide que se invierte

No, no la está pasando bien esta nueva generación XXL. Cada día unos 40 millones de mexicanos pierden esa guerra contra sí mismos. Y sí, ningún sector es tan vilipendiado. Ganan kilos semana a semana, incontrolablemente, pero además son siempre discriminados. No entran en las puertas de ciertos microbuses, ocupan doble espacio en el metro, no hay zonas especiales ni mobiliario para ellos. Y lo peor: afirman los especialistas que la pirámide generacional, que antes se sostenía por una base grande de niños y jóvenes, se está invirtiendo. Ese sector antes mayoritario muere de a poco debido, entre otros padecimientos, a la obesidad mórbida. Con el tiempo será más angosta esa base de la pirámide, y la mayoría de la población sufrirá de diversas enfermedades crónicas. Sociedad, instituciones, médicos, legisladores, han iniciado una cruzada para atacar la obesidad. Pero los resultados han sido insuficientes.

XXVI. Un favor en voz baja

Hace poco --finaliza Margarita Boites-- me subí a uno de esos peseros que son combis. No había lugar atrás, pero sí adelante, al lado del conductor. Trabajosamente me subí, pero al sentarme escuché así, muy bajito, su reclamo. Me dijo: "si no me pagas doble, no te subes"... Pero ya estaba arriba: te fijas, pretendía bajarme. Yo le contesté también así, como en un murmullo: "Cóbrame triple, pero no lo digas fuerte, no lo grites, por favor".




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