28.1.08

Mística, baile, color y devoción


La Candelaria en Tlacotalpan



Pedro Díaz G.
(Texto sin edición)

Sucederá durante los próximos amaneceres sotaventinos, en la ribera del río Papaloapan: la procesión solemne, el encuentro de jaraneros, la cabalgata, el enfrentamiento entre toros y seres humanos, la música, la veneración, los guisos tradicionales...

Sí. Hay que conocer esta muestra de devoción por la Virgen de la Candelaria. En Tlacotalpan es tan antigua que circulan versiones de que fue traída de Barcelona por los frailes de la Orden de San Juan de Dios a principios del siglo XVII: en la evangelización española se sustituyó el culto a Chalchitlicue, deidad femenina del agua, por la imagen inmaculada.

Cada año, del 31 de enero al 9 de febrero, se realiza una continua y desbordante feria popular que invade de alegría al que es considerado durante el resto del año un sitio en extremo tranquilo.

Pero el día más importante es el 2 de febrero: la festividad religiosa comprende una solemne procesión con la Virgen de La Candelaria, que sale del muelle para pedir por una pesca abundante y bendecir al río Papaloapan.

Emergen de todos lados los puestos de feria, el tiro al blanco, los dardos, los futbolitos y la lotería, juegos mecánicos, productos sotaventinos, artesanías y por altavoces se pregonan maravillas como aquella de “¡venga a ver al niño entre las serpientes!, ¡venga a ver al niño entre los lagartos!”...

Los habitantes toman las calles con el proverbial alborozo jarocho. Se suma la presentación del Niño Dios en el templo, y una serie de actividades de arraigo popular como el encuentro musical de jaraneros y decimistas, además de la cabalgata dirigida por una capitana, una teniente y una coronela.

Desfile de la mojiganga (enormes muñecos que acentúan alguna característica de las personas más conocidas en la región), presentación de grupos folklóricos, persecución de toros y los típicos fandangos; tradición y colorido.

Días de fervor inagotable.

Repican las campanas en Tlacotalpan, Veracruz, región del Sotavento.

Inicia la verbena.

          * * *

Saliendo de Veracruz, tome la carretera 180 hacia Alvarado, hasta llegar al puente Tlacotalpan, donde se desviará a la derecha por la carretera 175; metros más adelante, su destino.

La feria comienza el 31 de enero con una cabalgata en donde participan unas 600 personas al frente de la capitana: con toda solemnidad atraviesan el asentamiento de lado a lado, hombres y mujeres y uno que otro menor en sus mejores cabalgaduras.

Se unen las jóvenes de la localidad, los galantes niños y adultos, todos, ataviados con trajes jarochos. Relucen las joyas de la familia, y de los cuellos femeninos penden collares, brillantes, esmeraldas, abanicos y peinetas de carey.

Ellos: sombrero de palma de cuatro pedradas, guayabera y pantalón blanco, botas de tacón sevillano y paliacate rojo al cuello.

Ellas: amplios vestidos blancos de tres olanes, a todo vuelo, de organdí y encaje, delantal de terciopelo negro bordado y pañuelo triangular sobre la espalda, abanico, tocado de flores y cachirulo.

Sonrientes saludan al trote de los corceles. Van erguidos, orgullosos de su sangre mestiza y de su fiesta.

El recorrido --anteriormente acompañado por una banda de música de viento-- comprende las calles principales de la ciudad; actualmente es la banda de la escuela Naval Antón Lizardo y la banda de música Centenario de Tlacotalpan, las que escoltan a la comitiva.

* * *

Al llegar a Tlacotalpan lo primero que sucede es como un viaje a través del tiempo, pues conserva un estilo propio en su arquitectura, con portales y fachadas coloreadas en tonos pastel y techos de teja de dos aguas, resultado de una sólida conciencia de identidad.

En el corazón del poblado sobresalen dos templos principales: las iglesias de La Candelaria y de San Cristóbal, el Palacio Municipal y su quiosco central del Parque Zaragoza, o Zócalo, que luce majestuosas palmeras y bien cuidados jardines.

