Encuentro iluminadora la explicación que, para el caso de la Camorra −los grupos mafiosos que operan desde Nápoles, Italia−, ofrece Roberto Saviano en su libro Gomorra: “... los boss no pueden ser eternos. Cutolo deja paso a Bardellino, Bardellino a Sandokan, Sandokan a Zagaria, La Monica a Di Lauro, Di Lauro a Los Españoles y estos vete a saber a quién. La fuerza económica del sistema de la Camorra reside precisamente en el continuo recambio de líderes y de opciones criminales. La dictadura de un hombre en el clan es siempre breve; si el poder de un boss durara demasiado, haría dispararse los precios, empezaría a monopolizar mercado, haciendo que este se volviera rígido... En lugar de convertirse en un valor añadido para la economía criminal, sería un obstáculo para los negocios... En este sentido, todo arresto, todo macrojuicio, parece más bien una manera de reemplazar los capos, antes que una acción destinada a destruir un sistema de cosas”.
Más allá de la nota roja, de la sangre y el morbo que salpican por todos lados las ráfagas de los AK-47, la novela-reportaje de Saviano logra un altísimo nivel de nitidez al enfocar el asunto del crimen organizado como un factor sustancial del sistema capitalista en su fase global. Ciertamente, desde la perspectiva del novelista napolitano, no hay mayor misterio en el basamento ideológico de la mafia internacional: “Euro, dólar, yuan. Esa es mi tríada... Ninguna otra ideología, ninguna clase de símbolo ni de pasión jerárquica. Beneficio, negocio, capital. Nada más”.
En Gomorra, queda claro que, para como hoy está (des)organizado el mundo, los grupos del crimen organizado o tienen actividad transnacional o sencillamente desaparecen. En el puerto de Nápoles, centro neurálgico de la Camorra, “todo debe llegar, moverse deprisa, a escondidas. Comprimirse cada vez más en la dinámica de la venta y de la compra.” De hecho, Saviano insiste una y otra vez en mostrar que la verdadera eficacia de la mafia no se mide en su facultad de ejercer violencia impune, sino en su capacidad de lucrar: “La lógica del empresariado criminal. El pensamiento de los boss coincide con el neoliberalismo más radical. Las reglas dictadas, las reglas impuestas, son las de los negocios, el beneficio, la victoria sobre cualquier competidor. El resto es igual a cero”.
Nada escapa a la fórmula anterior, más allá del lucro no importa nada, ni siquiera el poder político: “No existe el paradigma Estado-anti Estado, sino únicamente un territorio en el que se hacen negocios, ya sea con, mediante, o sin el Estado”. Aquí en México, hace unos días nos enteramos de que en el municipio michoacano de Tancítaro, el Cabildo en pleno renunció por amenazas recibidas. En una excelente crónica (Excélsior; 7/XII/2009), Pedro Díaz G. cuenta cómo en Tancítaro, municipio poblado por poco menos de 50 mil habitantes, el silencio es la expresión estridente de la violencia: “Nadie quiere hablar. Ni el taquero, ni el propietario de una farmacia o la encargada de la cenaduría de un pueblo donde por iniciativa propia sus habitantes se han autoaplicado un virtual toque de queda. Nadie. En su ayuntamiento nadie, tampoco, los escucha. Habla la bala”. Lo mismo, consigna Saviano, ocurre en varias poblaciones de Italia: “La potencia de las armas se convierte... en la posibilidad de hacerse con los resortes del verdadero poder del Leviatán que impone la autoridad en nombre de su potencial de violencia... Con su potencialidad bélica, los clanes no se contraponen a la violencia legítima del Estado, sino que tienden a monopolizar ellos toda la violencia”.
Con todo, Saviano recalca: la del crimen organizado, es “una supremacía económica que no nace directamente de su actividad criminal, sino de la capacidad de equilibrar los capitales legales e ilegales”. ¿Será? Para muestra, un botón: hace unos días, la prensa de todo el orbe publicó declaraciones de Antonio Maria Costa, director ejecutivo de la Oficina Contra la Droga y el Delito de la ONU. El funcionario dijo que tiene indicios de que dinero del narcotráfico fue usado para mantener a flote a bancos en lo peor de la reciente crisis financiera mundial. ¿Más claro?
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