Una tarde preguntó López Obrador: ¿Nos quedamos? Y se levantó el mayor campamento de inconformes en la historia del país, justo en el Paseo de la Reforma.
¿Quiénes eran? Ellos. Nosotros. Da igual.
Pedro Díaz G.
Los cuatro hijos de Catalina Chávez Vázquez se dan sus vueltas por los campamentos cuando acaban de trabajar, cuando vuelven de la escuela o cuando les queda un tiempo libre. Ama de casa, ella ocupa todo su tiempo plantada en una de las carpas que pintan de amarillo la ciudad. Pica ajos y cebollas. Está convencida del fraude, y por eso, a la vez que condimenta el jitomate para dar de comer a sus compañeros, se cuestiona: “¿Si de veras creen que Calderón ganó las elecciones, por qué se oponen al recuento del voto por voto?” A doña Catalina no la cuestionan en casa porque su familia también está convencida. Pide justicia y desea un país de verdadera democracia, “donde se respeten las decisiones de la gente”. Los aromas que de sus manos salen, inundan de compañerismo el ambiente.
La niña que vive en su vientre ya tiene nombre: Simone Montserrat, que desde su casi plena gestación algo percibe de ese ambiente irregular en la ciudad de México. Estela tiene otra hija, Frida Libertad, que a sus 7 años de cuando en cuando le acompaña en el plantón permanente que tiene a su madre en los campamentos. Estela Damián Peralta tiene casi nueve meses de embarazo y no se irá de aquí, asegura, hasta que lleguen los dolores de parto. “Porque hay que educar con el ejemplo” y a Frida le enseña tangiblemente los muchos Méxicos que existen en este país, aboga por el derecho de elegir libremente a sus gobernantes, y se pregunta de qué le serviría estar encerrada todo el día en su departamento “cuando sabes que el país no está nada bien”. Cree en ese halo de misticismo con el que se mira a su líder, Andrés Manuel, quien, dice, como ella está dispuesta a dar la vida por una rebelión pacífica que termine con la desigualdad. Respeta todas las voces. Atiende y analiza, sobre todo, a las más críticas. Estela es diputada electa por el Distrito XI del D. F. y si algo pide, de ambos bandos, es “tolerancia”. Simona Montserrat está por llegar a esta vida. Le espera un mundo convulsionado pero feliz.
Alfredo Hernández llegó por la noche. Convencido, este campesino cuyas tardes ocupa para la siembra del maíz, del frijol y del ajonjolí, se expresa mucho mejor cuando sostiene con ajadas manos la guitarra y de su voz salen todo tipo de sones en lenguas diversas. Vino desde Huautla, en Hidalgo, y asegura que el mensaje de sus ocho hijos para la gente de la ciudad fue una serie de besos que no acaba de repartir. Posee ese encantador brillo en los ojos que presagia el triunfo y su sonrisa se contagia tanto como su música. “Es por el partido y es por la patria”, balbucea en su español casi ininteligible. Es huasteco y dice que no vino por tortas, como le han dicho. “Vine por mis huevos y los de mis ocho hijos”.
Le decían El Gallo de Oro, llegó alguna vez a salir en la tele, ha recibido premios por sus composiciones musicales y se acuerda de las luchas verdaderas, de fuego y sangre, de la izquierda de los años setenta. Se llama Sotero Vázquez, “el amigo de todos”, habla tzotzil, seri, zapoteco, maya y totonaco. Andaba en Zacatlán, Puebla, y sus pasos, que alguna vez lo llevaron a las disqueras CBS y Orfeón, hoy se estacionan en el primer cuadro de la ciudad. Canta, y aunque la voz se desgarra a cada día, su temple lo mantiene en pie de lucha. “No conozco de política –advierte--, pero sé que nos robaron los votos. Y sé que el hombre es inteligente, tiene tecnología, tiene dos manos”… Recuerda cuando alguna vez en la fábrica trabajó contando agujas, “ que son más chiquitas. Cómo no vamos a poder contar los votos”.
Jonathan Alvarado tiene dos pasiones: las Chivas del Guadalajara y el movimiento por un país mejor. De no estar bajo estas mantas todo el día, acompañando a la gente, apoyando en lo que se ofrezca, andaría pidiendo trabajo o vagando en las calles de la delegación Venustiano Carranza, donde vive. “Apoyo la causa porque fue el de Andrés Manuel el discurso que más me convenció, y porque aquí he conocido a gente con muchas ideas. Y sí, estoy seguro de que valdrá la pena, porque no nos vamos a rajar, no nos vamos a ir, no vamos a ceder pues si una idea sobresale entre todas es la certeza de que nos engañaron y de que, juntos, podremos obligarlos a que cuenten cada voto”. Quisiera ser diseñador gráfico, pero dejó la prepa y hasta antes de esta semana pasaba la vida buscando trabajo “o vagando por las calles”.
Hace un año la vida se le escapaba. Corrió cuatro cuadras con la garganta reventada y el borbotón incontenible de sangre. Lo habían asaltado y aunque desarmó a dos de los ladrones pues eso le enseñaron en sus clases de Kombat, el tercero le soltó el disparo a bocajarro antes de huir a bordo de un automóvil. El patrullero al que pidió ayuda sólo movió negativamente la cabeza antes de acelerar y perderse en la penumbra de la colonia Ramos Millán. Juan José Hernández moría pero un taxista, primero, y un practicante en el hospital de la Villa, después, le devolvieron la esperanza. Con dos grandes cicatrices hoy estudia en la Vocacional 5 y junto con sus amigos todos los días viene a apoyar en su grito permanente el voto por voto. “Si Dios me dio otra oportunidad, quiero trascender, cambiar al país. No creo que haya algo mejor que entregar la vida por una causa. Esta es la mía”.
