en 2008?
Pedro Díaz G.
(Texto sin edición)
El precio de la onza de oro al contado marcó un nuevo récord al cotizar a 894.83 dólares por primera vez en la historia y la plata llegó a su máximo desde finales de 1980 al venderse en 16.24 dólares por onza, en el mercado de Londres; pero en el de La Merced la caja de melones que en diciembre costó 100 pesos, hoy no la encuentras a menos de 200.
¡Y el jitomate!
¡Y los limones! Cebollas, pepinos, calabazas...
Los mercados van a la alza.
Quizá por eso don Javier, el que atiende un enorme local de cebollas en la Central de Abastos, duerme tremenda siesta matutina: porque no hay clientes.
–Esto está muy triste –comenta Román, un cargador que lleva 17 años viniendo todos los días, sin descanso, y paga trece pesos diarios por el alquiler de su diablito–. Poca gente. Poco dinero. Viene malito este año: apenas sale para ir viviendo...
Acaso por eso estos elotes, que vienen del norte del país, Mirta Hernández los remata en 1.80 por pieza en la zona conocida como La Subasta, al final del pasillo I-J en este centro abastecedor de alimentos.
–Son para darse a 30 la docena, pero como no hay gente y nomás no sale la venta, pues ni modo. Siempre es mejor recuperar algo a que se quede en nuestras manos.
* * *
En México hay casi un mercado por cada colonia.
La actividad apenas inicia en este 2008 entre sorpresivos precios y exabruptos de todo tipo.
–Una señora me fue regañando todo el tiempo. Iba furiosa después de comprar. Como si uno tuviera la culpa de que ya no le alcanza el gasto. Sí, se puso bien grosera. Y eso que yo nada más le ayudé a llevar sus cosas hasta el coche –refiere Benito Aguilar, este joven cargador que lamenta, sobre todo, “que también hayan subido las cervezas”.
–Eso sí que no se vale... –dice y muestra los dientes en un gesto casi feroz.
Benito nació en Tequisquiapan, Querétaro, y no terminó ni la primaria, su voz es pastosa, como de quien se ha quedado en el viaje, y trabaja recorriendo estos andadores de frutas y verduras; de carnes y embutidos por apenas unos 80 o cien pesos al día, “cuando bien me va”.
En recorrido visual por las inmediaciones Circunvalación, para ingresar al mercado de La Merced todo se encuentra:
Películas piratas en video, tacos de canasta, cremas, pastas de dientes, manteles, ropa para bebés, dulces, herramientas, productos básicos, pollo, cerdo, res, huevo, leche, frijol, leche en polvo, azúcar...
Productos a la venta pero muy pocos compradores.
Dentro de las naves, bajo los altos techos que por más de un siglo han cobijado el mercadeo en el corazón de la metrópoli, lo que se percibe es desazón e impaciencia. Caminar por los pasillos es encontrarse a un sinfín de vendedores que pasan las horas lo mismo leyendo el periódico que arreglándose las uñas o conversando unos con otros, pero la venta es escasa.
Don Jorge Domínguez vende manzanas. Las trae de Puebla. Y aunque para él 2008 empezó el jueves 9 de enero, día en que regresó a su puesto, las ventas no comienzan:
–Nos ha ido muy mal. Muy mal. Yo voy empezando y la gente nomás no llega. Y haciendo frío, pues menos. Y luego ahorita las familias acaban de meter a los chavos a la escuela, andan bien gastados, y pues por eso ni se acercan por acá.
* * *
Este mercado es realmente pequeño. Lo componen apenas tres decenas de locales. Y en enero la actividad es tan escasa que un sopor envuelve a los comerciantes.
–¿Y usted, cómo resiente la cuesta?
La respuesta es de Miguel Reyes. Padre de familia, dos hijos, abuelo ya, tiene casi veinte años vendiendo en el mercado de San Lucas, en la calle de Xocongo, colonia Tránsito.
–Nosotros todavía no subimos los precios, pero ya los subiremos la semana que viene. Aquí las ventas están mal y por lo que veo, en todos lados está igual. Como ya empezó el aumento a la gasolina, esto se pone duro. No hay más que echarle ganas.
–¿Qué dicen sus clientes cuando les informa los nuevos precios?
–Aunque no ha venido tanta gente como el año pasado, los precios sí están más altos, poquito, pero se resienten. Y claro, la gente se queja. Todo mundo viene de malas al mercado. Y lo peor se espera para finales de enero.