Caminar por las calles de Tlacotalpan obliga a bajar la mirada para observar los mismos recorridos de Agustín Lara, quien amó a esta tierra y le cantó a esas farolas de la plazuela algo parecido a “farolito que alumbras apenas mi calle desierta…”

* * *

El mismo 31 de enero, y hasta el 2 de febrero, al caer la tarde, inicia el encuentro de jaraneros en la Plazoleta de doña Martha, un parque de estilo morisco donde se escuchan las mojigangas y el fandango, y participa quien lo desee, siguiendo las letras de las canciones o bailando la noche entera. Los grupos de la región se congregan para demostrar, improvisadamente, quién hace la mejor composición basada en el son jarocho.

Así ha sido año con año. Se dan cita la música y el canto, el ingenio popular, la inspiración romántica, la picaresca, el baile, la espontaneidad y el lucimiento.

Al fandango llegan soneros de toda la región sotaventina.

El ánimo entre músicos y espectadores va subiendo de tono y las mujeres, con los pies inquietos, se lanzan a la tarima para dar comienzo al zapateado; se improvisan las parejas; la energía y la capacidad de entrega se desatan; el corazón de la fiesta comienza a palpitar.

Se escucha por las calles que en estos días “llega Dios a Sotavento”.

Soneros y bailadores hasta la madrugada.

Sólo cesan cuando el cansancio les vence, casi amanece el día siguiente y entonces se le devuelve poco a poco la tranquilidad al Papaloapan.

* * *

La tradición de los toros ha cambiado.

En los últimos años grupos en defensa de los animales han querido cancelar esta parte de la fiesta. Ha sido imposible. Pero algo se ha modificado:

Primero de febrero: muy de mañana, se organizan regatas en el río. Al grupo triunfador le corresponderá trasladar a los toros de un margen a otro --antes los toros cruzaban solos el cauce del Papaloapan--, faena que, en sí, es un verdadero acontecimiento.

Los astados de raza cebú indubrasil son acompañados por miles de personas que viajan en canoas, piraguas y cayucos; ya en tierra comienza una especie de pamplonada, a semejanza de la feria de San Fermín, en Pamplona España.

Aquí, en la tlacotalpada, en cuanto el astado toca la orilla sus captores lo sueltan y entonces sí “¡sálvese quién pueda!”...

Inicia la algarabía. Y al grito de “¡ahí viene el toro!”, que pone en apuros a más de una docena: los chiquillos se arriesgan hasta un cierto punto, los valientes intentan torearlo, los prudentes buscan buen recaudo, y los borrachines o distraídos serán fáciles víctimas del toro.

Fiesta de alcohol, alegría y riesgo.

Por eso las escenas van de las atroces impresiones a la carcajada: los ganaderos liberan seis toros y la mezcla enloquecida con la gente es uno de los momentos más eufóricos de la visita.

Celebración en la que se mezclan desde aspectos históricos, hasta lo mundano y sagrado.

El primero de febrero desfilan por las calles “las Mojigangas”: enormes muñecos hechos de papel que de forma graciosa aluden a situaciones de la vida cotidiana.

En Tlacotalpan hoy la gente se viste de rojo.

“Que ahí viene el toro”, “que me suelten al torito que aquí lo espero” y “aja toro” se lee en las playeras fajadas en ajustados pantalones de mezclilla. También hay blusas ombligueras, pero rojas; amplios escotes, pero rojos; camisas vaqueras, pero rojas; y mujeres de carnosos labios, pero rojos.

Y la música tropical en una bocina, y los grupos norteños en la puerta de un restaurante, y los niños subidos en las improvisadas cercas que protegen del toro a los locales y los valientes que ya lo esperan.

Guau. Qué ritmo.

Cuánto frenesí.

Fiesta de la Candelaria en Veracruz.

Cuídese de una inesperada visita al hospital.

