5.2.08

La marcha del sombrero, el tractor y la injusticia



Por Pedro Díaz G.
pedrodiazg@eme-equis.com.mx

Denotan cansancio, pero son firmes los cientos de pisadas en el camino hacia el Zócalo capitalino. Algunas renguean, otras vienen ampolladas. Las más, sudan copiosamente. Provienen de toda la República para hacerse escuchar en “la megamarcha campesina del 31 de enero”; y han recorrido las entrañas del país.

Pero cuando faltan apenas cuatro cuadras y el contingente devora la calle de Madero, se desborda la euforia contenida desde muchos kilómetros atrás, donde sus tierras, cada vez más áridas y menos productivas, les esperan: el grupo de la CNC de San Luis Potosí se apodera de cada centímetro de la calle y su entrada a la plaza principal es de apoteosis, arrasándolo todo.

No dejan de gritar sus consignas. Muestran con tesón el dramático trato que el campo da a su piel y también sus demandas. Hay que caminar entre ellos, compartir esos últimos metros.

Son miles. Las autoridades dirán 40; los organizadores 130. Lo verdaderamente comprobable es que el corazón de la marcha huele a sudor rancio, a pies sin lavarse, a reclamos e injusticias.

Cuenta doña Flora Jandete, originaria de Hidalgo, resume su esfuerzo de camino andado en una frase:

–Queremos justicia. Nos oponemos a la apertura total del Tratado de Libre Comercio. Ya nos estamos hundiendo en la pobreza.

Vacas, tractores y camiones.

Sombreros y faldas de colores.

Mantas y pancartas: “Sin maíz no hay país”, “Calderón, usurpador”; “Alberto Cárdenas, renuncia”, “el TLC es bueno pero para los pinches gringos...”

Todo se vale. Como armar un corral con una decena de vacas sobre Reforma, frente a la Bolsa Mexicana de Valores, y regalar la leche; como avanzar con los tractores al frente de la marcha, como cargar un ataúd negro en honor a la “La muerte del campo. TLC, el culpable”.

–Nos sobamos el lomo todo el año y cada vez nos está yendo peor. Uno de estos días no vamos a tener para comer. Y las familias de México ya no podrán llevar a sus mesas ni frijoles ni tortillas nacionales, porque los campesinos ya no vamos a existir –comenta Javier Salcido, tupido el bigote, recio el gesto, y abundante la muina que lo trae hasta aquí:

Una buena parte de la marcha está conformada por campesinos. Pero acaso un cuarto lo conforman las organizaciones sociales, los sindicatos, los contingentes solidarios.

Son decenas de miles. Y cuando faltan unos minutos para las cinco de la tarde, hora de la convocatoria, comienza a llenarse la plancha del Zócalo, ocupada también por el museo nómada que cerró sus puertas al mediodía.

Veinte tractores –de más de un centenar que arribaron a la ciudad– amagan subirse a la explanada. Uno ha quedado inservible unas horas atrás:

Los mismos campesinos lo quemaron en protesta por el abandono del gobierno al campo mexicano.

Son varios los oradores en la marcha.

“Exigimos la renegociación del capítulo agropecuario del TLC", pidió el presidente del comité ejecutivo de la Confederación Nacional Campesina, Cruz López.

“Somos millones y haremos valer nuestra fuerza”.

Renegociar el capítulo agrícola del TLC, más apoyos del gobierno para proteger la producción del maíz y del frijol,

–Los intermediarios nos tienen sumidos en la pobreza. No tenemos las condiciones para competir; por eso nos reunimos para protestar.

Una mujer de 83 años tenía la intención de volver a Nayarit esta misma noche. No lo hará. La Secretaría de Protección Civil del Distrito Federal confirmó su muerte en el cruce de las calles Francisco I. Madero y Condesa, en las cercanías de la Torre Latinoamericana: María González Bueno sintió un fuerte dolor en el pecho y cayó inconsciente.

Nada pudieron hacer los socorristas.

Pero nada tampoco detuvo a esta marcha del sombrero y el tractor.

–Creo que tenemos buena presencia –dijo satisfecho Nicanor Sandoval, sembrador de trigo y maíz en Zacatecas–. Sí meteremos presión en nuestra idea por defender la soberanía alimentaria. Exigimos la renegociación del capítulo agropecuario que elimina los impuestos a la importación de maíz, fríjol, azúcar, leche en polvo y otros alimentos.

En resumen, deambularon kilómetros, se sumergieron en las entrañas del país, reclamaron. Fueron unas 300 organizaciones campesinas y seis de los 12 sindicatos agrarios. Y un aproximado de entre 40 mil (cifra oficial) a los 130 mil que aseguran los organizadores.

Denotan cansancio, pero cada pisada que entró al Zócalo la tarde del jueves, pretendía acabar con abandono de la tierra, la emigración, la pobreza y la marginación rural y urbana.

Fue la marcha del maíz y del frijol.

–No nos dejen morir –clamará Celerino Díaz, de Zumpango, estado de México, finalmente, cuando los contingentes se disipan y las palabras quedan ahí, para el análisis–, porque si muere el campo muere también el país. No lo olviden..

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