“En esto de la verdura la cosa es así: se cotiza de acuerdo con los precios de temporada, siempre fluctúan; pero últimamente pocas veces los ves baratos... Uno ya le va calculando, para ir emparejando los costos, pero siempre se sacrifica a la clientela, que es la que termina pagando el pato.
* * *
Tome nota de estos precios, porque seguramente en su mercado estarán más altos. Se trata de La Merced: jitomate a 15 pesos el kilo; calabaza a 8, chile verde, 9; cebolla 6; papa 9, limón 13, tomate 7; a dos pesos la bolsa de verdura fresca para sopa. Y a 25 pesos el kilo de dulces, surtidos.
Cuénteme, señor Tomás. ¿Por qué tan tranquilo?
Tomás Herrera vende fruta en uno de los pasillos principales.
–Por la a cuesta de enero la gente está bien gastada. Nosotros hemos tratado de mantener los precios, pero ha estado bien vacío. Abrimos a las cuatro de la mañana, pero a esa hora está sólo. Hace unos dos años la gente todavía venía a esas horas, pero ya no. Como a las siete se pone un poquito más movido, pero no tanto. Las ventas de veras están muy bajas.
Hay pasillos en los que no se encuentra un sólo cliente.
–Creo que el año pasado nos fue mejor. Aunque esto de la venta tiene sus días: viernes, sábado y domingo es cuando más gente circula por aquí. No debemos quejarnos. Mientras haya salud, todo está bien... Que estemos sanos es lo importante. ¿El dinero? Ya irá saliendo. Siempre es así... Todos los eneros son igual de cabrones.
* * *
¿Qué es lo que más se vende en un mercado?
Las frutas, verduras, pescado, carnes, quesos, crema. Y, por supuesto, la comida.
Es por eso que José Luis ha decidido poner un puesto de tacos en pleno mercado de la Central.
Tiene la alta responsabilidad de pagar salarios para seis empleados. Es por ello que atiende que todo marche bien, trata bien al cliente, pero, sobre todo, no les sorprende con un alza en los precios. Para ello posee su propia estrategia. Y nos la confiesa:
–Lo que hacemos es prevenir: nuestros aumentos los hacemos a principios de diciembre. ¿Por qué?, porque lógicamente sabemos que tendremos un alza en enero, pero así los clientes no se sienten despojados en enero. El aumento no les agarra de sorpresa, y otra cosa: diciembre es el mes en el que circula más dinero en el país. Así, el consumidor dice: bueno, ya subieron los precios, pero traigo con qué pagar.
–Tres al pastor y un refresco.
–...42 pesos.
El ir y venir de la gente es incesante. Son kilómetros los que hay que deambular en busca de los mejores precios. Hace hambre. Y un negocio de comida parecería ser el tesoro de todos tan anhelado.
–No te creas –cuenta José Luis–. Lo nuestro es la comida y muchos pensarían que por tratarse de algo vital, es obligado que te compren. Pero no. Con dinero en la bolsa te compras tres tacos y un refresco. Pero cuando no tienes: si te alcanza te comes uno en lo que llegas a tu casa a comer bien, nomás para aguantar el hambre. Y en estos días eso es lo que se ve más frecuentemente.
–¿Qué problemas enfrentas?
–Que la canasta básica ha subido de precio de manera impresionante. Nosotros vamos a aguantar los precios lo más posible, pues al no haber circulación de dinero, todos los negocios deben subir sus precios. Ya se sintió el gasolinazo y todavía esto va a subir más: la tortilla, el nopal. El aguacate. La carne, todo ha subido. Y ha subido tanto que una caja de melón que antes te costaba 100 pesos ahorita te cuesta 200. El limón, que andaba en 9 pesos ahorita te lo venden en 16, 18 pesos.
“Veo en México una desestabilidad total, porque todavía no pasa lo difícil. Los políticos se la pasan pelee y pelee; los partidos son los que no dejan que despegue el país. A ver, respóndeme: una de las partes más ilógicas y más absurdas de México, ¿cómo es posible que el hombre más rico del mundo sea mexicano, si somos un país de jodidos?
No se detiene José Luis:
–Antes se hablaba de 300 familias, hoy sólo se habla de Carlos Slim. Se acabaron a los demás: y la gente, el pueblo, pues ya está sintiendo el agua en el cuello. Lo que se escucha y ya es un rumor muy grande es que esto puede reventar en cualquier momento. Entre la gente del mercado sabemos que las cosas no están fáciles. Pero ya tuvimos PRI, PAN y ahora PRD y todos traicionan al pueblo. Ya no vamos a saber ni por quién votar. Y con los constantes aumentos a los precios, cada vez es más difícil sacar para vivir.