* * *

Calma.
El rasgo característico de Tlacotalpan es su arquitectura, en especial las fachadas de sus casas. La capilla de La Candelaria combina un retablo neoclásico con una decoración estilo mozárabe en sus bóvedas y cúpula. Los tonos pastel señalan el colorido que caracteriza los exteriores de toda la ciudad.

Pero estos días... jolgorio, jaleo, bullicio, canto, parranda, baile, danza.

Los festejos del día 2 se inician con las mañanitas a la patrona del lugar; aquí se reúne gente local y la de pueblos aledaños.

El 2 de febrero con la misa solemne de medio día da inicio la celebración en honor de la Virgen. Luego, un recorrido por las principales calles del pueblo, hasta el muelle, donde sobre una piragua adornada viaja la peregrinación por el río Papaloapan durante las siguientes dos horas:

Repican las campanas de la iglesia en punto de las tres de la tarde, hora de iniciar el paseo de la Virgen de La Candelaria en el chalán que le pasea por el río de las Mariposas. A esta procesión la preside el arzobispo del puerto de Veracruz, además de asociaciones y cofradías, quienes durante el recorrido no dejan de entonar hermosos temas en su honor.

* * *

Tlacotalpan significa “tierra entre aguas”. La ciudad, asentada en la cuenca baja del río Papaloapan, tuvo su auge en 1865, cuando existía un intenso comercio entre La Habana, Caracas, Marsella, algunos puertos estadounidenses y el Golfo de México.

La singular arquitectura del pueblo, con sus fachadas de colores y estilo neoclásico, le han valido ser considerada desde 1998 como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Es también cuna del folclor jarocho y tierra de tradiciones arraigadas.

La fiesta de La Candelaria es además motivo para el orgullo familiar. En esta temporada los tlacotalpeños abren las puertas de sus casas para mostrar al visitante las antiguas riquezas heredadas por sus ancestros, como los enormes roperos, las camas con dosel, los manteles de horquilla o los pisos de marsellesa...

Hay sitios de especial encanto, como la posada de doña Lala, donde se saborea el “pollo del señor cura”, el canapé de Santa Teresa, el pescado a la veracruzana, o pulpos y calamares acompañados de los famosos “toritos”.

En el mercado encontrará el mondongo a la veracruzana, gorditas de anís y blancas, el tixmichi, longaniza y enchiladas, entre otras delicias.

No olvidar las garnachas de Doña María Cobos, el que presume de ser el único lugar visitado por todos los presidentes y las primeras damas que han viajado a esta región.

Y los postres: naranjas rellenas, sopa borracha, sopa pía y el dulce de leche.

Son tres los momentos importantes de la fiesta:

El paseo de la Virgen por el río.

La presentación del Niño en el templo, que se ha ido enriqueciendo con la fiesta popular donde hay huapango jarocho, encuentro de jaraneros, regatas, cabalgatas, feria, mojiganga y “pamplonada”.

Y los fuegos pirotécnicos del 2 de febrero, cuando se encamina la Virgen hacia el muelle. Durante el paseo, ella habrá de bendecir el puerto y amainar la bravura del Papaloapan, para que en el futuro no cause inundaciones.

Todo, en un ambiente veracruzano imbuido de música, color y su chispeante y tradicional picardía.

* * *

Cuarenta y cinco minutos después de salir de Veracruz el camino al Papaloapan te conduce hacia una estrecha franja de tierra. El sol se eleva sobre el Golfo de México, a la izquierda; a la derecha la gran Laguna de Alvarado, que es la desembocadura del Río Papaloapan (en náhuatl: lugar para las mariposas). Muy cerca, el encantador puerto de Alvarado.

Tlacotalpan, después de una serie de desastrosos incendios, fue reconstruida durante el Porfiriato. Sus edificios neoclásicos están pintados lo mismo de un intenso esmeralda que de verde lima, rosa pálido, rosa mexicano, lavanda, púrpura, violeta, azul, turquesa, amarillo, melón...

Contrastan los disturbios de la población en fiesta con su tranquilidad y su paz en otras temporadas.