“Debemos luchar por un cambio. AMLO supo gobernar y por eso estoy conciente y convencida. Por eso le doy mi apoyo, por su carisma”. Ella se llama Isabel Hernández y vive en esa zona de Tacubaya en la que una cuadra divide a dos mundos: “En una colonia de cinco cuadritas que se llama Lomas Hidalgo y está atrás del Hospital ABC y del Colegio Americano”. Creció en una casa paterna en la que no se hablaba ni de futbol ni de política, sólo de religión, ahora conoció la lucha social, primero, porque se acercó a una Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (Uprez) y con la autogestión urbana adquirió una vivienda. Y si algo le choca es que le digan naca: “¿Qué, ser pobre es ser naco? ¿Luchar por el derecho a la educación es ser naco?, ¿hacer rebozos, florecitas, enseñar a los niños a hacer manualidad es ser naco? Pues entonces sí, soy una naca feliz por estar aquí”.
José Antonio Cruz carga un portafolio y viste de impecable traje. Es abogado. Firma una de las muchísimas cartulinas que en 8.5 kilómetros mandan su apoyo al candidato de la Coalición. “Toda produce un efecto, y en la reacción lógica a un fraude es la movilización en las calles”. Está convencido de que la gente se cansó de los engaños. “Me toca ver como abogado cómo el sistema no funciona; he visto la desigualdad, me entero de cómo son atrapados los narcotraficantes, los que ostentan el poder, y tras anomalías en el proceso se les deja libres”. Jura que en el ámbito legal muchos de sus compañeros apoyan la nueva causa que pretende modificar las reglas en este país.
“A mí como joven lo que me encabrona es la hipocresía de los otros partidos. Ver a Felipe Calderón me revuelve el estómago. Y nomás oigo las pendejadas que dicen y las únicas ganas que me quedan son de venir a colaborar con los perredistas, porque yo soy independiente y ciento por ciento apoyo al PRD”. Paulina Herrera hace dupla con su padre, que es fotógrafo. Y uno muy bueno, porque en las manos sostiene la fotografía panorámica que a cambio de 100 pesos podría dar fe, en cualquier pared, de que vistos desde lo alto del Zócalo capitalino, son miles los que atienden a su líder en la Tercera Asamblea Informativa. “Estoy aquí porque ya me cansé de que en mi país caigan a la cárcel sólo los más pendejos, pues los verdaderos rateros andan libres, los muy hipócritas”.
Monteserrat Navarro termina sus clases de Ciencias de la Comunicación en la escuela particular que la tiene becada y parte rauda a los campamentos. Y a pesar de que al principio sus compañeros de La Salle la veían con recelo, “poco a poco, con lo que les cuento, con las experiencias que aquí se adquieren y que les llevo hasta la escuela, ya también se están organizando y me piden un espacio para tocar con el grupo de rock, o me dan dinero para que les lleve pulseras en apoyo al movimiento”. Se cuestiona porqué hace 4 años a las 11 de la noche sabíamos que Fox sería el presidente de México, y ahora no salen con esto. El porqué le dicen a Andrés Manuel populista “cuando el personaje más populista que he conocido ha sido el propio Vicente Fox”. En casa, asegura, “nadie se hace cargo de mi abuelita, sólo López Obrador, que cada mes le deposita un dinero…” Y tiene un amigo de la Ibero que incursionó en los medios de comunicación, siguió la campaña del candidato panista y ya está haciendo su tesis, cuyo solo título la anima a continuar en la batalla: “Cómo Calderón perdió las elecciones”.
Antonia Sánchez advierte: “pero publiquen que nadie pospaga por venir a defender nuestro voto. Y si alguien lo asegura, que nos diga dónde, para ir a formarnos….” Antonia tuvo un hijo, pero acaba de morir y le dejó un encargo muy especial: dos nietos. Porque de dignidad los quiere empapar duerme en esta zona tomada por el ejército popular perredista. Ama de casa, “quiero que mis nietos sean libres, que ven que en su país la que manda es la voluntad del pueblo. No le importa estar a tamales y agua si la causa es justa. “Confiamos en López Obrador, estoy con él desde lo del desafuero y estoy dispuesta a no moverme de aquí hasta que las autoridades nos den la respuesta que esperamos”.
Su voz conmueve, paraliza. Obliga a quien la escucha a perder varias horas de su tiempo en el embeleso de un tenor que se regala todos los días a la una de la tarde en el entronque de Madero con Plaza de la Constitución. Su nombre es Alejandro Usigli y cuando concluye su presentación la gente se acerca a estrecharlo. Es hijo del escritor Rodolfo Usigli. Ha sido durante muchos años promotor cultural y aunque sabe no muy bien trazado el proyecto perredista en este sentido, está convencido de que debe ser amarillo. “La cultura ha sido muy marginada en los últimos 25 años, sobre todo en los últimos seis. Y estamos convencidos de que con Andrés Manuel se abrirían los causes para que la cultura no sea elitista y se contagie de pueblo”. Si algo odia es que las instituciones creadas por Vicente Fox no funcionen. “El Instituto Nacional de las Mujeres no ha defendido, no ha levantado un dedo, es más, no se ha pronunciado por la más digna que tenemos: Lydia Cacho. Igualdad, justicia y una mejor calidad de vida, es lo que nos trae hasta acá”.
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