–Tres de bistec y dos campechanos. Ah, y un agua de limón.
–58, joven.
* * *
Siempre hay mucho que hacer en los mercados.
Pero ahora los vendedores disponen de más tiempo.
–También en algo tienen que ver las heladas –comenta doña Matilde, que vende nopales en el mercado de Jamaica–. Por eso los productos nos llegan más caros.
Ahí mismo, Omar Guzmán, un vendedor de frutas y legumbres, viene a abastecerse.
–Es cierto: el frío con el que amaneció el 2008 congeló las cosechas. Pero igual y para febrero y marzo que ya hay más mercado y más calor, bajan los precios.
–¿Qué fue lo que encontraste más caro?
–Todo. Todo ha subido. Algunas cosas un poquito, pero otras de plano ya no se puede. ¿Y qué haces? Pues comprar menos, llevar lo que te alcance y subirle los precios a tus productos. Yo vendo allá por Iztapalapa y pues ni modo, uno le va compensando.
–Los distribuidores no se apiadan: si compran a 10 no te lo pueden dar a ocho, así que, a medirle el agua a los camotes y a comprar donde te den más barato. Ora sí que hay que andarle busque y busque. Ojalá despegue este asunto. Nomás queda echarle ganas.
–Lo peor es que la gente humilde le dimos mucho apoyo al PRD y son ellos los que están acabando con el transporte, a las colonias les están quitando sus casas, a los vendedores ambulantes los están desalojando. Y somos quienes votamos por el PRD... ¿Que no nos vaya mejor en 2008?... Con que se mantenga el país como hasta ahorita, con eso estamos servidos. Y todos te van a decir lo mismo: un taxista, un empresario o un barrendero.
* * *
En este, el mercado Alamos, se respira una paz casi sepulcral. Son casi las siete de la tarde y los últimos locales están por cerrar.
No ha sido buena la venta del día.
No para la señora Guadalupe, que vende pollo y huevo.
–Joven, este año no arranca. La gente sí, sigue viniendo a comprar, pues la clientela es siempre la misma, pero el problema es que cada vez compran menos. Y eso no está bien, porque los niños cada día van a estar peor alimentados. Si yo como madre de familia veo que l más caro es el pollo y la carne, pues no los compro. Y llevo a la casa una dieta de puros frijoles, a once el kilo.
–¿A qué cree que se deba el aumento de los precios?
–A muchos factores, como las malas cosechas, o el aumento a los precios de las gasolinas y la tortilla, pero también otra de las cosas que nos pone en desventaja es que los centros comerciales están jugando a la mala contra los mercados populares. Nosotros tenemos que comprar de contado para vender de contado y si no tienes dinero para invertir no vendes.
“Y las grandes cadenas están aceptando que compres tu despensa con tarjeta de crédito y la puedes pagar hasta en 12 o 18 meses. Y así pues nomás nos friegan. Aquí tú me pagas y se acabó. Entre la gente pobre todo lo pagamos al contado.
* * *
¿Como amanecieron los mercados?
José Luis, cuyo negocio de tacos en el pasillo GH de la Central da de comer a cuando menos siete familias, advierte:
–Aquí uno va al día. Quien piense que ser comerciante en un mercado es una mina de oro, está equivocado.
En la Central de Abasto muchos locatarios están rematando, muchos están vendiendo y muchos han cerrando. Y sí: en los últimos pasillos las bodegas están prácticamente vacías.
“En 2008 hay cuando menos el 50 por ciento menos de gente. Y es que tenemos otro problema aquí: ¿a ver, en cuál mercado del mundo te cobran por venir a comprar y a vender tus productos. ¿En qué mercado pasa eso? ¿Cuándo tú has tenido la necesidad de pagar para ir a trabajar o de pagar para ir a comprar? ¿Y qué se hace con todo ese dinero? Son millones de pesos diarios que entran a la central. Y si te das cuenta, no ha sido remozada en muchos años, sigue igual que cuando nació. Y si alguna vez llegas a ver pintadito un lugar es porque cada locatario lo hace por su cuenta. Pero eso, por supuesto, eleva los precios a todos los productos. Y es cuento de nunca acabar...”
* * *
A uno de los que más le ha pegado el 2008 es a don Román, el cargador que paga 13 pesos diarios por el alquiler de su diablito. No porque el oro y la plata hayan alcanzado sus máximos históricos en Londres, sino porque, narra, existe una señora que cada semana hace sus compras y le paga por llevarlas hasta el carro hasta 100 pesos.
“Pero este año no ha venido ni una sola vez”.
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