Descubra que todo el pueblo, cada persona, cada edificio, cada negocio, cada casa y cada familia se prepara física, mental y espiritualmente para la veneración a La Candelaria.

Cincuenta semanas al año se sumerge en un tropical letargo, pero a partir de enero y fines de febrero, las cosas cambian: durante estas dos semanas la población estalla, con sus bailes tropicales, el gran tianguis y el frenesí religioso lleno de creyentes.

Habrá regatas en el río, bailes, misas, diversas presentaciones en el parque, y muchos Toritos de Cacahuate.

La música es primordial. Las décimas son poemas de diez estrofas que se cantan de manera espectacular hablando con el acompañamiento musical del son jarocho, estrechamente relacionado con el son de Cuba y, de hecho, el sur de Veracruz ha sido históricamente un destino que favorece la inmigración para los cubanos.

Las décimas a menudo proclaman la grandeza de Veracruz y la belleza de sus mujeres, pero la mayoría son picarescos comentarios sobre la vida cotidiana.

A lo largo de alrededor de once horas, la acción pasa al parque donde el fandango (baile realizado a son jarocho) pone a bailar a la concurrencia. Aquí se pueden ver los más talentosos bailarines de la región danzar hasta el desgarro: 8, 9, o incluso 10 horas continuas.

El encuentro musical y el fandango abarcan tres noches.

Se trata de un pueblo relativamente pequeño y durante la feria, con gente procedente de toda la región, su población se expande exponencialmente.

Tlacotalpan. Vale la pena. Por la tranquilidad vuelta algarabía, la emoción de huir a los toros, los colores, por la música, la comida de mar, el calor, las procesiones, el baile. Pero eso sí: asegúrese de probar los chilaquiles verdes en el Restaurante Doña Lala.

Tlacotalpan, 2 de febrero: no pierda la oportunidad.

* * *

El malecón está a sólo una calle del zócalo. De hecho, la carretera pasa a un lado, antes de atravesar el centro y dirigirse a Cosamaloapan o a Veracruz y Los Tuxtlas.

La hilera de restaurantes con vista al Papaloapan rivaliza en cuanto a menú con los situados junto al zócalo: robalo, chucumite, mojarra, jaiba, camarón, acamaya y tortuga, bien sea al mojo de ajo, en adobo, enchipotlados o en escabeche.

De beber: “toritos” de cacahuate y coco, o el “popo”, que combina la planta así nombrada, con cacao.

El zócalo, llamado también Parque Zaragoza, es el mejor sitio para iniciar una caminata por Tlacotalpan. Al poniente, la parroquia de San Cristóbal y al sur el Palacio Municipal. Por los corredores hay tiendas de artesanías y a unos pasos, las galerías de arte y los museos. La capilla de La Candelaria se localiza hacia el noreste, junto a la plazuela dedicada a Agustín Lara, y a un costado del Parque Hidalgo.

Decir Tlacotalpan es hablar del pasado que encierran sus calles, de la historia, de las haciendas “Estanzuela” y “Juan Zapotal” propiedad de la esposa del general Antonio López de Santa Anna, es nombrar a Porfirio Díaz en sus años gloriosos o a Guadalupe Victoria , fundando una de las primeras escuelas de la Marina Mexicana, es recordar las noches tlacotalpeñas, es escuchar a lo lejos un requinto melancólico y un canto quebrado de aguardiente, es tener en la mente el recuerdo de las farolas que le dan un tono sepia a sus calles, como de fotografía antigua.

Es seguir con la eterna serenata, es ver pasar el tiempo entre sones y tarimas, es encontrar la rima de la felicidad.

Pareciera que el viento trae los cantos, que sus casas son pedazos de arcoiris y que sus iglesias encierran misterios insondables.

Las tiendas y puestos ambulantes se disputan el espacio en la calle principal; se improvisan tablados en la Plaza Hidalgo, en la Plaza de Doña Martha, en la de San Miguel y Nicolás Bravo.

El día de la Candelaria en Tlacotalpan hay ritos y desfiles, risa y diversión, sones y coplas... fandango y zapateado.

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